Las vacaciones cerca de casa no siempre implican ir a los sitios de siempre. Mientras las generaciones pasadas amaban la idea de volver cada verano a la misma playa, los milennials se animan a destinos nuevos, crear viajes imprevisibles, recorrer sitios más agrestes y deambular por varias locaciones en una misma experiencia.
No siempre se trata de ir a espacios desconocidos, sino encontrarle una vuelta a los destinos más trillados. A pasos de lugares comunes en materia de viajes, se encuentran localidades no tan populares y que, sin embargo, tienen riqueza profusa para ofrecer. Partimos en un recorrido para intentar ver a la Argentina desde otros ojos.
El bosque sumergido
En donde el Traful y el Limay hacen de las suyas, al sur de la provincia de Neuquén, aparece un paraje que requiere dedicación para ir a su encuentro. Como una perla en una ostra, guarda bellezas únicas, casi propias y un proyecto con apuestas de gran vuelo.
Apenas algo más de 400 personas cobija ese sitio que requiere una larga andada de camino de ripio para llegar. Hay que ganarse con esfuerzo el derecho a conocer este reducto majestuoso que reúne la ver del lago al alcance de la mano, con el Mirador de Viento que vuela hasta en los días más calmos o el bosque sumergido único en su especie.
Un paisaje de transición entre estepa y el bosque de cipreses, casi todo el camino se hace bordeando el lago que despierta tomas fotográficas a cada paso. La margen Norte del Lago Traful la suave pendiente se derrumba sobre una ensalada de arena y piedra donde se asienta un espectáculo único con un bosque de una centena de metros cuadrados que se supone que ha sido desplazado en un movimiento de napas en el pasado, lo que ha dejado las raíces a una veintena de metros de profundidad. El bosque sumergido es una rareza inigualable, pero cuando se yergue el pueblo frente a los ojos, compite de igual a igual con la riqueza del paisaje.
Inmerso en un paraíso patagónico, rodeado de bosques místicos y vírgenes aparece luego de una curva un riqueza inesperada. Alto Traful se ha desarrollado con un genuino concepto boutique donde los espacios se han acomodado para introducirse en el paisaje con armonía. Se sirve de él y lo respeta. Le rinde homenaje desde cada una de sus ventanas que se abren a la generosidad de la naturaleza.
Lago color del bosque
La vida en los Parques Nacionales puede tener mucho de aventura y deslumbramiento, pero si algo gana Los Alerces es en mostrarse en la introspección de la naturaleza. Allí donde el universo se muestra tan enorme como inabarcable.
Está bien que haya que tomarse un par de horitas para llegar desde Esquel a Lago Verde en auto. Es una especie de transmutación que permite dar tiempo al alma a acomodarse a vivir una experiencia diferente. Uno se mete en las entrañas de un parque inmenso, con zonas intangibles, colores que son como el final del arcoiris. Allí late un ritmo diferente.
Se puede pasar una semana en los diferentes campings, o saltar a la oferta de glamping o de lujo de El Aura Lodge. Lo que suma el detalle minucioso es a crear una experiencia donde el afuera y el adentro se conjugan en una armonía que hace complejo dilucidar los límites. Hay un sabio descubrir del slow que no se siente como impacto, sino como natural trascender hacia otro modo de vivir el parque.
Hay pasarelas, trekking, travesías en el lago, flotada pesquera, kayak, escaladas... parece tenerlo todo.
Fértil para el vino y el olivo
Los dinosaurios se apropian de la fama de San Juan. La vecina de Mendoza parece dormir un largo letargo bajo su sombra. Pero para el que se anima, tiene guardado paisajes que dejan sin aire y sabores propios de su tierra. En uno de los mejores microclimas del mundo para la uva y el olivo, dos circuitos proponen sorpresas impensadas.
