El secreto del éxito profesional ha sido analizado y cuantificado en numerosas ocasiones, sin embargo, una de las cuestiones centrales no es sólo cómo alcanzarlo. También es muy importante mantener y sostener en el tiempo un buen desempeño laboral.
“Esforzate, trabajá duro y saldrás adelante”, es uno de los mandatos sociales bajo el que muchos nos hemos criado, un legado de padres a hijos sobre cómo el esfuerzo es el motor de el rendimiento profesional.
Sin embargo, todos los trabajadores se han preguntado en un momento u otro de sus carreras profesionales cómo es posible que, aun esforzándose al máximo, no les vaya particularmente bien, mientras ven cómo aquellos que se evitan las responsabilidades con una mayor frecuencia u obtienen peores resultados no dejan de ascender en la pirámide laboral
Los especialistas en el mundo del trabajo destacan tres factores que son como las tres “patas” que sostienen e impulsan el éxito en el desempeño laboral: el rendimiento, la imagen y la exposición, estas claves ya se anunciaban en el libro de Harvey Coleman, Empowering Yourself, The Organizational Game Revealed y son conocidas como los atributos PIE por sus iniciales en ingles (performance, image y exposure).
En su libro, Coleman intentó poner de manifiesto las “reglas no escritas” del mundo laboral con el objetivo de aportar herramientas que nos ayuden a repensar nuestro papel en la empresa cuando notemos que nos hemos estancado o que nuestro puesto está en peligro.
¿Qué peso tiene cada uno de estos factores en el camino hacia la excelencia?
Rendimiento:
Hay un consenso generalizado de que esto será lo que garantice nuestro éxito o fracaso. Sin embargo, el buen desempeño en las tareas diarias muchas veces supone sólo el 10% del éxito profesional. Con un rendimiento insuficiente no podremos salir adelante, pero no siempre es lo más importante.
Se podría resumir en la calidad y la cantidad con la que se entrega resultados a la empresa, cómo se cumplen los objetivos y cómo con ellos se empujan los planes estratégicos del departamento y negocio.
Muchas veces solemos centrarnos exclusivamente en este aspecto despreciando todos los demás, y de ahí, la creencia de que tan sólo con el esfuerzo y el sudor de nuestra frente llegaremos lejos. Pero no siempre es así.
Imagen:
“No sólo hay que serlo, también hay que parecerlo” es un frase conocida repetida de generación en generación, que puede ayudarnos en el mundo laboral. Por muy buenos resultados que obtengamos, estos serán inútiles si no actuamos de manera que proyectemos una imagen positiva ante los demás.
La imagen personal integral implica el 30% de la importancia en el trabajo diario para logra la excelencia, según Coleman. Este concepto no está referido a cómo nos vestimos, la apariencia es importante, pero la imagen persona integral es un concepto superador. Se trata de lo que el resto del equipo piensa sobre uno, tanto profesionalmente como personalmente, de cómo es de positiva su actitud ante los retos, de cómo plantea soluciones a los problemas y de cómo se relaciona con el resto de compañeros ante las alternativas o incluso posiciones contrapuestas.
¿Tratamos bien a nuestros subordinados? ¿Somos capaces de llegar a soluciones positivas cuando surge un problema? ¿Contribuimos a la buena marcha de la empresa o nos limitamos a alcanzar nuestros objetivos menospreciando al resto del equipo?
Un concepto en el polo opuesto a la imagen positiva es el “síndrome del impostor”, la sensación de que algunas personas no merecen el puesto que ocupan, a pesar de gozar de la aprobación de sus superiores o disponer de los datos que corroboren su éxito.
La imagen que proyectamos ante los demás es muy diferente de la que tenemos de nosotros mismos, por lo que debemos aprender a mirarnos con una mayor objetividad.
Exposición
No solo se trata del conocimiento que el jefe o superior tenga de cada uno y de recibir evaluaciones positivas. Incluye la gente que te conoce y que también conoce tu trabajo. Es necesario hacer visible el talento al resto de los sectores de la empresa, a los proveedores y, no puede olvidarse, también en las redes sociales.
Hasta un 60% de nuestras posibilidades de triunfar en el trabajo pasa por ser capaces de mostrarnos relevantes a los ojos de los que toman las decisiones. El mundo laboral actual nos ha obligado a ser nuestros propios publicistas, representantes y agentes de marketing, porque nadie va a hacer ese trabajo por nosotros.
De ahí la importancia de redes sociales como LinkedIn, pero también, de nuestra capacidad para sacarle partido a nuestro trabajo en la oficina. Debemos preguntarnos si aquellos que van a decidir nuestra suerte de verdad saben lo que hacemos y, si la respuesta es “no”, actuar en consecuencia. Es necesario que la modestia no juegue en contra. Si cada uno no se encarga de difundir su propio trabajo, otros no se encargarán de hacerlo.
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