Una reciente encuesta realizada en diferentes ciudades del mundo por la consultora global Adecco resalta la importancia de mantener la confianza en el nuevo contexto laboral. Las empresas se enfrentaron al desafío de apoyar a su talento durante la crisis y, como resultado, la confianza en esas organizaciones que así lo han llevado a la práctica ha aumentado
En el mismo reporte se destaca que el 88% enfatiza que su empleador cumplió o superó sus expectativas al adaptarse a los desafíos de la pandemia, pero con este aumento de la confianza vienen mayores y diferentes expectativas. En ese sentido, la misma investigación resalta que el COVID-19 también demanda un nuevo conjunto de competencias de liderazgo y se espera que el nuevo ambiente acelere la reinvención de los propios líderes. Precisamente, considera que la inteligencia emocional ha surgido claramente como el rasgo determinante del líder exitoso de hoy, pero la brecha de este tipo de capacidad es evidente. Más de una cuarta parte (28%) de los encuestados dijo que su bienestar mental había empeorado debido a la pandemia, con solo 1 de cada 10 calificando a sus gerentes con una alta capacidad para apoyar su salud emocional. Y ahí radica precisamente un aspecto central para profundizar.
Desde ya, estamos atravesando una crisis que comenzó siendo sanitaria pero que, hoy en día -y en todo el planeta- es también social y económica. El mercado laboral es uno de los principales impactados, con cientos de millones de puestos de trabajo que se han perdido o que están en vías de perderse según el informe emitido por la Organización Internacional del Trabajo.
Pero, como bien puntualiza el reconocido economista y escritor Alex Rovira -autor de múltiples best sellers como La Buena Suerte- hay que comprender bien el sentido de la palabra crisis. Crisis, crisálida, crisol…las tres palabras comparten la misma raíz etimológica. Transformación, alquimia, criba (también comienza con “cri”), nacimiento de una nueva conciencia, basada en el coraje, el amor, la conciencia, la libertad, la denuncia, el rigor, el fin de la miseria moral, que al fin y al cabo es la que engendra la miseria económica. Cuando esta nueva conciencia se encarne, cuando la crítica y el criterio (ambas comienzan con cri) se impongan, habremos culminado una revolución en la conciencia, puntualiza Rovira.
Y es en este aspecto el que pondremos la atención.
¿Cuál es la emoción que sintetiza lo que estamos transitando todos en este 2020? En Harvard Business Review realizaron una investigación muy amplia y concluyeron que la palabra es dolor, no precisamente físico, sino el que sufrimos cuando estamos de duelo. Puntualizan que, si podemos identificarlo claramente, tal vez podamos empezar a manejarlo.
En ese mismo estudio, David Kessler - uno de los expertos más importantes del mundo en el tema- avanza un paso más, el de encontrar un significado para poder operacionalizarlo.
Considera que estamos sintiendo una serie de dolores diferentes. Sentimos que el mundo ha cambiado, la pérdida de la normalidad, el miedo al derrumbe económico, la pérdida de conexión personal con nuestros seres queridos y amigos. Esto nos está impactando negativamente y estamos de duelo, colectivamente. Y no estamos acostumbrados a este tipo de dolor colectivo. Pero también estamos sintiendo el dolor anticipatorio. Es esa sensación que tenemos sobre lo que nos depara el futuro cuando estamos ante tanta incertidumbre y, por lo general, se centra en la muerte. Lo sentimos cuando alguien tiene un diagnóstico grave o cuando tenemos la idea de que perderemos a nuestros padres algún día. Es como si se acercara una tormenta, hay algo malo ahí fuera. El duelo anticipatorio es la mente yendo hacia el futuro e imaginando lo peor y para calmarnos, queremos entrar en el presente. Y con un virus, este tipo de dolor es mucho más confuso para las personas. Nuestra mente primitiva sabe que algo malo está pasando, pero no puede verlo. Esto rompe nuestra sensación de seguridad. Estamos sintiendo esa pérdida de seguridad. Estamos de duelo a nivel micro y macro.
