En diciembre, el personal del Instituto Estadounidense de Escritores y Artistas —una organización de membresía para redactores creativos, con 26 años de antigüedad— se dio cuenta de que algo grande estaba sucediendo.
Se acababa de lanzar la edición más reciente de ChatGPT, un “enorme modelo de lenguaje” que se vale del internet para responder preguntas y realizar tareas a pedido. Sus capacidades eran asombrosas, y estaban de lleno en la jurisdicción de las personas que generan contenido, como textos publicitarios y publicaciones de blogs, para ganarse la vida.
“Están horrorizados”, afirmó Rebecca Matter, presidenta del instituto. Durante las vacaciones decembrinas, organizó con premura un seminario web sobre los escollos y el potencial de la nueva tecnología de inteligencia artificial. Más de 3000 personas se inscribieron, contó Matter, y el mensaje general fue aleccionador pero reconfortante: los escritores podrían usar ChatGPT para completar las tareas con mayor rapidez, y avanzar a puestos de mayor nivel en la planificación de contenido y la optimización de los motores de búsqueda.
“Creo que sí va a minimizar los proyectos de redacción de formato corto”, afirmó Matter. “Pero por otro lado creo que habrá más oportunidades para cosas como la estrategia”.
ChatGPT de OpenAI es el avance más reciente en una marcha constante de innovaciones que tienen el potencial de transformar muchas ocupaciones y eliminar otras, a veces en paralelo. Es demasiado pronto para hacer un recuento de quiénes están en peligro y quiénes siguen habilitados, o para medir el impacto general en la demanda laboral y la productividad. Pero lo que parece claro es que la inteligencia artificial afectará el trabajo de maneras diferentes que las oleadas anteriores de tecnología.
La visión positiva de herramientas como ChatGPT es que podrían ser complementos al trabajo humano en lugar de remplazos. Sin embargo, no todos los trabajadores son optimistas sobre el posible impacto.
Katie Brown es redactora de propuestas en los suburbios de Chicago en una pequeña organización sin fines de lucro que se enfoca en combatir la violencia doméstica. A principios de febrero, Brown quedó sorprendida al enterarse de que una asociación profesional de redactores de propuestas estaba promoviendo el uso de software de inteligencia artificial que completaría automáticamente partes de una solicitud, por lo que el humano solo tendría que pulirla antes de enviarla.
La plataforma, llamada Grantable, se basa en la misma tecnología que ChatGPT, y se comercializa a los trabajadores independientes que cobran por redactar la solicitud. Eso, pensó Brown, claramente amenaza las oportunidades en la industria.
“Para mí, es sentido común: ¿cuál opción crees que elegirá una pequeña organización sin fines de lucro?”, preguntó Brown. “¿Pagar el salario de tiempo completo de una persona más beneficios, o a alguien equipado con una IA al que no le tienes que pagar prestaciones?”.
La inteligencia artificial y el aprendizaje automático han estado operando detrás de muchas empresas durante años, ayudando a evaluar un gran número de posibles decisiones y alinear mejor la oferta con la demanda, por ejemplo. Y muchos avances tecnológicos a lo largo de los siglos han disminuido la necesidad de ciertos trabajadores, aunque en cada una de esas situaciones, los empleos creados han compensado con creces la cantidad de los empleos perdidos.
Sin embargo, ChatGPT es el primero en confrontar una gama tan amplia de trabajadores de oficina de manera tan directa, y en ser tan accesible que las personas pueden usarlo en sus propios trabajos. Además, está mejorando rápidamente: este mes, salió una nueva edición. Según una encuesta realizada por el sitio web de búsqueda de empleo ZipRecruiter tras el lanzamiento de ChatGPT, el 62 por ciento de quienes buscaban empleo afirmaron estar preocupados de que la inteligencia artificial pudiera descarrilar sus carreras.
“ChatGPT es el que lo hizo más visible”, afirmó Michael Chui, socio del Instituto McKinsey Global que estudia los efectos de la automatización. “Así que creo que comenzó a plantear preguntas sobre dónde podrían comenzar a acelerarse esos plazos”.
Esa también es la conclusión de un informe de la Casa Blanca sobre las implicaciones de la tecnología de inteligencia artificial, incluido ChatGPT. “El riesgo principal de la IA para la fuerza laboral está en la perturbación general que probablemente les causará a los trabajadores, ya sea porque sus trabajos se volverán automatizados o porque el diseño de su trabajo cambiará de manera fundamental”, escribieron los autores.
