Por Greta Gawianski*
La era en la que nos encontramos está dominada por la incertidumbre. Los cambios tecnológicos se aceleran a una velocidad exponencial, y su impacto en nuestra sociedad y cultura resulta abrumador. Pensemos en nuestros celulares: ¿qué celular tenías hace cinco años? ¿Qué tareas cotidianas hacías con tu celular? ¿Qué aplicaciones usabas? ¿Y hace 10 años? ¿20 años?
¿Quién hubiese imaginado hace 30 años que está tecnología se iba a volver casi una extensión de nuestro ser, un objeto que contiene toda nuestra información personal, nuestras fotos, recuerdos, contactos, música, entre otras? ¿Quién hubiese proyectado que íbamos a dejar de comprar agendas, calendarios, mapas, teléfonos, cámaras de fotos, reproductores de música, calculadoras, y tantas otras cosas más que hoy simplemente tenemos desmaterializadas en nuestros celulares?
En este contexto tan volátil, ¿cómo podemos saber cómo se va a ver nuestro mundo en las próximas décadas? Es casi imposible generar predicciones y estrategias a largo plazo si cada nuevo invento genera impactos múltiples que a su vez generan nuevos impactos.
Considerar que una compañía pueda proveer un mismo producto durante décadas (sin fundirse en el intento) es casi descabellado. Por este motivo, enamorarse de una idea de negocio que hoy funciona puede también condenarnos al fracaso rotundo.
¿Qué es un “Propósito” para una empresa?
Para entender esto, es importante diferenciar lo que es la idea de una empresa (el qué hace) de su propósito (el para qué lo hace).
Simon Sinek en su charla TED llamada “Cómo los grandes líderes inspiran” sostiene que todas las empresas tienen un qué (cuál es el producto o servicio que ofrecen), un cómo (en qué se diferencia de otras marcas similares, cuál es la propuesta de valor agregado), y un para qué (el motivo de fondo de para qué hacen lo que hacen).
Él pone como ejemplo el caso de Apple: a pesar de haber muchas empresas de tecnología, Apple genera un fanatismo muy particular. El propósito de Apple (el “para qué”) es “desafiar el status quo”. ¿“Cómo” lo hace? Desarrollando productos simples y fáciles de usar. ¿Y “qué” hace? Puede hacer celulares, computadoras, relojes, auriculares… Y en cualquier caso, las personas van a comprarle. Porque lo que realmente valoran de la marca es el propósito, los valores.
Según Sinek, no todas las empresas realmente saben cuál es su verdadera motivación (su para qué, su propósito). Quienes la conocen suelen ser aquellas empresas más exitosas.
¿Qué sucede cuando las marcas se enamoran de una idea?
El problema está en que, al basar nuestro negocio en una idea, nos estamos condenando a seguir una solución que funciona en un contexto determinado. Cualquier cambio en nuestro entorno (ya sea un nuevo competidor, una nueva tecnología, o un cambio cultural) puede dejar nuestra propuesta obsoleta y dejarnos fuera de juego.
Beneficios de tener un propósito claro
Definir nuestro propósito nos permite pivotar nuestra propuesta sobre este y ser flexibles a cambiar nuestro producto o servicio cuando exista una alternativa más eficiente para llegar al resultado deseado.
La clave está en no pensarse como “una compañía que ofrece un producto”, sino como “una compañía que busca solucionar un problema”. Un ejemplo interesante es SpaceX, la compañía de Elon Musk. Se trata de una empresa que desarrolla cohetes espaciales, pero su foco no es ganar plata: es convertir a la humanidad en una especie interplanetaria. La visión de su creador es motivada por un profundo temor sobre el futuro de nuestro planeta, y en sus dudas sobre si podremos seguir viviendo aquí como especie en un mediano plazo. Por lo tanto, su solución podrá cambiar si el contexto cambia. Por ejemplo, otra de las empresas de Elon Musk, Tesla, se enfoca en el cuidado del medioambiente para intentar evitar tener que emigrar a otros planetas, buscando revertir la situación a partir del desarrollo de automóviles eléctricos.
El propósito como motivador para el equipo de trabajo
Tener un propósito claro también es importante para alinear a todas las personas de la empresa y generar motivaciones a partir de un objetivo común.
Para esto, es importante que todos los miembros del equipo compartan el desafío y las creencias de la compañía o proyecto a nivel personal: esto nos permitirá trabajar con mayor dedicación y satisfacción. De este modo las personas no trabajan sola y exclusivamente por el sueldo, sino también por un objetivo personal, se genera un compromiso distinto con las tareas del día a día.
Además, funciona como un estabilizador en un entorno cambiante, y nos sirve a modo de guía para generar una toma de decisiones efectiva. A la hora de generar una nueva idea de negocio, siempre debemos validarla con el propósito de la compañía. Si está alineada, está aprobada.
¿Cómo debe ser un propósito?
Según un informe de Singularity University, una organización patrocinada por Google y la NASA que estudia el impacto de las tecnologías exponenciales en las industrias y la sociedad, un propósito debe ser:
-Enfocado y Aspiracional: debe ser claro para todos, y motivar a trabajar para conseguir un futuro mejor.
-Mirando hacia adelante: no debe atarse a lo que es posible en la actualidad.
-Único para la compañía: es lo que lo va a diferenciar de su competencia.
-Dirigido a la transformación radical: debe buscar generar un impacto.
Por lo tanto, trabajar en torno a un propósito es la clave para navegar en un contexto tan cambiante, ya que va a permitir a las empresas adaptarse, guiar sus decisiones y motivar a su equipo. Es hora de preguntarnos, ¿tenemos claro nuestro propósito?.
*Greta Gawianski es Licenciada en Comunicación por la Universidad de San Andrés, con experiencia en consultoría de innovación.
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