Un conocido programa de televisión que se emitía hace varios años tenía como eslogan una frase que se hizo famosa y que aún hoy se menciona con frecuencia: "No hay nada más lindo que la familia unida". La unión estaba tomada en dos sentidos diferentes, como vínculo afectivo, pero también como cercanía física que se concretaba recurrentemente, cada domingo, en torno a la mesa encabezada por el padre.
Actualmente y cada vez con mayor frecuencia, hay un tipo de cercanía que
no puede darse: la física. Los hijos o los sobrinos buscan nuevos horizontes fuera del país, los nietos emigran para perfeccionarse en una carrera o para indagar nuevas posibilidades de realización.
Aquellos cuyos seres queridos están lejos temen con frecuencia que la
distancia física se transforme también en distancia afectiva. Hay quien se resigna a esta pérdida y quien se subleva ante el supuesto despojo de sus afectos tratando de influir para que el viaje anunciado no se realice o para que los viajeros queridos regresen a su lugar de origen. Estos reclamos no hacen sino mortificar al que está lejos y entorpecer el vínculo afectivo a la distancia. ¿Es realmente cierto que la lejanía física implica distancia afectiva? En esta nota, algunas reflexiones y sugerencias que ayudarán a preservar la salud y la potencia de los afectos aunque estos estén muy lejos.
Distancias que se acortan
Es probable que si algún ser querido está lejos, leamos esta nota con escepticismo. Cambiemos el enfoque, porque partir de la base de que es imposible mantener un vínculo afectivo a la distancia es negarse a explotar las múltiples posibilidades de que disponemos hoy para acercar a los seres queridos que están lejos.
Sólo en las parejas el contacto físico cumple un rol esencial, aunque incluso en este caso puede tolerarse un alejamiento temporal si la relación es fuerte. Además, la pareja no es un vínculo incondicional, sino que su preservación depende de la interacción cercana. En todos los demás casos, los vínculos son incondicionales.
Un hijo jamás dejará de serlo en nuestro corazón porque esté lejos. Lo mismo es aplicable a los padres, los sobrinos, los hermanos. Partiendo de esta base, es mucho lo que se puede hacer para que esa relación incondicional se alimente y se pueda generar una "cercanía sustituta" que tiene más parecidos con la cercanía natural de lo que podría creerse a priori:
Para preservar la salud de un vínculo lo primero es despojarse de comprensibles egoísmos, pero egoísmos al fin. Nuestros hijos, nietos o hermanos tienen el mismo derecho que nosotros a hacer su vida y reconocerlos como seres autónomos, independientes y con plena capacidad de decisión, es decir, permitirles que crezcan, es el primer paso no sólo para preservar, sino también para profundizar el vínculo. Un hijo que se va con sentimiento de culpa por el reproche de sus padres, se irá distanciado de antemano, es decir que estará lejos de nosotros incluso antes de irse. En cambio, un hijo que entiende que pese al dolor que causa su partida, tiene el apoyo de sus padres, que apuestan a su crecimiento, se sentirá más cerca de ellos aunque esté físicamente lejos.
Es necesario recordar que para los orientales la crisis es siempre una posibilidad de cambio y crecimiento. Si estamos en crisis por la lejanía de un ser querido, es un buen momento para hacer, por ejemplo, lo que hasta ahora no nos habíamos animado a concretar: acercarnos a la tecnología para que esta, a su vez, nos conecte con quienes amamos. Frecuentemente escuchamos: "una camarita web, me permite ver a mi hijo a mis nietos, pero no me permite abrazarlos". Por supuesto, es cierto, pero logramos una "cercanía sustituta" que, el día que nos reencontremos frente a frente con los seres queridos, nos hará sentirlos tan cercanos como si nunca se hubieran ido.
Hoy es una realidad que las comunicaciones han acortado las distancias. El mail, las cámaras web, las fotos digitales que se pueden enviar a través del mail, el sistema skype que permite hablar en tiempo real y ver a nuestro ser querido al mismo tiempo, han cambiado el paradigma comunicativo. Ya no es posible quedarse añorando y esperando una carta.
Si bien el alejamiento físico de un familiar querido es doloroso, también tiene un costado positivo. Ser abuelos a distancia nos permitirá, por ejemplo, ocupar nuestro tiempo en proyectos personales postergados que nos enriquezcan y que, por lo tanto, nos ayuden a convertirnos en seres más plenos y con un mayor caudal que ofrecer a quienes están lejos. Incluso, es posible que la lejanía modifique positivamente nuestra economía y que ahorremos en función de realizar viajes periódicos.
Sentarnos a añorar y a autocompadecernos por la lejanía de quienes amamos es una actitud negativa. Darles alas a quienes queremos y buscar la forma de seguir afectivamente cerca de ellos, en cambio, es enriquecedor tanto para quienes están lejos como para nosotros mismos.
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