POR Verónica Salatino
Pocos festejos a nivel mundial generan tantas pasiones y odios, eventos y contra-eventos como éste. Es que el amor es cosa seria y, para algunos, el desamor lo es aún más.
Podríamos destinar párrafos enteros a escribir sobre qué es realmente uno y otro, filosofando acerca de si el problema reside en la ausencia de amor hacia uno mismo o, en su defecto, en el hecho de que depositamos las expectativas siempre en algún otro que nos empalague los oídos. Pero hoy es San Valentín y ponerse tan profundo no suele ser el ánimo del día.
¿O sí? Por lo general, cada 14 de febrero –y más aún desde que las diferentes redes sociales llegaron a nuestras vidas-, lo único que importa es postear frases románticas, compartir fotos en pareja, mostrar el anillo de compromiso, la caja de bombones, la flor o el regalo más rosado y lleno de corazones que podamos encontrar. Y, por supuesto, no puede faltar la cena a la luz de las velas, con champagne incluido, y si le podemos sumar una serenata o algún show bien meloso de esos que nunca fallan, ¡mejor!
"No soy ni pro ni anti San Valentín, pero no lo festejo. Cuando veo parejas muy románticas, un poquito de envidia me da", dice Mariana mientras suelta su carcajada característica.
"El año pasado, cuando estábamos volviendo de las vacaciones, era San Valentín y se habían agotado todas las reservas a todos los lugares y le dije a Mariano que me sentía mal porque no estábamos festejando, así que nos fuimos a comer un sándwich a la esquina", cuenta sobre su último 14 de febrero.
Es que, al igual que a una gran cantidad de personas, a Mariana no le gusta mucho la idea de la mega producción para este tipo de fechas: "Soy fiaca para esas cosas, pero además, estas cuestiones impuestas y forzadas a mí no me van, aunque admito que puede ser una buena ocasión para alimentar a la pareja".
The Grinch: la ciencia
Si hay aguafiestas en esto del concepto romántico del amor son los científicos. Ellos son los que atajan la flecha de Cupido en el aire, la doblan, la rompen y, para que no queden dudas, las pisotean un poco antes de tirarla al tacho de la basura. Por si la metáfora no fue clara, echan por tierra cualquier concepción rosada del amor.
¿Cómo? Así: "estar enamorado es algo del cerebro", afirma sin vueltas la licenciada Florencia Alifano, investigadora de Fundación INECO- INCyT.
Por lo tanto, todas esas ideas –y hasta sensaciones genuinas- de que cuando nos separamos o no somos correspondidos en el amor se nos parte el corazón o nos duele, son sólo eso: ideas.
Aquel viejo dicho de que el corazón tiene razones que la razón no entiende, parece no ser más que una linda frase carente de veracidad. "El amor es un concepto complejo. Entendido como la tendencia a mantener o perpetuar una relación de pareja, es una propiedad que surge a partir de la combinación de una extensa serie de factores como la genética, la biología (neurotransmisores, hormonas y cambios físicos que sufre nuestro cuerpo en dichas situaciones), la psicología (historia familiar, hábitos de aprendizaje y socialización), y los procesos históricos y culturales que varían y moldean la forma en que las personas establecen vínculos afectivos de larga duración", se explaya la investigadora de la fundación que preside el reconocido neurocientífico Facundo Manes.
Al parecer, según investigaciones, los circuitos neurobiológicos que se activan durante el enamoramiento producen una serie de reacciones fisiológicas que generan cambios corporales como el aumento de la frecuencia cardíaca (¡cuando sentís que te late más rápido el corazón porque viste al chico o chica que te gusta!) y de la presión arterial (¡se puso colorado, se puso colorado!).
"No hay que dejar de lado que también intervienen nuestras creencias, expectativas y deseos previos en la experiencia emocional, junto con las circunstancias y el contexto en el cual nos encontramos. Lo importante es no olvidar el rol y la influencia que tiene el cuerpo en nuestras emociones", se extiende Alifano.
