Wanderlust es una palabra utilizada en los países de habla inglesa -aunque tomaron el término prestado del alemán- para definir un gran deseo de viajar, o explorar el mundo. Una pasión incontrolable por no quedarse quieto. Eso es precisamente lo que impulsó a Catherine Domain, una francesa aventurera que visitó 150 países en su vida y que dedicó sus días a coleccionar sellos en su pasaporte y a conocer culturas tan diferentes y lejanas que podría llenar millones de hojas en blanco. Pero cuando le llegó el momento de sentar cabeza, lo hizo de la mejor manera posible: fundó la primera librería de viajes del mundo.
La librairie Ulysse está ubicada en la rue Saint-Louis en París, Francia. Abrió en 1974, 44 años atrás, y fue la primera de su tipo, especializada en libros de viajes, novelas, guías y mapas de todo el mundo. Hoy es una librería de culto a la que llegan jóvenes y adultos a descubrir tesoros y a pedirle consejos a su sabia dueña, que de viajar sí que sabe, y de libros también. Su "atención al cliente" consiste en compartir un café y hablar sobre sus travesías y los rincones del planeta a la que la llevaron sus inquietos pies.
Es que Catherine Domain tiene una historia increíble, sobre la que muchos sueñan con llevar y pocos se animan a cumplir. Un viaje la llevó a transitar el mundo desde Egipto a Yemen, con visitas a Nueva Guinea, Sri Lanka e Indonesia, entre los 20 países del Pacífico que conoció en aquella inolvidable travesía. También emprendió una aventura desde México hasta Tierra del Fuego -su librería se especializa en cartografía de Argentina y Chile, por cierto- y recorrió en micros el largo trecho entre Francia y Nepal.
Y mientras atravesaba el mejor momento de su vida, se dio cuenta de que en algún momento debería parar este viaje infinito y debería trabajar y asentarse. ¿Pero quién puede pasar de subirse a las pirámides de Giza y navegar por el Nilo a trabajar 9 horas encerrado en una oficina? Es por eso que decidió que lo que sea que se decidiera a hacer tendría que cumplir tres requisitos esenciales. Primero, no quería tener ni jefes ni empleados. Segundo, quería disfrutar de su profesión y derivar placer de ella. Y por último el requisito esencial: quería un trabajo que le otorgara la exquisita libertad de poder continuar con su incesante pasión de viajar.
Una librería de viajes parecía entonces la respuesta perfecta. Fue en Sri Lanka donde se le ocurrió esa brillante idea. Se dio cuenta de que no existía ninguna, y se dispuso a llenar ese hueco. Cuando arribó a París, lo único que restaba era encontrar la librería perfecta. De casualidad un día se topó con Ulysse, un local en la rue Saint-Louis que estaba en venta. El nombre era perfecto; el del héroe homérico de la mitología griega y el nombre de la obra de James Joyce. Era una señal que no podía ignorar.
"He pasado la crisis económica, la crisis del libro, he sobrevivido a la llegada de internet, la tele, los jóvenes que leen cada vez menos… Mis dos competidores más cercanos han desaparecido… Y yo me agarro como una concha a la roca, para ser la última en irme", expresó Catherine a un medio local. Y, a pesar de todo, se puede dar el lujo de levantarse tarde y trabajar sin apuro. Atiende su local de martes a viernes de 14 a 20 horas, aunque en caso de necesitarlo cita a sus clientes fuera de ese horario.
Se define como 50% viajera y 50% librera. Es parte de un sinfín de clubes y sociedades de viajeros como el Club International des Grand Voyageurs -al que sólo se puede ingresar habiendo visitado por lo menos 150 naciones- y la Société des Explorateurs. "Mi librería es una manera de viajar estando en París porque cada libro que está en mis estanterías es parte de mis aventuras, y cada cliente que entra trae el viento del viaje". Es que Catherine termina de contar más rápido los países que no visitó que los que ya conoce, y su wanderlust está lejos de agotarse.
Ulysse es sin dudas una librería con historia, y un lugar imperdible para visitar alguna vez en la vida.