"Yo soy así". "Siempre fui un celoso, no lo puedo evitar". "No quiero estar deprimido, pero mi tristeza es tan grande que no puedo controlarla". ¿Escuchaste alguna vez una justificación así? Puede que, incluso, hasta vos mismo hayas dado una explicación de ese estilo. Y es que tendemos a ver los sentimientos como algo incontrolable y más fuerte que nosotros.
Algunos piensan que la mejor solución es ignorarlos por completo; otros creen que lo correcto es cerrar los ojos y dejarse llevar por ellos, sin importar lo que eso implique. Pero ¿cuál es la forma más efectiva para convivir con lo que sentimos?
La verdad: ninguna lo es. Debemos cambiar nuestra concepción del sentimiento: no estamos obligados a entregarnos a nuestras emociones, ni tampoco debemos guardarlas bajo llave para que no salgan. Tenemos que aprender a controlarlas y recordar que no somos lo que sentimos.
Imaginate que mañana es ese "gran día": vas a dar un examen decisivo, o realizar esa presentación tan importante, o tenés aquella reunión que venís esperando hace tiempo. Los nervios te invaden y no podés dejar de pensar en lo que puede llegar a pasar. También tenés miedo de haberte olvidado algo o de equivocarte y hacer que todo fracase.
Estás a punto de estallar y necesitás calmarte, por lo que empezás a pelearte con tus hijos, con tu pareja, con tu familia, con el primero que se cruce, pensando que así te vas a sentir mejor. O tal vez optás por realizar todos los trucos posibles para ignorar esos sentimientos de ansiedad, creyendo que así van a desaparecer por arte de magia. ¿Por qué, en lugar de intentar escapar de ellos o proyectarlos hacia otros, mejor no les prestamos atención?
Hacele frente
Aceptar lo que nos pasa es una buena solución en los momentos en que nos invaden ciertas emociones que nos resultan difíciles de controlar. Una buena forma de hacerlo es recordando que:
–Los sentimientos no son etiquetas. Creer que somos lo que sentimos es un
error. Vivimos definiéndonos de acuerdo a nuestras emociones: si tendemos
a ponernos tristes, nos colgamos el cartel de "depresivos"; si usualmente
nos enojamos, somos "irascibles". Esas etiquetas nos quitan la posibilidad
de gestionar esos sentimientos para mejorar.
–Sentir no es una elección: las emociones aparecen, nos invaden. Podemos ignorarlas, bloquearlas, proyectarlas o luchar contra ellas. Pero a veces, el remedio es peor que la enfermedad. ¿Qué tal si probamos dejar entrar nuestros sentimientos y esperar a que pasen? Sólo así habrá espacio libre para que luego lleguen otras emociones más positivas.
–Hay que dejar la culpa de lado. En psicoanálisis, la culpa es definida como
uno de los sentimientos más castradores. Nace en la infancia, y hace que a veces nos sintamos mal por percibirnos de determinada manera. Si las emociones son las manifestaciones de lo contenido dentro nuestro, ¿por qué no escucharlas sin sentir remordimientos?
Tu voz interior
Los sentimientos son formas de expresión de nuestra psiquis previas a la aparición del lenguaje, que se manifiestan a través del cuerpo, como el sudor cuando tenemos miedo o el dolor de panza por la angustia. Más tarde, traducimos esas sensaciones mediante palabras, recuerdos o imágenes.
Cuando hablamos de sentimientos, estamos hablando de las manifestaciones más profundas de nuestra mente. Aquellos sentimientos que nos avergüenzan, nos incomodan o nos hacen sufrir son los negativos. La ira o la envidia son ejemplos de esas emociones que, por lo general, no asumimos, pues nos castigamos injustamente por tenerlas.
Gestor de emociones
El Yo es el encargado de coordinar lo que sentimos. El psicoanalista Sacha Nacht lo define como "la entidad mediante la cual el individuo se hace consciente de su propia existencia y de la existencia del mundo exterior".
Cuando un sentimiento es demasiado fuerte, ocupa demasiado lugar en nuestra conciencia, de manera que el Yo puede quedar anulado. Aunque a veces nos resulte difícil controlar nuestras emociones, es importante que sepamos que podemos hacerlo. Dejar entrar lo que sentimos, aceptar lo que nos pasa y entender por qué nos sucede es importante para crecer como personas.
De a poco, aprenderemos a administrar nuestros sentimientos y a no ponernos por detrás de ellos para dejar que manejen nuestra vida. Poder sentirnos de las formas más variadas es algo maravilloso, que debemos aprovechar en todas sus instancias, en los momentos de felicidad y en los más tristes, ya que de cada una de las emociones siempre podremos obtener algo positivo.
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