San Agustín del Valle Fértil puede ser una buena alternativa para hacer pie y decidirse a recorrer. Enclavada en el medio de la provincia, emerge plena de vegetación y luz, donde el invierno azota por las noches y el verano trepita en el día, pero donde todo el año es posible visitar sus recorridos. Un paseo de unos 300 kilómetros que propone el inquieto y solícito Mario Volpini, propietario de una joyita, el Hotel Rustico Cerro del Valle, sencillo en su presentación, riquísimo en experiencias, tiene capacidad única del guía de todo viajero.
Caucete, Chucuma, Astica y Las Tumanas son tres localidades ancestrales con petroglifos al alcance de la mano. En la heladería Valle de la Luna de San Agustín del Valle Fértil hay que animarse a los sabores locales: cidra y chinchil, chocolate Ischigualasto, arándanos y pétalos de rosa. Usno, a apenas 10 kilómetros, seduce con quebradas, ríos y verde extremo.
Huyendo de Humahuaca
La mítica ruta 40 es un hilo que conduce por los secretos jujeños. Por supuesto que están Purmamarca, Humahuaca y Tilcara, pero también sitios poco transitados y muy maravillosos. Huacalera es el epicentro del Trópico de Capricornio. Detenerse en el hito es un clásico. Es la posta más antigua de toda la Quebrada y cuenta con un monumento pictórico único escondido en su iglesia de adobe. En ella se pueden visitar el Bautismo de la Virgen y el Casamiento de la Virgen, dos piezas de la pintura cusqueña.
Uquía es una de las localidades menos conocidas. Fue fundada en 1691. Su iglesia es Monumento Histórico Nacional, se construyó en homenaje a San Francisco de Paula y tiene tantos años como la localidad. El complejo urbano es muy pequeño, pero mantiene la cadencia constructiva de su pasado.
En honor a la tribu omaguacas aparece el pueblo que lleva una adaptación de su nombre. Humahuaca es el sitio para ir paso a paso. La altura lo exige, pero también es una invitación a desconectarse totalmente e integrarse al paisaje. La amplitud térmica es mucha (es posible que vaya de 0 a 30 en una misma jornada). Dejarse llevar es la norma.
Aventurarse a la punta norte del país es llegar a una plaza que fue habitada por los incas. La Quiaca convive con su vecina Villazón de Bolivia como un todo. El puente internacional que determina la frontera es un hito humano que, de no existir, no marcaría diferencias.
Que no falte la playa
Una convocatoria perfecta para instagramear el mar hasta el cansancio. Allá donde Miramar pierde el nombre y casi se vislumbra Necochea aparece Centinela del Mar, la primera de una serie de playas no concurridas, con cierta esencia rústica y agreste. Le sigue Arenas Verdes que es elegido por surfistas por sus olas míticas. La tranquilidad reina en los campings que se distribuyen a pasos de la playa. Casi avistándose el puerto de Quequén aparece Costa Bonita, un paraje que hace honor al nombre con su perfil de enormes y mutantes dunas. A pasos de Neochea, casi en sus afueras, se propone Los Angeles, un balneario casi despoblado que permite enfrentarse al Atlántico con toda su inmensidad. Los que quieren algo de urbanización puede recurrir Médano Blanco, un hotel termal de campo enclavado allí cerca que combina el aire de mar con las aguas ideales para el relax.
Reta, Orense y San Cayetano, en las cercanías de Claromecó, son citas perfectas para el andar solitario, la pesca y las excursiones en 4x4.
El partido de Coronel Dorrego esconde una perlita de la costa bonaerense con su balneario Marisol, a algo más de 20 km. de Oriente, un pueblo rural con mucho encanto. La pesca deportiva de mar y río confluyen en la zona. El vecino balneario Oriente fue tapado por las dunas hace poco años y en las recorridas pueden verse aún sus casas. La la cascada Cifuentes del río Quequén Salado es otro atractivo imperdible. Allí se encuentran los saltos de más envergadura (alcanzan los 7 metros) de la provincia.
Para terminar la ruta despoblada de la costa, Pehuén Co y su Bosque Encantado permiten configurar un perfecto equilibro de mar y eucaliptos.
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