Si hay un tiempo en el que podemos comprender en profundidad a las organizaciones, es el presente. Y al observar la capacidad de reacción de estas ante la amenaza del COVID-19, se puede percibir que sólo algunas pudieron responder apropiadamente, con agilidad, sentido de urgencia, compromiso, responsabilidad, coherencia y consistencia. Cuando se analizan las razones de estas réplicas ejemplares, son varios los argumentos que se esgrimen - estrategia adecuada, procesos convenientes, infraestructura preparada-, sin embargo, hay un factor que se destaca claramente sobre los demás: su cultura sólida, arraigada en todos los integrantes, cohesionada y resiliente.
Estas son algunas de las conclusiones a las que arriban Das Narayandas, Vinay Hebbar y Liangliang Li en su reciente investigación a más 350 altos ejecutivos, que incluían desde empresas estatales hasta multinacionales y empresas privadas locales, para determinar cómo el mundo corporativo chino se ha adaptado, innovado, sobrevivió, e incluso prosperó, a través de este tiempo incierto. Los expertos consideran que desde que empezó el 2020 tenemos la oportunidad de estudiar un momento único en la vida: cómo funcionan las empresas durante una pandemia mundial sin precedentes mientras navegan por un cambio acelerado a las operaciones digitales.
Se destacan algunos aspectos que deberían ser extrapolables: la omnipresente transformación digital, transparencia con respecto a sus desafíos, nuevos modos de comunicación, formas innovadoras de colaborar, impulso a incrementar la resiliencia y fomento de una organización más conectada.
La cultura siempre es importante, pero en tiempos de crisis tan profunda como la que estamos transitando se transforma en crítica para la supervivencia y posterior despegue organizacional.
Como se señala recurrentemente, referenciando a Peter Drucker, la cultura se come a la estrategia…en el desayuno. Podríamos afirmar que en períodos como el actual, la cultura es la mejor estrategia y se la come en el brunch y en el teanner.
¿Todas las empresas desarrollan una cultura a lo largo del tiempo? Sí, ya sea por diseño o por defecto. ¿De qué hablamos cuando nos referimos a la cultura de una organización, cuáles son los elementos que la componen? Es el conjunto de “instrucciones” que guía a los miembros, son las creencias que valoramos, es el mapa subconsciente para actuar en un grupo. Está conformada por los valores compartidos, normas y principios. La cultura afecta y define los procesos de toma de decisiones, de solución de problemas, de comunicaciones, de selección, promoción y desvinculación, -entre muchos otros. Y si para algo sirve es, justamente, para estabilizarnos en momentos de turbulencia. Son la esencia y principios fundantes, y se resignifican en función del contexto. Porque la cultura dialoga con ese mundo externo, para no clausurarse y no convertirtse en una pieza de museo.
Así como el propósito define la razón de ser, el para qué y hacia donde, la cultura es el alma, el cómo. Son los formas que permitirán lograr la meta, las maneras que definen cómo debemos reaccionar, los límites que nos proponemos no cruzar y nos permiten encausarnos e ir hacia la dirección correcta con los modos particulares. La cultura impregna toda la organización, le permite poner en práctica su estrategia, lograr sus objetivos y cumplir con su misión. Es el conjunto de creencias orientadoras, entendimientos y maneras de pensar que son compartidas por todos los integrantes y que se enseñan a los nuevos miembros, son esos criterios tanto escritos como no escritos e informales. Es la “tradición oral que pasa de generación en generación”, más allá de que también está documentada. Es el contexto, el marco. Y cuando el contexto está generado, cualquier texto fluye. Contextos saludables, convierten cualquier texto en saludable como así, contextos tóxicos convierten a cualquier texto, por más saludable que sea, en tóxicos.
Fred Kofman, experto en liderazgo destacó que la cultura bien podría definirse como la “manera de hacer las cosas en un lugar determinado” y se desarrolla a partir de los mensajes recibidos por cada uno de los miembros del grupo acerca de la conducta que se espera de ellos. Todos los grupos, las corporaciones, las escuelas, las familias, el Estado y los clubes deportivos poseen su propia cultura y en situaciones como las que estamos viviendo es cuando se ponen a prueba.
Por lo tanto una de las preguntas más importantes a hacerse es: ¿qué cultura necesitamos para cumplir con nuestro propósito y misión a fin de llevar a cabo nuestra estrategia? La cultura puede ser el gran habilitador o el principal obstáculo.
En su origen etimológico, la palabra cultura proviene del latín, del vocablo cultus que significa “cultivo” o “cultivado”. Y justamente, allí está parte del secreto, se cultiva, con dedicación, foco y tiempo. No se compra con dinero ni se copia de un día para otro.
Edgard Schein, uno de los mayores exponentes en la materia y considerado el padre del concepto, sugiere que existe cultura en diferentes planos y que debemos comprender y manejar los niveles más profundos para poder abordarla realmente. Y este es un momento ideal para poder comprender qué sucede en cada uno los planos y de qué manera se conectan de manera lógica y a qué creerle.
Y, así como los momentos de crisis sacan a relucir lo mejor y lo peor de las personas, del mismo modo emerge lo mejor y lo peor de las empresas. Tanto las fortalezas y sus potencialidades como las debilidades y miserias de la cultura organizacional se amplifican en estos tiempos inciertos, volátiles y ambiguos. Es como un baño de sinceridad, en el que saca a relucir todo. Se quitan las máscaras, los maquillajes ya no cubren las imperfecciones y queda todo al descubierto.
Y, por más que se quieran acelerar los tiempos, lo que no se hizo en años, no se puede hacer de un día para el otro. Como el buen vino, lleva tiempo de maduración, en el que hay que conservarlo muy bien y dedicarle tiempo, energía y recursos. Ahí está el secreto del buen “cultivo”!
Y aquí podemos reafirmar la idea de focalizar en lo que se denomina la economía de la experiencia: la necesidad de generar experiencias memorables. Las personas se pueden olvidar de las palabras, pero jamás de cómo las has tratado. Y la cultura se desarrolla y sustenta, justamente a partir de esas experiencias memorables. Es en los momentos de verdad en lo que se demuestra quién es quién, y este que estamos transitando es un momento de verdad fundante. Son de esos que marcan un antes y un después. La cultura se manifiesta, especialmente en los actos, en las acciones y no en la palabras o las gigantografías. La manera como conectemos con los colaboradores, clientes y proveedores marcará por mucho tiempo a cada uno de ellos.
Y en un mundo en el que todo se ha vuelto más digital que nunca antes, seguimos sosteniendo que son las respuestas humanas las que marcan la auténtica diferencia y la cultura es el factor crítico de éxito para ejecutar la estrategia y no devorársela. Porque las crisis, en algún momento, pasan, pero las culturas quedan y se refundan, justamente, en momentos como el que estamos transitando.
*Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas (UBA), speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de varios libros entre ellos Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017).
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