Hay muchas ciudades a las que el verano les sienta bien: Río, Ciudad del Cabo, Miami. Pero no hay ninguna en donde sea más exquisito que en Sídney.
Empezando por la arena blanca y prístina de las playas que serpentean a todo lo largo del corazón de una la ciudades más cosmopolitas y modernas del hemisferio sur.
Ya sea que uno decida sumergirse en la cocina de primer nivel mundial con una especie de obsesión por usar productos orgánicos y de altísima calidad, o que se dedique a tirarse en la playa a tomar sol en un lugar donde la temperatura raramente baje de los 27°C, Sídney es una ciudad espectacular, casi un resumen perfecto de lo mejor de Australia.
Esta nación decidió apodarse a sí misma "el país con suerte" (o "el país suertudo") y con la calidad de vida que se disfruta aquí, que solo podría describirse como "desintoxicante", es realmente difícil estar en desacuerdo, especialmente durante un viaje a Sydney.
Un recorrido podría comenzar por sumergirse en el corazón del Sydney Harbour. Es el centro de la actividad de la ciudad y también la línea de largada de una de las más prestigiosas "yacht races": la que une Sídney con Hobart.
Aquí esta lleno de timoneles, expertos en la tarea sin igual de surfear las olas con un yate. Su trabajo comienza ni bien el sol sale por la mañana porque ya hay decenas de turistas esperando para tomar los tours que a esa hora los reciben con una mezcla de azules, desde el más profundo hasta el turquesa claro.
El puerto de Sídney es uno de los más espectaculares del mundo. La gran mayoría de los australianos tienen un vínculo especial con el agua y el océano. Es muy difícil escaparle a esa cultura marítima que los define. El agua es una especie de gran "igualador": todos los ciudadanos tienen el mismo derecho a acceder a ella y el mismo "titulo de propiedad".
Esa cultura está en el espíritu que todo australiano tiene para dar la bienvenida a quien llega, que también coincide con su popularizada actitud relajada ante la vida. ¿Cómo uno podría estar estresado con escenarios como este?
Hasta la seis veces campeona mundial de surf, Stephanie Gilmore, comparte esta idea. Es algo que cualquiera puede tambien sentir si se anima a dar unos remazos en las aguas de Bondi Beach en los atardeceres mágicos de Sídney. "Es como si fuera nuestro patio de juegos", dice Stephanie. "Nos criamos así desde pequeños: el agua salada está metida en el tuétano de todos los australianos".
Se trata en realidad de un estilo de vida y también, diría yo, de una manera especial de vivir. En como una experiencia espiritual que tiende a centrar el carácter de los individuos, como si los alejara del estrés de las oficinas y los recluyera en una paz interior que proviene del mar.
Los australianos son curiosos y abiertos de mente. Todos hablan acerca de cuál fue el último lugar al que fueron a comer afuera, aun cuando según otros parámetros puedan aparecer como muy sofisticados, especialmente en materia de cocina: ellos saben apreciar dónde está lo bueno.
Ya se trate de una comida o de una experiencia nueva, los "aussies" son exploradores, siempre buscando nuevas aventuras. Son viajeros por naturaleza, lo que hace completamente irónico el hecho de que Sydney sea una ciudad de la que uno no quisiera irse nunca.
Aquí los residentes locales se pueden quedar en casa el fin de semana y volver a la oficina el lunes con la sensación de haber estado un par de días de descanso fuera de casa.
¿Y para los turistas? El primer pensamiento que les pasa generalmente por la cabeza una vez que aterrizan aquí es: "¿Cómo no vine aquí antes? Creo que es la mejor tarjeta de invitación para de una buena vez visitar Sídney.
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