Es decir que, más allá de que podamos sentir que se nos sale el corazón de tanto amor, la realidad es que lo que estamos sintiendo no es ni más ni menos que una decisión que hemos tomado con la cabeza. "La mayoría de las personas desconocen que el amor es una decisión", asegura la investigadora, casi retando a duelo al simpático y tierno Cupido.
Y suma: "Podemos decidir amar por encima de lo que podemos sentir, es una elección, quizás no es fácil y requiere mucha práctica, pero se puede lograr amar hasta el final de tus días porque así lo has decidido".
Y para reforzar su postura –y la de la ciencia, claro-, trae a colación al famoso libro El arte de amar, donde su autor, Erich Fromm, escribe: "amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa. Si el amor no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer. ¿Cómo puedo yo juzgar que durará eternamente, si mi acto no implica juicio y decisión? Tomando en cuenta esos puntos de vista, cabe llegar a la conclusión de que el amor es exclusivamente un acto de voluntad y un compromiso".
Cabecita de novia
Te olvidás todo, estás dando una vuelta por las nubes y no prestás atención, tu mente está en otro lado. Así se siente estar enamorado. ¿Pero cómo es exactamente la cabecita de novia? Porque adentro, según explican los especialistas, están pasando muchas cosas.
"Cuando una persona se enamora se activan en su cerebro centros de placer y apego, y aumentan los niveles de dopamina y serotonina, neurotransmisores que producen una sensación de placer inmediato", dice la investigadora de la Fundación INECO.
¿Suena lindo? Capaz, ¡pero cuidado! Esto mismo pasa cuando se produce una adicción como el consumo de cocaína. "Podría entonces pensarse que el enamoramiento es adictivo", sentencia Alifano, quien explica que para no experimentar toda la cascada de reacciones fisiológicas que se producen durante esta etapa sólo hay dos caminos: evitar a la persona que nos enamoró, "ya que ante la ausencia del objeto deseado estos circuitos dejan de activarse y pierden su influencia" (siempre y cuando esta ausencia sea en el plano real y también en el de la fantasía) o conquistar a la persona y comenzar una relación, "ya que con el tiempo, y ante el acostumbramiento, la liberación de dopamina comienza a disminuir considerablemente, perdiéndose esas sensaciones extremas de placer y deseo que genera el enamoramiento".
Esta etapa de enamoramiento es la que mejor se lleva, sin dudas, con la celebración de San Valentín que, tal como destaca el licenciado Fernando Rubano, psicólogo especialista en adultos y parejas, "tiene la particularidad de buscar el amor idealizado y romántico que algunas parejas llegan a gozar". Según el profesional, cada 14 de febrero varios se permiten jugar este juego, incluso si su día a día no es un lecho de rosas.
"También suele ser un evento social que nos enfrenta a las dificultades o carencias que la vida amorosa nos depara", advierte. Y hete aquí el quid de la cuestión: debido a ese espejo que pone frente a todos nosotros, cosecha adeptos y detractores.
Incluso, aquellos que el año pasado estuvieron de un bando, hoy pueden levantar la bandera contraria porque todo dependerá de eso que vean reflejado. Están quienes no tienen pareja y se sienten bien con eso y con que el resto sí la tenga y celebre ese amor, y están quienes están solos a regañadientes, esa soledad les pesa y ver cómo otros se declaran lealtad eterna (aunque sea por un ratito) sólo les escarba más la herida.
"Con el amor no basta. Se necesita indefectiblemente solidaridad vincular, confianza y empatía", dice Rubano, quien asegura que las creencias y paradigmas acerca de esto están cambiando.
"Hoy vivimos una revolución en los vínculos, que lleva tanto a los hombres como a las mujeres a considerar que el desafío de estar con otro implica desarrollar habilidades de comunicación, de cuidado, de conquista y, sobre todo, modalidades de manejo de conflicto nuevas", suma.
Y finaliza: "Por eso creo que este San Valentín va a ser bastante particular en este sentido, debido a la caída de ciertos modelos relacionales y el surgimiento, quizás, de otros nuevos".
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