Mucha gente piensa que la inteligencia emocional es algo de aplicación individual y que forma parte de la maduración de las personas, que luego la pueden aplicar en distintos ámbitos de su vida.
Sin embargo, hoy se sabe a través de estudios de competencias profesionales, que esta serie de habilidades blandas ayudan decisivamente al desarrollo de cada miembro de una organización, y que está en el top 10 de las más importantes para tener éxito en el proceso de búsquedas laborales y como componente fundamental para armar equipos.
Por esto, las capacidades emocionales son clave para desarrollarse profesionalmente y trabajar en el mundo actual. Se requiere aplicar permanentemente la empatía, el servicio a los otros, la flexibilidad, adaptabilidad, el aprender a aprender y la comunicación asertiva, entre otras herramientas para poder alcanzar los objetivos planteados
La inteligencia emocional es parte fundamental de cualquier estrategia de conducción de personas. Desde el rol de líderes, el desafío es conformar teams de trabajo cohesionados, entusiasmados y con la energía que les permita superar los desafíos.
Aquí 5 de las formas prácticas para incrementarla con el talento que cualquier líder tiene a cargo, e incluso, practicarla mano a mano con compañeros de trabajo:
1. Mejora la comunicación y multiplica el compromiso
Uno de los principales focos de dificultad en los equipos se basa en una comunicación ineficiente. A veces por ego, lucha de poder y competencias, se producen distorsiones en el flujo de información que se comparte, y de esta forma, las conversaciones pasan a ser territorios de lucha, y no de conquistas. Aparece la emoción, siempre presente en la vida de las personas; es indisoluble de quienes somos, porque nos expresamos como lenguaje, cuerpo y emoción todo el tiempo. Por eso es necesario entrenarse en gestionarlas con inteligencia emocional.
Un liderazgo asertivo se basa en enfocar en los beneficios de la claridad de la buena comunicación y en una mirada superadora de los problemas. Se trata de crear espacios donde primen la confianza, la apertura y las destrezas para compartir ideas en forma constructiva y apropiada, incluso en el disenso, que es natural que ocurra. De esta forma, se alienta el despertar del potencial de las personas del equipo; de lo contrario, se lo oprime o reprime.
Para lograrlo, puedes explorar la comunicación empática, donde cada uno comienza poniéndose en el lugar del otro frente a los intercambios que realicen.
Es importante considerar el impacto, alcance y viabilidad que se obtendrá, versus los resultados que se marcan para el equipo. Aquí obtendrás un KPI, indicador que determinará si esa comunicación está en línea con las metas, o se desvía hacia algo que no es lo suficientemente contributivo. De esta forma, podrás realizar ajustes.
Otro aspecto que te ayudará es que, sin importar los roles, el flujo comunicacional necesita estar siempre abierto y ser de ida y vuelta, no como una imposición, sino una co-construcción enfocada en el logro que se persigue.
Finalmente, utilizar distintas metodologías de feedback y feedforward -retroalimentación hacia el futuro-, teniendo en cuenta que, siempre que se haga una observación, se la focalizará hacia una idea o situación, no hacia la persona. Así se crea una instancia donde prevalecerán las comunicaciones generativas que agregan valor.
2. La capacidad de saber escuchar al otro
Dicen que tenemos dos orejas y sólo una boca para escuchar el doble de lo que hablamos.
Oír no es lo mismo que escuchar. Para lograrlo, la inteligencia emocional sirve para que cada líder y su equipo pueda conectar profundamente con las demás personas, a partir de activar el poder de la escucha activa.
Por ejemplo, no es lo mismo escuchar para defendernos, escuchar por respeto, escuchar por compromiso, o escuchar al jefe porque le tengo miedo.
La escucha activa permite recepcionar mejor las ideas y poner el foco en lo realmente importante. Escuchar de manera activa hacerlo con el propósito de entender, comprender y tomar los dichos de otro que asumimos, sin inferencias, suposiciones ni juicios que afecten las relaciones del equipo.
Al escuchar con una predisposición abierta lo constructivo, en presencia completa y sin levantar las defensas como primera reacción, cada persona se abre a un mundo de posibilidades a conectar mejor.