Y está claro que todos perdimos, y mucho, desde el inicio de la pandemia. Desde ya, lo más lamentable es la cantidad de vidas que se han perdido, que es lo único que será imposible recuperar. Sólo aquellos que han transitado por el fallecimiento de algún pariente cercano en este período saben del doble dolor de tener que despedirse de los que más quieren, en el implacable aislamiento físico que nos impone el COVID-19. Pero, como muchas veces sucede, el otro lado de la moneda es que también ganamos, ¡y mucho! Lo paradójico es que perdimos muchas de las cosas que nos quejábamos previamente, como tiempo en la oficina, tiempo de traslados y viajes de trabajo. Y ganamos muchas de las cosas que nos quejábamos de que nos faltaba, como tiempo en casa, tiempo para nosotros, volver a las raíces. Y nos dimos cuenta, de repente, que necesitamos mucho menos de lo que siempre pensábamos, pero mucho más de lo que está en nuestro control.
“Lo que sucede es lo que es, lo que hacemos con aquello que sucede es lo que somos” es una idea atribuida a diferentes culturas, que nos habla sobre la actitud que podemos adoptar y cómo podemos transformarnos en protagonistas. Y así como ninguno de nosotros eligió vivir el tiempo del coronavirus, todos podemos optar por las respuestas que vamos a generar en este contexto. Qué haremos con el dolor y cómo lo transformaremos en energía positiva para poder visualizar el futuro con una óptica diferente, sin negarnos ni enceguecernos, pero tampoco empantanándonos y hundiéndonos cada vez más.
Resignificando el dolor, poniéndolo en perspectiva y proyectando escenarios en lo que seamos los intérpretes clave de nuestra propia historia.
Siempre tenemos la posibilidad de transformar una situación en una experiencia de aprendizaje. Un especialista en el tema es Richard G. Tedeschi, quien redobla la apuesta y sugiere estrategias de crecimiento para contrarrestar los efectos negativos de situaciones como las que vivimos. Recomienda la regulación emocional, estar en el estado de ánimo adecuado, tener un buen manejo de las emociones negativas, cambiando el tipo de pensamiento -mindset- que conduce a esos sentimientos, generar espacios de diálogo para hablar de lo que nos sucedió y de lo que nos está sucediendo, sus efectos y con lo que estamos luchando.
Articular nos ayuda a dar sentido al dolor y a convertir los pensamientos debilitantes en más productivos. Y, fundamentalmente, el desarrollo narrativo para producir una narrativa auténtica sobre lo que pasó para que podamos aceptar los capítulos ya escritos e imaginar la elaboración de los próximos de una manera reveladora. Por supuesto, el tiempo es crucial, nada se produce mágicamente. El crecimiento no puede ser forzado, ni puede ser apresurado. Y, más allá de todo el proceso de elaboración interna, hay un aspecto que coincide con las mejores prácticas identificadas en las empresas que más rápido pudieron reinventarse y responder de la mejor manera en China: el servicio a otros.
A las personas les va mejor después de una herida emocional si encuentran una actividad que beneficia a otros, les brinda una mirada diferente y superadora. Hacer el bien a otros, nos hace bien siempre y más que nunca en estas circunstancias.
Y es entonces, que nuestra invitación es a poner en acción el movimiento, sobre todo, aquellos que tienen la responsabilidad de liderar.
Se suele decir que cuando hay una crisis, muchos lloran, otros fabrican pañuelos y salen a venderlos. Es el momento de optar entre las dos actitudes.
Confianza, credibilidad y expectativas positivas son tres de los factores clave para tomar una decisión de inversión financiera. Pero no solamente ello ocurre en el mundo de las finanzas. En diferentes ámbitos se está impulsando la importancia de inspirar confianza, generar credibilidad y promover expectativas positivas.
Y es precisamente ahí donde los líderes juegan un papel indelegable. La confianza se inspira siendo coherente entre lo que se piensa, se siente y se hace. La credibilidad se sustenta en hacer lo correcto, en cada acto. Y las expectativas positivas se fomentan a partir de una visión compartida y respirada en toda la organización. Todas ellas son interdependendientes y se retroalimentan constantemente.
Desde ya, con los pies sobre la tierra, pero mirando hacia el futuro con esperanza. Ese estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. Y el deseo es el gran motor. En esa tensión creativa entre los pies sobre la tierra y el estado deseado está la base de la transformación, del dolor a la esperanza, de la crisis a crecimiento sostenido.
*Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas (UBA), speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de varios libros entre ellos Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017)
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