Cómo aprovechar la tecnología para complementar nuestras habilidades profesionales

El ajedrecista Garry Kasparov publicó recientemente un paper en el que plantea una tesis central: la inteligencia artificial debe impulsar la humana para generar mayor productividad en las organizaciones

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La inteligencia aumentada es la posibilidad de armar los mejores equipos, en los que las capacidades de la inteligencia auténtica (humana) y la artificial se complementen y potencien, donde cada una brinde lo mejor de sí para lograr resultados de alto impacto (Shutterstock)
La inteligencia aumentada es la posibilidad de armar los mejores equipos, en los que las capacidades de la inteligencia auténtica (humana) y la artificial se complementen y potencien, donde cada una brinde lo mejor de sí para lograr resultados de alto impacto (Shutterstock)

En mayo de 1997, en Nueva York, tuvo lugar uno de los acontecimientos que marcaron a fuego la competencia de la inteligencia artificial versus la humana. En lo que fue llamado “el duelo del hombre contra la máquina”, la supercomputadora Deep Blue, desarrollada por IBM, venció al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov.

Justamente, el participante humano del “más espectacular duelo de ajedrez de la historia” acaba de publicar, junto a David De Cremer, profesor de la Universidad de Singapur y director del Centro de Tecnología de Inteligencia Artificial para la Humanidad, un disruptivo artículo en Harvard Business Review en el que plantea una tesis central: la inteligencia artificial debe aumentar la inteligencia humana, no reemplazarla.

Muchos tememos ser suplantados por un robot en cualquier momento y quedar marginados del mercado laboral. Es precisamente en esa dirección en la que Kasparov y De Cremer proponen una respuesta superadora.

En una economía en la que los datos están cambiando la forma en que las empresas crean valor (y compiten), los expertos predicen que el uso de inteligencia artificial a mayor escala agregará 15,7 billones de dólares para la economía mundial en 2030. Y, para muchos, el gran temor es el reemplazo de los empleados humanos por máquinas inteligentes. Esto ya está sucediendo en diferentes actividades, como la fabricación de ciertos bienes, la prestación de determinados servicios repetitivos y la industria financiera. De hecho, hay una proyección de que en 2040 la fuerza laboral pueda ser totalmente irreconocible.

Pero, desde la revolución industrial se viene “tercerizando” en las máquinas. Este no es un fenómeno nuevo. Al principio, fueron solo tareas físicas repetitivas como tejer, pero las máquinas han evolucionado hasta el punto en que ahora pueden hacer trabajo cognitivo complejo, como ecuaciones matemáticas, reconocer el lenguaje y el habla. Ya se visualiza un refinamiento en muchas tareas y en esta dirección muchos piensan que no habría nada que no pueda automatizarse, lo que implicaría que ningún trabajo estaría a salvo de ser reemplazado por las máquinas. Sin embargo, es una visión sesgada que piensa a este fenómeno como una suma cero: gana la máquina o ganamos los humanos.

Las máquinas basadas en inteligencia artificial son más rápidas, más precisas y consistentemente racionales; pero no son intuitivas, emocionales ni culturalmente sensibles (Shutterstock)
Las máquinas basadas en inteligencia artificial son más rápidas, más precisas y consistentemente racionales; pero no son intuitivas, emocionales ni culturalmente sensibles (Shutterstock)

Sobre este punto hay que detenerse y tratar de abrir el pensamiento: es incorrecto suponer que las máquinas y los seres humanos tenemos las mismas capacidades. Las máquinas basadas en inteligencia artificial son más rápidas, más precisas y consistentemente racionales; pero no son intuitivas, emocionales ni culturalmente sensibles. Y son exactamente estas competencias las que poseemos los humanos y las que nos hacen únicos. Podemos agregar que las máquinas pueden sustituirnos en las tareas pesadas, poco higiénicas y que requieren acción repetitiva.

¿Por qué decimos que las computadoras son inteligentes? Porque pueden aprender a decidir tomando como insumo información provista por los humanos, pero es diferente a nuestra inteligencia. La inteligencia artificial imita cómo los humanos actuamos, sentimos y decidimos. Solo nos imita, ¡y no se cansa de eso! Por lo tanto, para todo lo repetitivo y sujeto a procesos rígidos es ideal. Pero los humanos podemos imaginar, anticipar, emocionarnos y tenemos juicio propio. En eso somos absolutamente distintivos.