Por el momento, Guillermo Rubio ha descubierto que su trabajo como redactor publicitario ha cambiado notablemente desde que empezó a utilizar ChatGPT para generar ideas para entradas de blog, escribir los primeros borradores de boletines, crear cientos de ligeras variaciones de textos publicitarios de stock y convocar una investigación sobre un tema sobre el que podría escribir un libro blanco.
Como sigue cobrando lo mismo a sus clientes, la herramienta le ha permitido trabajar menos. Sin embargo, si el precio de los textos publicitarios baja -lo que podría ocurrir a medida que mejore la tecnología-, confía en poder dedicarse a la consultoría de estrategia de contenidos, además de a la producción.
“Creo que la gente es más reacia y temerosa, y con razón”, afirma Rubio, que vive en Orange County (California). “Puedes verlo de forma negativa o puedes aceptarlo. Creo que lo más importante es ser adaptable. Tienes que estar abierto a aceptarlo”.
Tras décadas de estudio, los investigadores tienen muchos conocimientos sobre el impacto de la automatización en la fuerza laboral. Economistas, como Daron Acemoglu del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés), han descubierto que desde 1980, la tecnología ha desempeñado un papel protagónico en la amplificación de la desigualdad de ingresos. A medida que los sindicatos se fueron atrofiando, a su vez vaciando los sistemas de capacitación y recapacitación, los trabajadores sin educación universitaria vieron cómo su poder de negociación se fue reduciendo frente a máquinas capaces de realizar tareas rudimentarias.
Sin embargo, la llegada de ChatGPT hace tres meses, ha detonado una serie de estudios que se basan en la idea de que este no es un robot promedio.
Un equipo de investigadores realizó un análisis que muestra las industrias y ocupaciones que están más expuestas a la inteligencia artificial, según un modelo adaptado a herramientas generativas de lenguaje. Los primeros en la lista eran los profesores universitarios de humanidades, los proveedores de servicios legales, los agentes de seguros y los teleoperadores. Sin embargo, la mera exposición no determina si la tecnología es propensa a remplazar trabajadores o simplemente aumente sus habilidades.
Shakked Noy y Whitney Zhang, estudiantes de doctorado en el MIT, realizaron un ensayo aleatorio y controlado con profesionales experimentados en campos como las relaciones humanas y la mercadotecnia. A los participantes se les asignaron tareas que por lo general toman de 20 a 30 minutos, como escribir comunicados de prensa e informes breves. Quienes utilizaron ChatGPT completaron las tareas un 37 por ciento más rápido en promedio que quienes no lo hicieron, lo que significó un aumento sustancial de la productividad. También reportaron un aumento del 20 por ciento en la satisfacción laboral.
Un tercer estudio —en el que se utilizó un programa desarrollado por GitHub, propiedad de Microsoft— evaluó el impacto de una IA generativa específicamente en los desarrolladores de software. En una prueba realizada por los investigadores de GitHub, los desarrolladores a los que se les asignó una tarea de nivel básico y se les animó a usar el programa, llamado Copilot, completaron su tarea un 55 por ciento más rápido que quienes la hicieron manualmente.
No se había visto ese tipo de ganancias de productividad desde la adopción masiva de la computadora personal.
“Pareciera estar haciendo algo fundamentalmente diferente”, afirmó David Autor, otro economista del MIT, quien asesoró a Zhang y Noy. “Antes, las computadoras eran poderosas, pero solo hacían de manera robótica lo que la gente las programaba para hacer”. La inteligencia artificial generativa, por otro lado, es “adaptativa, aprende y es capaz de resolver problemas de manera flexible”.
Hay otra conclusión de las investigaciones iniciales: ChatGPT y Copilot elevaron más a los trabajadores con menos experiencia. Si esto resulta ser cierto más en general, podría mitigar los efectos del aumento de la desigualdad a causa de la inteligencia artificial.
Por otro lado, a medida que cada trabajador se vuelva más productivo, se requerirán menos trabajadores para completar un conjunto de tareas. El que eso reduzca el número de puestos de trabajo en industrias particulares dependerá de la demanda del servicio proporcionado y de los puestos de trabajo que podrían crearse para ayudar a gestionar y dirigir la IA. El “prompt engineering” o ingeniería rápida, por ejemplo, ya es una habilidad que aquellos que experimentan con ChatGPT el tiempo suficiente pueden añadir a sus currículos.
Dado que la demanda de código de software parece insaciable y los salarios de los desarrolladores son extremadamente altos, parece poco probable que el aumento de la productividad les cierre las puertas a las personas que buscan ingresar al sector.
© The New York Times 2023