Un grupo de especialistas del Instituto de Neurociencias de Alicante, España, (CSIC-UMH) llevó adelante un estudio en ratas de laboratorio que mostró que la jerarquía social o liderazgo es una moduladora determinante de comportamientos que benefician a los demás, en tanto que el género o el grado de familiaridad son factores que no afectan al desempeño de los grupos.
La investigación fue dirigida por la neurocientífica Cristina Márquez y fue publicada en Current Biology. Según los expertos, este comportamiento beneficioso para el entorno son llamados prosociales y son comunes en muchas especies, ya que son fundamentales para la supervivencia, a la vez que permiten las interacciones sociales positivas, como la cooperación, que es parte del sostén del bienestar individual y grupal.
Los científicos consideraron que el estudio dará impulso a las investigaciones sobre la forma en que el cerebro y sus circuitos interpretan las acciones de los demás en la toma de decisiones sociales.
“Es especialmente llamativo que las conductas altruistas de los individuos dominantes están impulsadas por sus subordinados, con su acercamiento a los líderes y el aumento de vocalizaciones positivas o afiliativas cuando preveían que estos iban a comportarse de forma egoísta”, aseguró Márquez.
Lo realmente destacable del análisis es la manera cómo los individuos “sumisos” indicaron sus necesidades, atrajeron la atención de los líderes y fomentaron las conductas prosociales de parte de los conductores de forma más rápida. Además, los científicos han observado que el lenguaje corporal permite a los líderes conocer el efecto de sus acciones sobre sus subordinados.
“Con este trabajo hemos evaluado cómo las ratas de laboratorio adaptan su decisión de ayudar o no en función del contexto social con el objetivo de identificar el modo en que los animales incorporan las acciones de los demás en la toma de decisiones sociales”, explicó Márquez.
Para mostrar estas acciones, los científicos utilizaron una tarea de dos opciones en la que las ratas pudieron proporcionar recompensas a un par en ausencia de beneficio propio o comportarse de forma egoísta. Sobre este dilema, evaluaron qué condiciones promueven la prosocialidad manipulando el contexto social de los animales.
“Primero identificamos las condiciones sociales en las que se pueden detectar diferencias en la prosocialidad y después realizamos un análisis refinado de las interacciones sociales observadas”, explicó Michael Gachomba, primer firmante del trabajo. “Queríamos entender por qué hay individuos que ayudan más a otros, o que no ayudan”, señaló Joan Esteve-Agraz, otro de los autores de la investigación.
“Curiosamente, hemos visto que los mayores niveles de prosocialidad de los dominantes son consecuencia de que sus compañeros sumisos son mejores comunicando sus necesidades y, por tanto, son capaces de modificar su comportamiento. Este efecto realza la importancia la bidireccionalidad de las interacciones sociales en la toma de decisiones”, remarcó Márquez.
“Normalmente pensamos en los sujetos dominantes como más agresivos, pero en este estudio describimos que no es así, sino que también prestan más atención a las necesidades de los otros”, agregó Gachomba.
En el trabajo, los científicos señalaron que “aunque la prosocialidad es esencial para la cooperación y los vínculos sociales, todavía sabemos muy poco sobre cómo los animales integran las señales de comportamiento de aquellos que necesitan tomar decisiones que aumenten su bienestar”.
Este estudio permitirá avanzar en la investigación de cómo el cerebro y sus circuitos interpretan las acciones de los demás en la toma de decisiones sociales, un proceso complejo y que resulta afectado en diferentes trastornos sociales, como los del espectro autista o de personalidad antisocial.
Los investigadores identificaron que “las parejas con tomadores de decisiones dominantes exhibieron interacciones más próximas en la distancia social. Curiosamente, estas interacciones más coordinadas fueron impulsadas por animales sumisos que modulaban su posición y movimiento hacia sus dominantes y aumentaban la tasa de vocalización de 50 kHz cuando sus compañeros iban a comportarse de manera egoísta. Esta exhibición de señales multimodales por parte de animales sumisos mientras señalaban la necesidad promovió la prominencia social y una aparición más rápida de elecciones prosociales de las ratas dominantes”.
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