La mayoría hemos pasado por ese duro momento, cuando nos enteramos de la peor noticia: un abuelo, papá, mamá, amigo, que no está más, y su ausencia nos entristece, al nivel de paralizarnos. Con paciencia y ayuda, podemos ir llenando este vacío con hermosos recuerdos, y el dolor
se aliviará poco a poco.
El perder a una persona a quien amamos es muy fuerte porque, en algún punto, sentimos como si hubiésemos perdido una parte de nosotros mismos", explica la Lic. Mariana Alvez Guerra, miembro de IPPA (International Positive Psychology Association). La muerte es parte de la vida, es una realidad que debemos afrontar desde el mismísimo día en el que nacemos, aunque, a veces, vivamos en la negación de esta realidad, hasta que la partida de alguien amado nos recuerda con una bofetada lo que, en algún punto, preferíamos ocultar.
Un camino necesario
Ante la pérdida de un ser querido, es necesario atravesar por el proceso conocido como "duelo" que nos ayudará a poder superarlo y seguir adelante. Precisamente, se trata de un período de adaptación a la nueva situación: "El duelo es el proceso de elaboración en relación con una situación de pérdida, tanto de ausencia física de algún ser querido como de un proyecto o de una ilusión", expresa la Lic. Marisa Russomando, psicóloga focalizada en maternidad y crianza.
La especialista explica que, si bien depende de la causa y de la personalidad
de cada individuo, existen diferentes etapas de este proceso:
• Registro de la pérdida
• Adaptación
• Elaboración
• Convivencia
• Vínculo con la persona fallecida a través de sus recuerdos.
"En la primera fase, la persona puede quedar aturdida emocionalmente, reaccionando de manera violenta o con extraña calma, la muerte no parece real aún, una parte de la persona tiende a negar lo ocurrido. Luego, podrá tomar lugar un profundo desasosiego, impotencia, ansiedad. Pueden surgir deseos de encontrarse con la persona fallecida, tener la oportunidad de hablar lo no dicho, incluso el sujeto puede creer ver o escuchar a quien ya no está vivo", explica la licenciada Alvez Guerra.
También es común que existan sentimientos intensos de culpa y de ira:
• Culpa: ya sea relacionada con el hecho de la muerte en sí o con actitudes
que se mantuvieron en vida con la persona que se ha perdido, como
sentimientos de bronca.
• Ira: se enfoca en las personas que no hicieron lo suficiente, ya sea no
estando presentes o no mostrando demasiada compasión en ese momento.
Suele suceder que este profundo enojo también puede ser dirigido hacia quien falleció por el hecho de haberlos abandonado.
"La depresión por la pérdida, en términos generales, tiene su pico más alto
alrededor de las cuatro o seis semanas luego de la muerte. Poco a poco, el dolor comienza a apaciguarse hasta que la persona se siente preparada para retomar su vida", agrega la profesional.
Aunque este proceso ayuda, hay personas que no desean pasar por esta etapa y la niegan, trayendo complicaciones mayores con el tiempo. "Es necesario pasar por estas etapas para poder continuar con una vida emocional saludable. De no ser así, puede dar lugar al desarrollo de
un duelo patológico, proceso que se manifiesta con síntomas físicos y emocionales, como la fatiga, depresión, situación
maníaca, aislamiento, entre otros", asegura la licenciada Russomando.
Pedí ayuda
Las personas que están cerca pueden aliviarte el dolor. Para ayudar a quien está atravesando un proceso de duelo, la idea sería poder ponerse a disposición, acompañándolo según sus propias necesidades y condiciones. Hay quienes necesitan conversar acerca de lo sucedido, otros no pueden hacerlo hasta que no hayan avanzado en las etapas del duelo; hay quienes necesitan compañía permanente y quienes lo viven como un camino solitario. Todas son formas válidas.
Es necesario respetar la singularidad de cada uno para poder acompañar y ayudar de verdad. Aunque también podemos ser nosotros mismos quienes nos ayudemos a salir adelante: "Es posible canalizar el dolor con la escritura, el dibujo, la danza, o cualquier otra actividad significativa o meramente recreativa", aconseja la licenciada Alvez Guerra.
Cuando solos no podemos
Sin embargo, hay señales de alerta, explica Russomando, que pueden indicar que es tiempo de pedir ayuda profesional. Por ejemplo, cuando "parece como si no le afectara", "lo elaboró demasiado rápido", "ni lo nombra", etcétera.
En definitiva:
Al observar que la persona no puede continuar con su vida habitual.
• Cada vez que sintamos, si somos los protagonistas, que no podemos solos,
que necesitamos ayuda.
• Cuando requerimos orientación y contención para acompañar a los niños.
• Frente a nuevos síntomas físicos o emocionales afectivos.
Podemos acudir a terapia individual o grupos de autoayuda para poder conversar acerca de lo sucedido, lentamente asimilarlo y rearmarnos.
La muerte existe por más que la queramos negar, y es mejor entrar en el duelo apropiadamente, sin resistencia, con paciencia y amor, antes que intentar hacernos trampa y sufrir más después.
El dolor es algo que no se quita, pero, sí, podemos aprender a vivir con él y encontrarle un nuevo significado a la vida. Hay que atravesar el dolor, sentirlo, darse tiempo para poder internalizar y comprender
lo ocurrido.
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