Los líderes tienen la importante función de ser el ejemplo de la escucha activa y quien transmita su importancia, a la vez que expande esta norma de comunicación no escrita.
Para fomentarla, puedes empezar por trabajar en la no interrupción entre las personas cuando alguien está hablando, suspender la “lectura de mente” queriendo adivinar lo que los demás van a decir o están pensando; y evitar la censura de ideas.
Asimismo, es necesario instaurar espacios formales e informales de expresión honesta y sincera, con libertad y sin prejuicios, y generar el entorno para que cada miembro tenga la oportunidad de manifestar sus ideas e impresiones.
3. Desarrollar el espíritu de empatía grupal
La sensibilidad y el ser profundamente humanos y cercanos son dos de las cualidades para abordar la empatía grupal.
Además de ponerse en los zapatos de las personas, un paso más puede ser el empezar a vibrar y sentir imaginándonos en el mundo emocional del otro.
La empatía abarca aspectos laborales y también personales, cuando aparecen desafíos en la vida de algún miembro que necesita del acompañamiento incondicional del líder y de sus colegas.
En el nuevo estilo de liderazgo que emerge en el mundo actual, se visualiza que se están terminando las organizaciones donde el jefe hacía caso omiso a cómo se siente una persona en su lugar de trabajo. Hoy, cuando la percepción es de indiferencia, destrato o incomprensión, los miembros de un equipo lo hacen saber.
Un buen líder debe estar atento a esto y propiciar la calidez humana mientras sigue buscando alcanzar sus metas grupales. Recuerda, no eres un jefe, eres un líder. Una de las diferencias más importantes radica en este punto.
4. Gestionar los conflictos sin echar más gasolina al fuego
Lo que en su equivalente individual sería la gestión apropiada de la ira, el enojo, la decepción y la frustración, en inteligencia emocional de equipos hablamos de saber expresar cada emoción oportunamente para evitar escalar malestares y encontrar soluciones. Siempre habrá picos emocionales, lo importante es saber encauzarlos.
Los desacuerdos o los puntos de vista distintos son parte del trabajo con otras personas. Es más: la incorporación del disenso es lo que marca una gran diferencia y se lo puede usar en forma generativa; desde esta perspectiva, es rol de cada buen líder saber valorar el pensamiento diverso y el respeto por ello y entre cada integrante del team.
El trabajo por realizar es la búsqueda permanente de consensos, el compartir información de manera apropiada en un flujo constante, el escuchar las visiones complementarias, y percibir cómo están siendo asimiladas por el equipo poniéndole mente, corazón y espíritu a cada vínculo interpersonal.
5. Liderar desde la coherencia
La integridad y la coherencia son dos componentes indisolubles para una mejor inteligencia emocional.
La concordancia entre lo que se piensa, dice, hace y siente es la mayor demostración de equilibrio de quien lidera. Esta es una de las mejores formas de llevar a cabo cambios que sean duraderos y que se multipliquen hacia dentro de cada equipo, las mismas cualidades que esperamos que se instalen y calen hondo en sus integrantes.
Para trabajar estas competencias, se requiere un desarrollado auto conocimiento por cualquiera de los caminos que pienses que son apropiados. No es posible liderar a otros sin no se tiene este auto dominio de sí mismo.
Sugiero que siempre empieces por el ser, para luego reflejarlo en el hacer. Esa concordancia es lo que llama mucho la atención de quienes son líderes que transforman realidades. El desafío es que cada miembro del equipo sienta, viva, piense y actúe como agente de cambio, con impacto directo en la productividad y también en todo su entorno.
Daniel Goleman, impulsor de la Inteligencia Emocional, ha señalado que “La inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la multitud de dificultades –o de oportunidades– a la que deberemos enfrentarnos a lo largo de nuestra vida.”
Por eso, más allá de la preparación técnica es más imprescindible que nunca entrenar las habilidades blandas, para equilibrar el bienestar interno de cada persona con los logros que se esperan en las empresas. El desafío está en manos de cada uno, y la conducción, en manos de cada líder.
Daniel Colombo es facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 31 libros. LinkedIn Top Voice América Latina. Coach certificado Miembro de John Maxwell Team y por ICF.
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