¿Cuántas veces sentiste que serías más valorado y reconocido si lograbas ser fuerte, mantenerte activo y dinámico, incluso en los momentos más duros? En la sociedad actual, la autoexigencia es muy grande y existe una visión sobrevaluada de hacer muchas cosas a la vez, ser superhombres y supermujeres. En este marco, el espacio para la reflexión es escaso, ni que hablar de la tristeza.
Los hombres y mujeres de hoy entendemos la angustia como un signo de debilidad, y no es así. Esta emoción nos abre el alma y nos permite crecer, madurar. Esto es difícil de entender cuando, no bien esbozamos unas lágrimas, nos hablan de depresión. No confundamos las cosas.
¿Para qué sirve la tristeza? Darwin, en su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, ya hacía referencia a la tristeza como una de las emociones básicas universales, independientemente del contexto.
Llorar una pérdida, del tipo que sea, nos empuja a llevar a cabo un proceso emocional que, inevitablemente desencadenará en un nuevo estado de vida: saldrás fortalecido
De este modo, se dice que cumple una función adaptativa que es esencial. La angustia nos invita a:
-Pedir ayuda. El individuo no sobrevive solo, necesita del grupo. Cuando estamos tristes, necesitamos de los demás, de su apoyo y amor. Este estado humaniza nuestros vínculos.
-Tomar conciencia. Cuando estamos tristes, podemos pararnos a pensar y sentir cómo nos sentimos, estar más en contacto con nuestro interior. Del mismo modo, nos recuerda qué personas o situaciones realmente tienen valor para nosotros y cuáles no.
-Renovarnos. Llorar una pérdida, del tipo que sea, nos empuja a llevar a cabo un proceso emocional que, inevitablemente desencadenará en un nuevo estado de vida: saldrás fortalecido.
Es que la tristeza surge a partir de las pérdidas, que pueden ser de cualquier índole: un ser querido que falleció, se mudó o cambió de rol porque nos separamos; el estatus social o el poder que se ha ido; un trabajo que ya no tenemos; la calidad de vida que se ve afectada por una enfermedad; ya no tener tiempo libre para nosotros, y hasta la pérdida de ilusiones y objetivos claros. Este dolor nos sobrecoge y nos permite darnos la oportunidad de mantener la energía en un momento difícil, para salir a flote, después, con las ideas más claras y con energía renovada para el cambio.
Dime por qué lloras
La tristeza funciona como un mecanismo para facilitar la regulación y reconstruirnos, renacer desde las cenizas. Por eso, necesitamos darnos tiempo para estar tristes, sin hacer demasiado más que reflexionar.
Llorar hasta que nos moleste la vista, sentirnos abatidos, creer que no vamos a poder volver a estar bien, son todos procesos normales que no solo debemos atravesar para volver a sentirnos plenos, sino que además es saludable que sintamos.
¿Cómo identificarla? Cuando pasamos por un período triste que se extiende, solemos tener miedo de desarrollar una depresión. Pero la tristeza y la depresión no son lo mismo.
Es importante darnos el tiempo y el espacio necesarios para atravesar los dolores y expresar nuestra tristeza
Cuando hablamos de depresión, nos referimos a una tristeza patológica, que ya no es catártica y renovadora, sino que resulta peligrosa. Los síntomas más frecuentes de la depresión, según la Asociación Americana de Psiquiatría, son:
-Un estado de angustia que ocupa la mayor parte del día, casi cada día.
-Disminución del interés en todas las actividades la mayor parte del día, casi cada día.
-Pérdida o aumento importante de peso o del apetito, sin hacer un régimen.
-Insomnio o hipersomnia, casi cada día.
-Disminución en la capacidad para concentrarse e indecisión extrema.
-Pensamientos recurrentes de muerte.
Si bien una tristeza mal resuelta puede llevarnos a una depresión, en un primer momento, es importante aceptarla y atravesarla de manera natural.
Volvé a sonreír
Es importante darnos el tiempo y el espacio necesarios para atravesar los dolores y expresar nuestra tristeza. Debemos también pedir ayuda y buscar consuelo en una mirada sin juicio, que nos brinde un abrazo cuando más lo necesitamos.
Este proceso, cuando implica la pérdida de algo que valoramos mucho, no es simple ni fácil de transitar, pero es clave.
Para llevarlo a cabo lo mejor posible, tené en cuenta estas seis pautas: 1. Aceptá la realidad. No reniegues de lo que no está a tu alcance, asumilo con madurez. 2. Sentí el dolor. La tristeza ante la realidad perdida es importante atravesarla, sin huir de ella. Dejá que esa angustia te hable de tus necesidades y de tus valores. Si escuchamos nuestros sentimientos, aprenderemos mucho de nosotros. 3. Entendé que solo no podés. Buscá apoyo en personas de confianza que te consuelen y simplemente estén ahí cuando necesites descargar tu pena. 4. Dejá que las emociones fluyan. En este proceso, pueden surgir la rabia, la culpa y hasta la risa. No lo censures y dejá que recorran tu cuerpo, para que puedas hacer una catarsis profunda. 5. Adaptate al ambiente. De a poco, es bueno que vayas incorporándote a ese lugar que hoy te resulta hostil (la casa en la que vivías con un familiar que se fue, o las nuevas circunstancias propias de un cambio de vida). ¿Cómo? A través de la actividad, el ejercicio o algún hobby que propicie la llegada de otros estados emocionales. 6. Date tiempo. Este es el paso más importante. La tristeza natural tiene un proceso, y no debemos forzarla para que se vaya de manera brusca. Aflojá tu corsé emocional, abandoná el modelo de superhombre o supermujer, y dejá que la tristeza fluya por tu cuerpo y tu alma, de manera natural.
No lo olvides: la felicidad es la otra cara de la moneda, por lo que estos momentos son necesarios para lograr ser felices de verdad.
SEGUÍ LEYENDO