Famila post divorcio: el desafío de criar hijos separados

¿Qué sucede con los chicos después de un divorcio? ¿Cómo llevarnos bien con esa persona a la que estamos atados de por vida?

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El bienestar de los hijos
El bienestar de los hijos debería ser la prioridad ante una ruptura y o divorcio (Shutterstock)

POR Paola Florio

Nadie puede ser feliz en un hogar donde no hay cariño ni respeto, entonces, por más traumático que imaginemos que será el proceso, en muchos casos la única salida es una separación.

Pero, ¿qué sucede cuando hay niños en el medio? Manejar el fin de una pareja cuando hay hijos, es muchas veces el motivo por el que prolongamos relaciones eternas y nocivas, por el temor a la reacción de los pequeños hasta la incertidumbre de manejar la vida diaria solos junto a ellos.

¿Cómo será? ¿Podré con todo? ¿Y si se enferma? ¿Y si me enfermo? ¿Sufrirá mucho? Son inevitables las dudas y miedos, comunes a todas las personas que aspiran a que el final de la familia como estaba conformada hasta ese momento afecte lo menos posible la vida de todos.

El bienestar de ellos debería ser la prioridad ante una ruptura.

"Hay que pensarlo así: si alguna vez nos amamos, nos elegimos como pareja y producto de esto nació un hijo, tenemos que hacernos responsables de nuestras elecciones y no ponerlos a ellos en el medio. Vamos a ser padres por el resto de nuestras vidas y que no queda otra que llevarnos bien, que hay que acordar, aunque no estemos en todo de acuerdo. Encontrar puntos de encuentro para que el hijo o hija tenga una vida saludable y no que sienta que cuando está con mamá, está en deuda con papá y viceversa", explica el licenciado en psicología Mauricio Strugo, especialista en parejas y familias.

Recalculando
Un divorcio es una pérdida y por eso debe manejarse como un duelo. Es bueno darse la oportunidad de pasar por todas las etapas: negación, ira, depresión y aceptación. Cuanto más pronto podamos hacer ese proceso y reparar nuestras emociones, será más sencillo para los dos pasar de ser padres divorciados a buenos papás.

Sobreponerse a una ruptura amorosa no es fácil, pero para lograr una coparentalidad exitosa hay una clave básica: separar la relación personal de la que tenemos como mamá y papá de los chicos.

En este sentido, puede ser muy útil pensar en el vínculo con el ex como una relación que recién comienza y poner el mismo cuidado que ponemos en las incipientes, pero esta vez no para enamorar al otro sino por los hijos.

Los primeros encuentros post separación, ya sea para el traspaso de los chicos o para ajustar detalles, sin dudas van a ser movilizantes.

"Al principio se puede sentir mucho dolor y más que dolor, bronca porque cuando recién se termina una relación, si uno de los dos no está de acuerdo con esa desvinculación, contento no va a estar. Lo mejor que nos puede pasar es aceptar que lo que tenemos es dolor y tratar de que esto no nos contamine nuestro vínculo como padres, porque nos separamos como parejas, no como padres", recomienda el especialista. Nadie dice que todo esto sea fácil, pero sí que el amor puede tomar formas constructivas aún después de una ruptura. Y eso es una lección para todos.

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Apostar al diálogo
Es importante buscar la manera de mantenerse comunicados a pesar de todo. A veces, las rupturas son tan conflictivas que incluyen bloqueos de WhatsApp o redes sociales, eliminar contactos o exigir al otro que no se vuelva a comunicar.

"Por este motivo, terminan quedando los hijos en el medio, haciendo el rol de intermediarios o mensajeros. Cuando sucede esto, las consecuencias son: mayores conflictos y menor contención. Aunque suponga un esfuerzo extra, hay que evitar que los hijos queden como intermediarios. Esto les suele generar mucha angustia y presión, que muchas veces no pueden identificar ni expresar", aconseja la licenciada Dalila Acuña, psicóloga de los Centros de Diagnóstico DIM.

Para la especialista, más que justificarnos en las acciones del otro ("con el/ella no se puede hablar" / "no me escucha"), debemos buscar la manera de responder priorizando nuestro rol parental sin dejarnos llevar por todas las emociones, recuerdos o pensamientos que nos generan ruido y nos hacen actuar de manera reactiva.

Esto incluye hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo quiero ser como papá o mamá? ¿Cómo es importante para mí desempeñarme en este rol? ¿Cómo quiero que mi hijo o hija me perciba? Las respuestas a estas preguntas deben guiarnos a realizar aquellas acciones que dependen de nosotros, independientemente de lo que el otro haga (o no haga) y/o pueda (o no pueda).

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Un equipo de padres
Parece una utopía, pero de máxima, hay que intentar armar un dream team dispuestos a dar todo y dejar de lado el ego, por el niño que los necesita.

