Stilettos, plataformas o kitten heels: resulta casi imposible sustraerse a la complejidad que encierran unos simples zapatos de tacón, castigo y a la vez privilegio de muchísimas mujeres.
Las mujeres saben que se las juzga por su ropa, pero incluso su elección de calzado influye en la forma en que se las percibe en la oficina, según Sreedhari Desai, profesora asociada de comportamiento organizativo en la Escuela de Negocios Kenan-Flagler de la Universidad de Carolina del Norte, que compartió los resultados de una investigación sobre los efectos de la vestimenta de las mujeres en el trabajo en un debate con Max Bazerman, de la Escuela de Negocios de Harvard.
Desai admitió que el tema puede ser visto como frívolo, pero expuso sus argumentos en defensa de la investigación. Los tacos de las mujeres están cargados de poderosos significados culturales, por eso ofrecen a los estudiosos “un ojo de la cerradura a través del cual podemos examinar la cuestión más amplia de cómo se crea o recrea la desigualdad de género y se mantiene a lo largo del tiempo en las organizaciones”.
Esos significados culturales son complicados porque, por un lado los tacos pueden apreciarse como herramientas útiles de “poder” para ascender en la escala profesional, que aumentan la confianza y transmiten autoridad, pero en otros pueden significan nociones convencionales de feminidad que fomentan la objetivación sexual y disminuyen las perspectivas de carrera. “En cualquier caso, los tacones altos siguen considerándose la opción más profesional para las mujeres en muchas líneas de trabajo, desde las ventas al por menor de lujo y las aerolíneas hasta los bancos de inversión y los tribunales”, dijo la investigadora.
En algunos países, como el Reino Unido, Japón e Israel, las empresas pueden despedir legalmente a las mujeres por mala conducta si se niegan a llevar tacones. En Estados Unidos, los empresarios pueden establecer códigos de vestimenta siempre que no sean excesivamente gravosos para un grupo de género.
Para comprobar si los tacos contribuyen o son un obstáculo en la carrera profesional de las mujeres, Desai y su equipo realizaron una serie de estudios para entender cómo la gente evaluaba a las mujeres en una serie de dimensiones y en una variedad de escenarios de trabajo, como dirigir una clase, hacer una presentación, hacer una entrevista de trabajo, participar en una negociación, con la única variable de si la mujer llevaba tacos o zapatos planos.
Una y otra vez, las mujeres que llevaban zapatos planos fueron consideradas más capaces, más preparadas y obtuvieron evaluaciones más altas tanto de hombres como de mujeres de entre 20 y 50 años. En el caso de un trabajo “masculino” como el de director, el prejuicio contra las mujeres con tacos se mantuvo incluso cuando los zapatos del otro candidato no eran visibles para los observadores.
“Hay variables que merecen un estudio más profundo, como las diferencias raciales, nacionales y culturales, para ver cómo influyen en las percepciones y si los observadores valoran de forma similar a los hombres que llevan tacos o alzas en los zapatos”, advirtió la experta.
Y continuó: “Lo importante aquí es que a través de múltiples conjuntos de escenarios, todavía estamos viendo un efecto. Por lo tanto, hay que ser consciente de que, incluso pequeñas cosas como ésta, pueden influir en la percepción que los demás tienen de uno como profesional y como persona”.
El creciente deseo de comodidad, junto a la incomprensión mayoritaria de las reglas que se dirigen a un solo género, ha calado en los estilos de vida y afectado al dress code profesional. De ahí que muchas compañías aéreas o ferroviarias hayan cambiado los estrictos códigos estéticos de sus azafatas permitiéndoles utilizar pantalón, al igual que sus compañeros hombres. Romper con estas diferencias tan extremas entre la indumentaria profesional masculina y la femenina es otro reto que hay que superar para reducir la discriminación laboral por género.
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