Podríamos decir que es una actitud vital que te conecta con la gente. No solo se relaciona con el sentido del humor, la alegría y la buena predisposición, sino también con la capacidad de sintonizar con los demás, de detectar cómo se sienten y de hacer algo para cambiarles el día.
"El principio psicológico de la simpatía, como mecanismo de influencia, funciona a través del componente afectivo de la actitud: siempre que estamos en una situación agradable, experimentamos un estado afectivo positivo", explican los profesionales de Psicología Online.
Es cierto que las personas extrovertidas tienden a vivir con una sonrisa en los labios, y esto las hace especialmente agradables: nos encanta tenerlas como amigos, compañeros de trabajo o pareja porque son capaces de mejorar un día difícil con un chiste o una salida ocurrente.
Al mismo tiempo y contrariamente a lo que se supone, no se trata de personalidades superficiales, sino de las que tienden a ver las cosas desde un punto de vista optimista y hasta risueño. Es gente que ilumina los lugares por donde transita: es el compañero de trabajo que rompe el hielo de una situación fatal con un chiste o el amigo que te abre la puerta de su casa o te atiende por teléfono con una exclamación de alegría, una catarata de sobrenombres cariñosos o una colección de anécdotas absurdas que te cambian el humor como por arte de magia.
¿Cómo poner esta actitud a tu favor?
¿Simpático se nace o es una capacidad que podemos copiar y aplicar a nuestra propia vida? Es cierto que algo hay de innato en este talento para ver no solo el vaso medio lleno, sino hasta rebosante de cosas multicolores y divertidas, pero es mucho lo que se puede aprender para enriquecer las propias actitudes con megadosis de simpatía.
Cuando se intenta explorar el lado más agradable, risueño y descontracturado, las cosas parecen más fáciles, se ven desde otro punto de vista y, al mismo tiempo, se hace más placentera la vida de quienes rodean. Acá algunas estrategias para poner en práctica, de lunes a lunes, una gran sonrisa en el ojal.
Al mal tiempo, buena cara
La felicidad no es un destino, es una elección. Frente a los problemas de todos los días, se puede optar por ser un quejumbroso y lamentar de la mañana a la noche o se puede minimizar la parte negativa de las cosas y sacar a relucir la mejor actitud. En la simpatía, hay una cuota de generosidad: no solo es bueno para vos tratar de conectarte con lo mejor de la vida; también es un regalo para quienes viven, estudian o trabajan con uno.
Desarrollar la empatía
Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, y "manifestamos este comportamiento cuando podemos sintonizar de manera espontánea y natural con los sentimientos de la otra persona, conocer sus motivaciones y predecir su conducta. Nos permite sentir la alegría o la tristeza de los demás como si la sintiéramos nosotros mismos", dice la psicóloga y coach catalana Mercè Sans.
"¿Tal vez podríamos fabricar la pastilla de empatía? –bromea–, muchos deberían tomar una al día para poder sentir cómo nos afectan sus acciones y sus decisiones, haciendo el esfuerzo de ponerse de un modo más comprensivo en nuestra piel".
Demostrar una actitud constructiva
Frente a cualquier problema, hay que esforzarse por proponer aquello que puede sumar, que puede ser una salida o, al menos, un enfoque que alivie las tensiones. En lugar de utilizar frases como "¡qué desastre!" o "no sé cómo vamos a salir de esto"; lo mejor es poner a funcionar la creatividad al máximo para que el aporte contribuya a bajar tensiones.
Utilizar el sentido del humor
Hasta el humor negro puede energizar a un equipo decaído, o aflojar un momento de crispación. Buscar chistes y anécdotas graciosas, hacer circular alguna foto tierna o divertida, dejarse llevar por alguna ocurrencia. Reírse tiene un impacto positivo sobre la salud física y emocional, y estos buenos resultados se potencian cuando se hace con otros.
Escuchar con cariño y atención
Las personas simpáticas tienen la capacidad de sintonizar con los demás; generalmente son sensibles, y así como los mueve la risa, se emocionan fácilmente. Por eso, son grandes escuchas: se ponen en el lugar de uno y siempre tienen a mano un pañuelito de papel para las lágrimas y un abrazo cuando hace falta. Cada uno debe hacer su vida y con esta actitud y se va a ver cómo impacta en las relaciones interpersonales. Hay que recordar, finalmente, que la simpatía no es asumir el rol de bufón de la mañana a la noche: es el talento de hacer que brille el sol en la vida y en la de otros, aún cuando parece que el aguacero es interminable.
Cuidar el lenguaje corporal
La simpatía se transmite no solo con palabras, sino también con una actitud física. Las personas divertidas caminan erguidas y flojas, sonríen permanentemente y miran a los ojos cuando hablan. Además, suelen tener un manejo desenfadado de su propio cuerpo: son capaces de entrar a una reunión de directores con el paso de la Pantera Rosa y difícilmente caerán mal, ¡al contrario! Con un solo gesto amable, o pícaro y teatral, son capaces de cambiar un clima tenso u hostil por otro más amigable.
Al ser menos estructurados que otras personas, se divierten más con el vestuario. Se puede apostar a que en el día más gris y lluvioso del invierno, la compañera más simpática de la oficina llegará con unas botas de lluvia a lunares, un trench rojo brillante y un enorme paquete de medialunas para alegrar la jornada. Si se está en tren, se trata de poner la simpatía a favor de buenas relaciones con los demás, hay que prestar atención a lo que expresa el cuerpo: es tan elocuente como lo que decimos.
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