"Si él ve que sus padres se llevan bien a pesar de sus diferencias, no tendrá la fantasía de creer que hizo algo mal o que no lo hizo bien. Es importante que sepa que puede contar con ellos y que no tiene que ser fiel a ninguno de los dos sino a sí mismo", alerta Strugo.

Formar un buen equipo de padres no es imposible. Como primera medida, hay que intentar guardar los sentimientos en un cajón al momento del encuentro o en cada comunicación telefónica, sino la vida diaria será muy tediosa. Es difícil, pero hay que buscar la manera de que la convivencia sea lo más civilizada posible; entonces mostrarse celosos, heridos, traicionados o enojados, no suma demasiado.

Uno de los primeros temas en los que deberán ponerse de acuerdo es en cómo van a repartirse el tiempo con los hijos. Para saber qué les conviene a los niños, se puede establecer, de común acuerdo entre padres e hijos (si estos tienen la edad para opinar al respecto), cuáles serían las fechas que van a compartir con papá o con mamá y realizar un cronograma con el fin de que todos conozcan el horario, el cual debe ser flexible, en la medida en que se presente alguna dificultad. Así todos saben qué sucederá con anticipación.

Es necesario armar, además, una red de contención que vaya más allá de la pareja y generar vínculos con abuelos, tíos, amigos, personas de confianza de los chicos que también puedan ayudar en caso de enfermedades o complicaciones.

Aprender a pedir ayuda alivianará la tarea. Y conversar mucho, sacarse dudas, evitar pasar facturas porque eso no construye, y jamás prohibirles a los hijos ver a sus padres. Una convivencia en armonía, así sea desde otro lugar, será beneficiosa para todos.

Analía tiene 32 años y está separada desde hace dos. Junto a su ex tienen a Anita, de 5 años.

"Los primeros tiempos fueron muy duros porque era vivir chocando por todo: la plata, la vivienda, me cuestionaba a dónde iba con el nene y encima empecé a estar en pareja y él no se la bancaba. Hasta que le propuse tomar una cerveza en un bar, busqué un lugar neutral y le hablé con franqueza, como lo habíamos hecho siempre. Y todo se acomodó. El diálogo, sacarnos todo lo que teníamos adentro, permitió refundar otro vínculo", cuenta.

Julia tiene 30 años y este es su primer verano separada del padre de su hijo.

"Pasé un año agotador, lleno de cambios, necesito descansar un poco, no es fácil hacerse tiempo para una cuando se crían hijos separados porque todo recae sobre mí en este caso, pero ahora acordamos que durante el verano vamos a tener al nene quince días cada uno. Es un desafío el desapego, pero también está bueno que pase tiempo con su papá. Yo apuesto a que pueda seguir disfrutando con los dos".

Actitud positiva
Como ambos seguirán ligados de por vida, es mejor elegir qué batallas librar y convivir en esta nueva estructura de la mejor manera posible. Entonces, tener en cuenta algunos cambios de actitud que pueden mejorar en la relación con el otro.

– Proponer en lugar de imponer: en vez de demandar, es mejor arrancar con una sugerencia como "¿podríamos probar con tal cosa?". Hablar en plural, dentro de lo posible.
– Limitar la charla en los hijos: si suelen pelearse por todo y cada tema es un foco de conflicto, sólo conversen sobre lo relacionado a los chicos.
– Escuchar: es algo que muy pocos hacemos y es necesario. Aprender a oír lo que el otro tiene para decir. Lo mismo que pedirle su opinión, una técnica sencilla que puede condicionar positivamente una comunicación, porque demuestra una valoración del punto de vista del otro.

5 NO de esta nueva etapa
– No referirse al ex como "la tonta", "ese inútill", y menos delante de los niños. Con tales calificativos únicamente los herimos a ellos. Mejor decir: "el papá de mis hijos" o "mi expareja". Lo mismo corre para familiares: abuelos, tíos, amigos y nuevas parejas.
– No desautorizar al otro si puso una penitencia o prohibió, por ejemplo, el uso del celular. Si no estamos de acuerdo, es conveniente hablar directamente con el exesposo(a) en lugar de bajarle línea contraria al niño.
– El hijo no es un mensajero, ni cadete ni investigador, entonces no debemos hacerle preguntas sobre la vida del otro padre. Menos hacerle escoger a quién quiere más ni chantajearlo con regalos. La responsabilidad de educarlo es de los dos.
– No hay que olvidarse las normas de cortesía: cuando se encuentren, deben saludarse y despedirse cordialmente.
– No poner al chico en contra de su papá o de su mamá. Que los adultos hayan dejado de quererse no quiere decir que él deba hacerlo también.

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