Es aquí donde debemos reafirmar el concepto de “inteligencia auténtica” (la humana). Este tipo de inteligencia es crítica cuando existen sistemas abiertos. En un sistema de gestión abierto, el equipo u organización está interactuando con el entorno externo y, por lo tanto, tiene que lidiar con el mismo que es cambiante. Tal entorno de trabajo requiere la capacidad de anticipar, adaptarse y trabajar con, por ejemplo, cambios repentinos e intercambio de información distorsionado, y al mismo tiempo ser creativo al destilar una visión y una estrategia futura. En los sistemas abiertos, los esfuerzos de transformación funcionan continuamente y la gestión eficaz requiere un tipo de respuesta que la inteligencia artificial no puede brindar.

Es clave comprender que no son inteligencias opuestas, sino complementarias. Como buen deportista, Kasparov nos recuerda que el talento individual puede ganar partidos, pero los campeonatos los ganan los equipos. Y hay que encontrar la complementación ideal. La inteligencia aumentada, en consecuencia, es lo mejor de ambas, combina la auténtica y la artificial para poder generar mayor eficiencia y precisión, pero, simultáneamente, más creatividad, empatía y proactividad.

Un buen ejemplo que brindan en el texto es un torneo de ajedrez que se disputó en 2005, en el que podían armarse los equipos como cada uno quisiera, con la libertad de elegir la cantidad y calidad de jugadores y de computadoras. Si bien participaron varios profesionales, terminaron ganando dos aficionados que tuvieron la capacidad de liderar correctamente a las tres computadoras que los acompañaron. Kasparov y De Cremer plantean una fórmula llamativa: un humano débil más máquina más proceso sólido es superior a una computadora fuerte por sí sola y, lo que es más notable, superior a un humano potente más máquina más proceso débil.

 Kasparov y De Cremer plantean una fórmula llamativa: un humano débil más máquina más proceso sólido es superior a una computadora fuerte por sí sola y, lo que es más notable, superior a un humano potente más máquina más proceso débil (Shutterstock)
Kasparov y De Cremer plantean una fórmula llamativa: un humano débil más máquina más proceso sólido es superior a una computadora fuerte por sí sola y, lo que es más notable, superior a un humano potente más máquina más proceso débil (Shutterstock)

Las conclusiones a las que llegan son contundentes: el potencial de mejora y colaboración que se visualiza contrasta radicalmente con las predicciones de suma cero de lo que hará la inteligencia artificial en la sociedad y las organizaciones. Se podría estimar mayor productividad, considerando que la automatización del trabajo cognitivamente rutinario es una bendición, no una amenaza. Hay que considerar que la nueva tecnología siempre tiene efectos disruptivos al principio de las fases de implementación y desarrollo y, por lo general, revela su valor real solo después de algún tiempo.

Otra idea súper potente que plantean es que la nueva diversidad estará compuesta por humanos y no humanos. Por lo tanto, liderar y gestionar procesos de este tipo de equipos es uno de los nuevos desafíos. No hay que perder de vista que los estos siempre deben ser diseñados y coordinados por personas.

El gran potencial del futuro del trabajo está en expandir las capacidades colaborativas. Como se cita en un estudio de Beth Israel Deaconess Medical Center, los médicos que examinan imágenes de los ganglios linfáticos para diagnosticar el cáncer de mama se equivocan aproximadamente una de cada 25 veces, pero la inteligencia artificial puede contribuir a reducir esa tasa de error a uno en 200. Según se destaca en la investigación, la inteligencia artificial sola tiene una tasa de precisión del 92%, mientras que la tasa de los médicos sin asistencia tecnológica es del 96%. Pero los dos métodos utilizados juntos aumentan la precisión del diagnóstico de cáncer de mama al 99,5%. Y todos sabemos que, además, el primer paso para iniciar la sanación en cualquier tratamiento es que el médico nos mire a los ojos y nos diga “estoy a tu lado, voy a ayudar a curarte”. En el futuro, si tuviéramos esa posibilidad, ¿quién no elegiría un médico que se complemente con inteligencia artificial?

Evidentemente, la inteligencia aumentada es la posibilidad de armar los mejores equipos, en los que las capacidades de la inteligencia auténtica (humana) y la artificial se complementen y potencien, donde cada una brinde lo mejor de sí para lograr resultados de alto impacto. Porque ningún robot tiene sueños, ni ilusiones, ni empatía, ni es creativo ni tiene sentido común ni juicio crítico. Evidentemente, en la inteligencia aumentada está la gran oportunidad, ya que no reemplaza los humanos, sino que los aumenta. Y es allí donde todos ganamos!

*Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas (UBA), speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de varios libros, entre ellos Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017).

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