Los seres humanos necesitamos, desde que nacemos, reconocimiento, afecto, contención y amor de las personas que nos rodean. Esto contribuye a fomentar y desarrollar nuestra personalidad de una manera adecuada, sana y con una autoestima alta. Si, en cambio, no recibimos ninguna estimulación afectiva por parte de los adultos más significativos de nuestra infancia, esto nos provocará el desarrollo de trastornos madurativos, así como también clínicos. Uno de ellos es el conocido como síndrome de carencia afectiva.
El intercambio de afecto dentro del núcleo familiar es un factor determinante para el desarrollo de esta complicación. Así lo muestra la licenciada Cecilia Lotero, del Instituto de Psicología Argentino Inepa: "Desde el momento que nacemos, necesitamos recibir cariño. Si nuestros padres son personas distantes, frías, tienen dificultades para expresarnos su afecto, no aprendieron en su propia familia a brindar protección ni amor a otros, generará en nosotros la sensación de no ser queridos; nos sentiremos insatisfechos y, entonces, tendremos miedo de ser abandonados, buscando constantemente estar seguros del afecto del otro".
Como explican desde el blog especializado carenciaafectiva.blogspot.es, este padecimiento se refiere a aquellas situaciones en que la maduración de la personalidad del individuo queda interferida por la falta de estimulación afectiva. "Aunque, en cualquier circunstancia, cualquier persona puede sentir no haber amado lo suficiente o no haber sido amado de forma adecuada, la ausencia grave durante la infancia por parte de los adultos, que juegan un rol relacional afectivo importante, provoca la aparición de trastornos, que afectan no solo de la maduración, sino también que producen síntomas clínicos que se traducen en trastornos somáticos, afectivos y conductuales".
Síntomas palpables
Lotero asegura que las características de estas personalidades son fácilmente identificables. "Los individuos que padecen esta situación tienen sentimientos de desvalorización o baja autoestima: se consideran fracasados, se desprecian a sí mismos y tienen una disminución de la capacidad de amor hacia sí mismos y hacia otros. Son en general dependientes y necesitan constantemente sentirse queridos por quienes los rodean. A su vez, tienen mucho miedo al rechazo, generando muchas veces conductas de retraimiento y aislamiento por temor a no sentirse queridos. Además, tienden a ser inestables en sus relaciones interpersonales".
En el caso de los niños que se encuentran en esta situación, es frecuente que lloren o hagan berrinches para llamar la atención de sus padres, e incluso pueden contraer enfermedades o tener conductas de riesgo que no son más que un desesperado pedido de cuidado para quienes deben cuidarlos.
Pero este padecimiento tiene dos vertientes que, en muchos casos, se complementan. Por un lado, están quienes no se sienten queridos. Por el otro, quienes no se sienten capaces de querer a los demás.
¿Qué piensan las personas que no se sienten queridas? ¿Cómo trabaja su psiquis? Aquellos que no sienten el afecto de los otros tienen pensamientos negativos sobre ellos mismos y mucha descalificación interna. Piensan que no son suficientemente buenos para recibir cariño de los demás, porque no son importantes para nadie. También suelen suponer que no tienen ninguna cualidad, o que no han logrado nada en su vida, entre otras cosas. Esto provoca emociones negativas como angustia y tristeza, impidiéndoles ver sus talentos y pedir lo que necesitan. Así, van aislándose, retrayéndose y gestando una gran inestabilidad emocional.
Por su parte, quienes sienten que no son capaces de querer, al no haber recibido afecto en su infancia, no han realizado un aprendizaje adecuado en este ámbito tan central de la vida. Se sienten desvalorizados y creen ser poco importantes para los demás. Tienen dificultades para conectarse con lo que les pasa y, si logran percibirlo, no saben cómo expresarlo. Es por eso que, con tal de no lidiar con esta dificultad, prefieren alejar a las personas que valoran y quedarse solos.
Tiempo de cambios
Como todas las conductas y patrones de comportamiento, éste también puede revertirse. De hecho, es muy enriquecedor aprender a pedir afecto a personas cercanas. Resulta nutritivo para nuestra psiquis confiar y dejarnos cuidar por otros. Entonces, quienes decidan cortar con sus limitaciones y emprender el camino de la recuperación, "aprenderán a grabar un circuito protector interno, a tener un mejor conocimiento de sus propias necesidades (incremento de la inteligencia intrapersonal) y, entonces, podrán satisfacerlas", plantea la especialista.
Es importante incrementar la confianza en nosotros mismos, poniendo límites a la crítica y la descalificación interna, identificándola como un síntoma más, tan naturalizado como un estornudo cuando estamos gestando una gripe. En estos casos en particular donde el dolor proviene de la infancia y no es tan superficial, es importante poder iniciar un tratamiento psicológico, dado que no basta solamente con un trabajo introspectivo.
Durante el proceso terapéutico se incorporan recursos para poder cambiar. Se propone un trabajo en el cual aprendemos a valorarnos, a realizar un intercambio adecuado de afecto y contención y a cambiar nuestros pensamientos y emociones negativas, entre otras cosas. Muchas veces es recomendable realizar este tipo de abordaje en un contexto de calidez grupal (grupos de crecimiento y desarrollo personal), porque se aceleran los cambios y el impacto en nuestro estado emocional será más profundo y significativo: el intercambio de afecto se produce con y desde los otros compañeros.
SEGUÍ LEYENDO: