Los días se suceden, unos a otros, inevitablemente. Y así como nuestro organismo efectúa una enorme cantidad de tareas en forma involuntaria, automática, autónoma -por eso se llama así el sistema nervioso que comanda esos delicadísimos mecanismos de ingeniería biológica-, a menudo vivimos, vamos y venimos, haciendo todo como de memoria, sin detenernos por un instante a sentir, pensar, mirar.
Suenan los despertadores, se abren las duchas, se toma el desayuno, se busca el transporte, se trabaja, se vuelve a casa… Pura rutina. ¿Existe otra manera de vivir la vida, aunque a menudo cada día sea demasiado parecido al anterior y al siguiente? Lo expresa maravillosamente el músico santiagueño Peteco Carabajal en uno de sus temas más conocidos, "Las manos de mi madre", donde da cuenta de todo lo que su mamá hace cada día, una tarea que no difiere en mucho de lo que tantas mujeres amas de casa hacen, pero él -el hijo, el poeta- mira esas manos laboriosas, esas "manos pájaro" y dice que la sencillez de sus labores consigue casi un milagro: que lo cotidiano se vuelva mágico.
Pasar de la rutina al ritual posiblemente sea una de las claves para vivir una vida con más sentido. "La rutina forma parte de aquellas cosas que hacemos casi sin pensar –explica Claudia Ansaldi, terapeuta holística y floral y acompañante terapéutico de la Universidad de Buenos Aires-. Pero se le puede dar un giro, ponerle el espíritu que despierta el ritual y vivirla desde un lugar diferente. Por ejemplo: hacer del té o del mate compartido una ceremonia, o también de un rico vino: el ir a comprar la botella, elegirla,
volver, abrirla con un buen destapador, buscar lindas copas y disfrutarlo con
otro hace de un hecho muy simple un ritual que nos conecta con nosotros y con quienes lo compartamos."
Si bien los rituales existen desde tempranísimo en la historia de la humanidad, su función excede largamente el territorio de la dimensión espiritual o mística y desempeñan un papel de cohesión social. Emile Durkheim, considerado uno de los "padres" de la sociología moderna, distingue varios tipos de ritos sociales (negativos, por ejemplo, ciertas prohibiciones; positivos, como el matrimonio, que afirman la unión de personas; expiatorios, los que borran culpas o purifican), y dice luego que todos tienen la función de mantener la comunidad unida y renovar el sentimiento de afiliación de grupo.
En las sociedades, cumplir con ciertos ritos -bautismo, primer día de clase, comunión, casamiento, despedidas, etc.- es atravesar lugares de pasaje que "refrescan" la memoria colectiva y nos dicen quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Esto no ocurre en forma consciente. Pero mantener ciertas prácticas a lo largo del tiempo -por ejemplo, en una familia reunirse a comer un día de la semana, o en un barrio organizar un festival anual- tienen un poderoso efecto en la reconfirmación de que todas esas personas reunidas forman parte de un grupo con un ethos –valores, cultura, raíces- común.
Cotidiano pero mágico
A veces, claro, la vida actual nos exige dejar de lado los minutos que pueden insumir tomarse el tiempo de un desayuno como nos gusta o de prepararles la comida a los chicos cuando volvemos del trabajo pensando qué ingredientes estamos utilizando, de qué manera los preparamos. "La rutina automatiza, ordena, organiza, pero el ritual también consigue hacerlo, sólo que de otra manera: amorosamente", puntualiza Claudia Ansaldi.
La terapeuta holística agrega que si bien es cierto que todos corremos en mayor o menor medida, el problema del tiempo –o de la falta de tiempo- también es en cierto sentido subjetivo. "El apuro 'mata' mucho más de lo que consigue. El calendario maya, que se centra en la búsqueda del tiempo interior, dice: 'quien posee tu tiempo posee tu mente, posee tu propio tiempo y conocerás tu propia mente."
Escribe Sergio Sinay: "La palabra rutina proviene del francés routine y se refiere a la marcha por un camino conocido. Hay rutinas y rutinas. Algunas revalidan situaciones, proyectos, afectos. Otras llenan vacíos. Hay rutinas que son rituales repetidos y confirman la secuencia de la vida, el fluir del tiempo (por ejemplo, otro nacimiento, otro cumpleaños, otra primavera).
La clave es dar un sentido, un para qué, a esa rutina". "Es la emoción o la motivación que pone en marcha el ritual lo que lo diferencia de la rutina agrega Claudia Ansaldi-. Todo se puede hacer de una u otra manera. Hay familias que celebraron las fiestas de una manera automática, cumpliendo con una rutina, y hay familias que desde el armado del arbolito en adelante, todo fue auténtico ritual, con sus pasos establecidos, sus características, sus por qués. La rutina no despierta sentidos, los rituales, sí. Por eso son estimuladores."
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