"¿Quieren viajar a una velocidad crucero o al máximo posible?", pregunta el piloto y la respuesta es inmediata y al unísono: "Lo más rápido posible". Blanco y con detalles en amarillo, de apenas 13 metros de largo y 4,54 metros de alto, la nave abre su compuerta y la alfombra invita a una experiencia exclusiva.
El HondaJet, la primera incursión de la marca en el mercado, es el avión privado más rápido del mundo en su categoría. Avanza algunos metros en pista y la velocidad aumenta raudamente. A los pocos segundos, solo después de recorrer 300 metros, la nave comienza a flotar en el aire. Gana vuelo hasta perderse en la niebla espesa que rodea a San Fernando.
Hay cinco asientos, cuatro enfrentados y uno al lado de la puerta, más los dos de la cabina. Todos ellos de cuero y con la posibilidad para desplazarse hacia adelante, hacia atrás y hacia los costados. El techo, por más cercano que parezca, nunca resulta una molestia. Los primeros rayos de sol se cuelan cuando se supera la capa gris. Sube hasta alcanzar los 13 mil metros de altura o, en lenguaje aeronáutico, los 43 mil pies.
"Este es el Rolls Royce de los jets privados. Tiene todas las comodidades", dice a Infobae Guillermo Tufró, presidente de Hangar Uno, encargada de la comercialización del HondaJet, una suerte de concesionaria. Cuando el sol ya molesta, despliega uno de sus "chiches". Las cuatro ventanillas tienen células que miden el calor y se pueden regular. De inmediato, se polarizan y el sol deja de existir.
"Está pensado para viajes cortos, de unas dos horas de duración", agrega Tufró. El jet tiene una autonomía de 1.200 millas. "Es perfecto para el mercado local", se suma Ryan Ramos, director de ventas de Honda en Latinoamérica, ahora al mando de la nave. "Puede abarcar todo el país e incluso llegar a Santiago de Chile o a San Pablo".
Ambos coinciden en que el jet, un producto por demás exclusivo de 4.9 millones de dólares, tiene tres tipos de clientes: empresas que cuentan con muchas sucursales, para hacer reuniones en distintos sitios; empresas que alquilan y proveen el servicio a otras compañías y empresarios con alto poder adquisitivo que gustan de volar.
Para pilotear el avión solo se necesita un curso de quince días en Carolina del Norte, aunque Ramos recomienda unas mil horas de experiencia para hacerlo. Cada viaje, entre combustible y revisiones, cuesta cerca de 1.000 dólares. Los motores encima de las alas, además de un ahorro de combustible entre 10 y 15%, proporcionan mayor espacio.
Cuando el avión llega a Gualeguaychú en apenas veinte minutos, pega la vuelta como si fuera una avioneta y desanda el camino a San Fernando con solo un rumor de fondo. "Una de las principales características del jet es que casi no se siente el ruido. Eso lo diferencia de los modelos de la competencia", asegura Tufró.
La cabina cuenta con tres pantallas apaisadas de 14 pulgadas y dos controladores de pantalla táctil. El sistema personalizado y automatizado permite a los pilotos una navegación sin contratiempos y una planificación integral.
La nave ya se esconde entre las nubes. El descenso es paulatino, casi inadvertido. Despliega sus ruedas cuando ya la pista se divisa a la distancia. El piso se acerca y el aterrizaje es suave, como si fuera un trámite menor. En poco más de 40 minutos, el avión llegó a Gualeguaychú, dio la vuelta y regresó a San Fernando.
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