Por Flavia Tomaello
Toronto es una de las ciudades más grandes de Canadá. Moderna, cosmopolita y dinámica, nadie hubiera sospechado que sería precisamente allí donde se forjaría una historia de amor digna de un cuento de hadas.
Meghan Markle y el príncipe Harry se conocieron en Londres en julio del 2016 por un amigo en común, según confirmó la futura princesa en una entrevista con Vanity Fair. Pero la actriz ya se había mudado a Toronto cuando comenzó a filmar la serie de abogados Suits en 2011, por lo que las visitas de Harry a la ciudad canadiense fueron frecuentes y discretas. El amor nació en Londres, pero se terminó de forjar en Toronto.
Encantos de una urbe digna de la realeza
Las calles están limpias y todo se ve prolijo: casas, restaurantes, bares y vía pública exhiben canteras y macetas con flores multicolores. Todo el mundo es amable y los mozos suelen escribir un "thank you" de puño y letra en los tickets.
Es común cruzarse en la ciudad con gente ataviada con gorros, camisetas y hasta el conjunto completo de los Blue Jays: el equipo de fútbol americano que compite en la liga estadounidense y que constituye una de las dos principales pasiones deportivas locales. La otra es Toronto Maple Leaf, el equipo de hockey sobre césped cuyas principales figuras son homenajeadas tanto en el Air Canada Center como en el Hockey Hall of Fame.
The Annex es un barrio universitario en el downtown de la ciudad. Como tal, cuenta con una explosión de vanguardia y muta de manera permanente. Muchos negocios gastronómicos, con predominancia de lo orgánico en calles repletas de verde que huelen a sopa casera y queso quemado. Es, además, el espacio más convocante para los inmigrantes (esencialmente ingleses) que llegan a Toronto. Es aquí donde comenzó su residencia Markle (36 años) cuando comenzó a grabar Suits.
A poco de instalarse; Markle inició su colaboración con Sentaler (555 Richmond St. West, Suite 404), una marca local icónica de indumentaria con base en fibras naturales con una fuerte impronta de piezas de alpaca, una propuesta libre de aceites, lo que la hace más amigable en el lavado, además de ser hipoalergénica.
El punto de inicio de todo recorrido por la ciudad parte del llamado "barrio de entretenimiento" junto a la célebre CN Tower, referencia que se ve prácticamente desde cualquier punto de la ciudad. Inaugurada en 1976, tiene más de 500 metros de altura y se accede por un ascensor que demora casi un minuto en llegar a la parte superior. Las vistas cortan la respiración.
Además, hay dos restaurantes: 360º, en el que conviene reservar, y Horizons, donde se pueden disfrutar algunas comidas rápidas en mesas junto a la ventana. Bajando unas escaleras, sorprende un piso de vidrio en el que uno puede pararse y experimentar la vertiginosa sensación de estar suspendido en el aire y muy, pero muy, lejos del suelo.
Justo al lado, el Ripley's Aquarium ofrece una propuesta sensacional. No se trata solo de ver cientos de especies de peces, tiburones, mantarrayas, medusas o caballitos de mar, sino de atravesar decenas de juegos interactivos, pequeñas experiencias, trampas que activan la curiosidad.
Una cinta transportadora lleva al visitante por un túnel bordeado por las peceras, donde se puede ver de primera mano y casi cara a cara a los numerosos tiburones que habitan sus aguas. En otro espacio, unos recipientes con cangrejitos que comen piel muerta: basta poner una mano en el interior y vendrán de inmediato a darse un banquete. Al final, piletas donde se pueden acariciar cangrejos o pequeños y gelatinosos tiburones (¡Los que se atreven!). Una experiencia que para Meghan era una visita infaltable que permite descubrir la vida natural que tanto ama, debilidad que comparte con su futuro esposo.
