Cuadernos viejos, cartas de ex parejas y de amigos, colecciones de figuritas, autitos o muñecas de la infancia, piedritas de cada viaje o arena de las playas. Solemos coleccionar diferentes objetos y pequeñeces de modo tal que muchas veces llenamos rincones, placares y bauleras. Pero… ¿hasta qué punto guardar y guardar nos ayuda a recordar con cariño o nos paraliza para seguir adelante?
Los extremos nunca son buenos y, por eso, no poder desprenderse de aquello que sí es prescindible puede resultarnos nocivo y hasta convertirse en un síndrome. Los acumuladores son aquellas personas que acaparan tantos objetos que no pueden visualizar qué les interesa realmente de todas esas cosas.
“De repente, me di cuenta de que guardaba todo: desde diarios viejos hasta ropa de hace diez años, siempre pensando que, quizás, en un futuro los necesitaría. Pero eran excusas y realmente guardaba por guardar”.
La experiencia de Adriana es muy común y nos permite reflexionar: ¿por qué no podemos desprendernos de aquello que nos resulta innecesario? ¿Por qué no seleccionamos lo que realmente queremos conservar para ganar espacio en nuestras casas? La solución no es tirar todo, sino encontrar un punto medio.
"Quiero pero no puedo"
No todos los objetos tienen el mismo valor emocional. Distinguir entre los objetos que de verdad nos conmueven o nos remiten a anécdotas, etapas o instancias de la vida que queremos recordar, y aquellos que guardamos sin razón alguna es la selección que debemos hacer para desprendernos de lo irrelevante.
Sin embargo, el mayor peligro surge cuando estas personas, tal como alerta el psicólogo Joachim Marschall, se convierten en acumuladoras compulsivas. Este síndrome hace que no se puedan desprender de ningún objeto, hasta llegar a vivir sumergidos en el caos, a tal punto que no permiten que nadie entre en sus casas porque se abochornan del desorden en el que viven.
Más habitual de lo que imaginamos, esta realidad, incluso, tomó forma de programa de televisión: la serie Acumuladores, que se emite por la señal de cable Discovery Home & Health, muestra las complicaciones que puede acarrear y muestra, también, varios pacientes que lograron superarlo.
El mayor problema de los acumuladores es la inconsciencia de esta conducta irracional. No pueden clasificar, organizar y ordenar, ya que cada objeto puede entrar en varias categorías y termina, en sus razonamientos, siendo útil. Tampoco empieza de un día para el otro, sino que es algo gradual y progresivo, siendo muchas veces el reflejo del descuido personal, de un sentimiento fuerte de soledad y de una gran nostalgia de un pasado del que precisamente no nos podemos desprender.
Hoy en día, con el avance de la tecnología, este comportamiento se da también en el mundo digital. Gail Steketee, investigador de la Universidad de Boston, destaca que guardar e-mails antiguos, archivos sin clasificar, programas, fondos de pantalla y hasta contactos que ya no existen en la libreta de direcciones es una nueva versión de una acumulación compulsiva.
¿Qué hacer si un familiar o un amigo se encuentra en esta situación?
Los profesionales recomiendan respeto y paciencia. Ayudarlo a entender el problema, a organizar sus cosas sin criticarlo y, si es necesario, a buscar la ayuda de un especialista.
Para Marschall, el problema principal no es acumular, sino la imposibilidad de tomar decisiones: la disyuntiva les genera conflicto, y nada más fácil que cajonear y seguir adelante sin tirar ni seleccionar. Este mecanismo muchas veces se plasma en otros aspectos de la vida y se manifiesta con una postura conservadora que se resguarda de asumir decisiones y riesgos.
Darse cuenta del problema y percibirlo es el primer paso para comenzar a cambiar. Salir de este cuadro, cuando se convierte en compulsivo, requerirá de mucha comprensión y de un acompañamiento terapéutico. Dejar de acumular permitirá, entonces, soltar penas del pasado, algo mucho más importante que amontonar papeles o fotos viejas.
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