El fuego en la caldera, el sonido del silbato, el vapor que parece colmar todo el cielo y un temblor de avance que significa una sola cosa: "La Trochita" empezará el viaje. Con el ruido icónico del expreso, parece iniciarse la magia de un viaje sin tiempo. El envolvente paisaje de Esquel que se aleja hasta llegar a Nahuel Pan, donde los viajeros vuelven a enamorarse de la estepa patagónica, no termina ahí, asciende 200 metros en un camino de curvas en el que la nieve y el paisaje se vuelven cada vez más intensos en una experiencia única.
Los pasajeros pueden subir a bordo de este icónico tren tres veces a la semana en invierno y de lunes a sábado en verano. El Viejo Expreso Patagónico "La Trochita" recorre regularmente un trayecto que parte de Esquel y descansa en la estepa de Nahuel Pan, antes de emprender la vuelta. Se trata de un paseo de tres horas en un tren a vapor de casi cien años, que entretiene y emociona a los turistas de todas las edades y procedencias.
Desde lo alto, la inmensidad del Valle se observa en todo su esplendor. La llamada "Curva del Huevo" es una imponente postal a la que no hay cámara fotográfica ni teléfono celular que se pueda resistir: desde los últimos vagones se captura al tren doblando en toda su extensión. Al llegar a Nahuel Pan, la locomotora se desengancha para cambiarse de lado, de modo tal que los primeros vagones quedan a lo último.
El Viejo Expreso Patagónico pasa sobre el arroyo Esquel apenas sale, cruza el camino a La Hoya y atraviesa nada menos que la mágica Ruta 40, esa arteria extensa que de norte a sur recorre la geografía nacional, paralela a la Cordillera de Los Andes. Ovejas, vacas, caballos y liebres, completan el paisaje, configurando la escenografía perfecta para el paso del tren.
Una guía especializada narra al borde del tren la historia del ferrocarril en la Patagonia y responde consultas de los pasajeros. Un cantautor recorre los vagones con sus interpretaciones y un fotógrafo registra los inolvidables momentos del viaje y ofrece sus servicios a los viajeros. En Nahuel Pan, se hace un alto en el paseo para que en poco menos de una hora, los pasajeros puedan conocer este pequeño paraje Mapuche Tehuelche, visitar el Museo de Culturas Originarias Patagónicas, la casa de las Artesanas y la Feria Tokom topayiñ.
El recorrido a la inversa: la estepa que se vuelve ciudad
El expreso retorna al presente, regresando al destino de origen a sus pasajeros y esperando un nuevo contingente para volver a atravesar el tiempo y ser testigo en el expreso de la magia patagónica a bordo de "La Trochita".
Una huella en el desierto
La historia de "La Trochita" está ligada a un proyecto de principios del siglo XX con el fin de expandir la red ferroviaria nacional hacia la Patagonia, mediante un trayecto que llegaría al sur del Sur y que uniría el Océano con la cordillera. El arribo del tren a Ingeniero Jacobacci, en Río Negro, en 1917 fue el primer antecedente. Cinco años después,aparecen las locomotoras y los vagones, y no fue hasta 1945 que la traza sumará 402 kilómetros en un trayecto de 600 curvas para llegar finalmente a Esquel.
Durante su primer lustro de vida, el Expreso Patagónico "La Trochita" transportó carga y fue recién en 1950 cuando empezó a llevar pasajeros, constituyéndose en el medio de transporte principal de los habitantes del noroeste de Chubut. Hacia 1960 y 1970, "La Trochita" ocupó un lugar central en la vida de los pueblos cuyas estaciones visitaba en su traza y es a partir de la proliferación del transporte automotor, principalmente con los camiones y los colectivos así como la apertura de los caminos, cuando su vida útil empezó a verse comprometida.
En los tiempos del cierre de los ferrocarriles en la última década del siglo XX, la reconversión turística del expreso la mantuvo viva. Frente a la decisión nacional de prescindir del trabajo ferroviario, fueron las provincias de Río Negro y Chubut quienes decidieron apostar por su continuidad.
Un cuarto de siglo después, la vieja máquina de 1922 es un testimonio vivo de un medio de transporte central para el desarrollo nacional y particularmente para el poblado de la Patagonia. El vapor disparado al cielo desde la chimenea, sus vagones de madera, la salamandra encendida y ese andar entre candoroso y cansino, invitan todo el año a los pasajeros a conmoverse y dejarse atrapar por un pedazo de historia que sigue marchando.
Vida ferroviaria
El clásico expreso data de 1922. En Esquel hay un galpón donde se realizan las reparaciones primarias y en El Maitén está el taller donde se hacen las reparaciones más importantes e incluso la fabricación de las piezas. Viejos y valiosos planos permiten reproducirlas sin inconvenientes ya que no hay lugar en el mundo que pueda proveer repuestos de un vehículo tan antiguo.
En verano, se viaja hasta dos veces por día, de lunes a sábados. En invierno, tres veces a la semana, ya que mover el tren es muy costoso y sólo se habilitan los viajes si se cuenta con la cantidad necesaria de pasajeros. Hay vagones de primera clase, con asientos acolchonados, en los que pueden viajar hasta 25 pasajeros; y vagones de clase turista, con asientos de madera, que se completa con 32 a 36 pasajeros. Antes había una diferencia de precio según el vagón, actualmente es por orden de llegada.
En cuanto a las tarifas, de acuerdo a la Secretaria de Turismo de Esquel, hay un ticket general de 1260 pesos; para residentes nacionales es de 750; jubilados y estudiantes universitarios del país, 530; residentes de Esquel y Trevelin, 390; menores de 6 a 12 años, 450; y personas con discapacidades que presenten la acreditación correspondiente, viajan de manera gratuita.
Esquel cuenta además con el paseo ferroviario,un espacio que funciona en la antigua estación y que presenta una exhibición permanente de artículos, imágenes y documentación histórica de "La Trochita". Se trata de la estación original: un edificio pequeño, de techo bajo y revestido en chapa, característico de la Patagonia, que invita a hacer un recorrido autoguiado una hora antes y hasta media hora después de la salida y la llegada del tren.
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