Pura interacción
Al final de esa misma calle, una sorpresa adicional: un museo ferroviario con una amplia exposición a cielo abierto. Desde locomotoras antiguas hasta una cabina de guardabarreras de 1914, pasando por la roundhouse, una estructura circular que desemboca en un puente de maniobras y que solía utilizarse para la reparación de trenes. Más allá, la antigua Don Station, última parada, inactiva desde 1967, antes de la terminal de Toronto, la Union Station. Los nostálgicos pueden darse el gusto de hacer un paseo sobre un tren mínimo que circula sobre una trocha de unos pocos centímetros de ancho (la vuelta cuesta 3 dólares).
Para descansar, la Steam Whistle Brewing, una fábrica de cerveza artesanal ubicada en uno de los extremos restaurados de la rondhouse. La actriz recomienda allí los pretzels servidos con mostaza de cerveza y pickles.
Cuando el príncipe Harry la visitaba, recurrían a lugares más bien privados para salir a comer, como Hush-Hush, apenas a unos 10 minutos de la Union Station, o el club privado Soho House Toronto.
Los paseos de cara al lago Ontario son imperdibles: césped súper verde donde el visitante puede tirarse a gusto, observar los pequeños aviones que salen y llegan al aeródromo que se ubica justo del otro lado del lago, recorrer Harbour Park o tomar algo en Beaver Tails, bar ubicado en lo que fue el muelle 6 del antiguo puerto. Las caminatas preferidas de Meghan transcurrieron por Trinity Bellwoods Park, allí cerca.
Un poco hacia el norte, justo antes de Chinatown, se ubica uno de los paseos preferidos de la ex actriz: la Art Gallery of Ontario, con su frente aerodinámico espejado. En su interior, dos joyas fabulosas: la colección de modelos de barcos antiguos, en el subsuelo, y el proyecto ReBlink, por el cual los visitantes, con una app, pueden apuntar hacia determinados cuadros y ver cómo, realidad aumentada mediante, cobran vida.
Situado a unas pocas cuadras Kensington Market es un barrio vibrante y diverso. Para Markle, es el paseo ideal durante todo el verano, cuando el mercado es peatonal en domingo y se siente como una gran fiesta: bandas tocando, los olores de todas las cocinas exóticas flotando en el aire, y un ambiente relajado.
Lujo y diseño
La zona de Bloor Street y Yorkville, a la que se llega en metro (el pase diario con viajes ilimitados cuesta unos 10 dólares americanos), es la meca del diseño y el lujo. En pocos metros coexisten el Museo Gardiner, varias galerías de arte, la Fundación de Cultura Japonesa, las tiendas más caras (Gucci, Cartier, etc.) y el Royal Ontario Museum, con su inconcebible combinación de civilizaciones antiguas (incluye algunas momias egipcias), dinosaurios y animales embalsamados. Aquí también hay algunos de los restaurantes más lindos de la ciudad, como el italiano Sotto Sotto.
Un poco más alejada, se encuentra Casa Loma, una propiedad construida en 1911 para Sir Edward Pellet y su esposa Lady Mary, que llegó a ser la residencia más grande de todo Canadá. Pellet se hizo millonario como empresario de energía (fue el responsable de traer luz eléctrica a la ciudad y construyó una represa en las cercanas cataratas del Niágara) y luego perdió todo entre guerras mundiales y expropiaciones gubernamentales, por lo que a pesar de haber invertido casi 4 millones de dólares, nunca llegó a terminarla. En el Café Liberty, en el subsuelo, hay una colección de afiches con las películas que se filmaron en la casa.
Toronto es una ciudad sin grandes atracciones ni fotos imperdibles. Sin embargo, ofrece uno de los activos más importantes para un viajero: la oportunidad de sentirse a gusto, como en casa, dedicándose únicamente a pasarla lo mejor posible. Meghan Markle adoptó aquí un perfil muy canadiense: el de la tranquila chica de al lado que aspira a grandes cosas, en t-shirt y jeans. Se mimetizó con el entorno y gran parte del éxito de su relación fue el estilo de vida de la ciudad que la cobijaba: cosmopolita, genuina, con un fuerte impulso de transformación. Y claro, un romance de ensueño.
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