POR Paola Florio
No hace falta pasar por una dura enfermedad ni atravesar un hecho traumático para decidirse a vivir mejor. El clásico "a partir de ahora voy a vivir distinto" podemos plantearlo en cualquier momento.
El click emocional que nos lleva a cuidarnos, a pegar un timonazo y hacer las cosas distintas en función de una vida más sana y feliz se puede hacer cuando lo decidamos. Y es necesario: nadie se arrepintió de modificar sus hábitos para sentirse mejor.
Mariana Jacobs, psicóloga especializada en cuidados paliativos, se dedica desde hace 15 años a acompañar a muchas personas durante los últimos días de su vida. Ellos le han enseñado muchas cosas.
"Me han regalado grandes enseñanzas que me ayudaron a estar más atenta. Más presente. A agradecer siempre, a perdonar más, a poner el foco en lo importante", explica. Y lanzó un libro que se llama Lo que me enseñaron mis pacientes antes de morir, en el que comparte algo de ese aprendizaje.
"Decidí hace un tiempo que no era justo que todo eso que capitalizo gracias a mi tarea me lo guardara solo para mí, así que comparto estas 7 cosas que, creo, pueden ayudar a muchos. No pretende ser un decálogo moral, para nada. Es solamente un reflejo de lo aprendido, que me ayuda a mí en lo personal y que guardo la esperanza de que pueda ayudar a otros. Ojalá lo disfruten y les sirva, porque estamos a tiempo", asegura.
¿Cómo vivir mejor?
Estos son los 7 puntos que Jacobs los describe como aprendizajes y se convirtieron en los ítems para una mejor calidad de vida.
1-Bajá cincuenta cambios en tu trabajo. No importa lo grave que te parezca lo que pasa hoy: no lo es. Tu trabajo es lo que hacés, pero no es lo que sos. Hacer identidad ahí es una fuente asegurada de sufrimiento. Todo lo que sucede cuando termina el horario laboral, es lo que se valora cuando se acaba todo.
"Nunca en todos los años que acompaño personas a morir, oí a alguien que me dijera que le daba pena morirse porque le hubiese gustado trabajar más, ganar más plata, o tener un mejor puesto en una empresa. Nunca. Ni una sola vez. Lo que hubieran querido es pasar más tiempo compartiendo con amigos, con sus padres; más horas en la cama con la pareja y más tiempo jugando en el pasto con sus hijos. El auto, la cantidad de empleados, el cuadro del empleado del mes y los metros cuadrados de tu casa te van a importar absolutamente nada", asegura Jacobs. Estamos a tiempo. Pongamos el foco en lo que verdaderamente importa.
2-Conformate menos y animate a patear el tablero. Es muy común que, al final de la vida, la gente se arrepienta de haber sostenido durante mucho tiempo situaciones (personales o de trabajo) que no les hacían bien. Somos de aferrarnos, de aguantar, alargar los procesos, justificar (a nosotros y a otro, o la situación). Nos cuesta patear tableros. Y cuando el tiempo que queda es poco, solemos lamentarnos del que perdimos. Y sin dudas que el tiempo es lo más valioso que tenemos: "Me tendría que haber animado" "No sé por qué me banqué eso todos esos años" o "Pospuse lo que era importante para mí". Hay algo que no nos hace darnos cuenta de que ese tiempo no vuelve. No lo desperdicies.
3- No te quedes con cosas por decir. No postergues más esas conversaciones difíciles o importantes. Es probable que más adelante te arrepientas de no haberlo hecho. Algunas veces, con algo de suerte, estamos a tiempo para repararlo y hablar; en la mayoría de los casos, no. Ese momento ya pasó. Quien sea que teníamos algo para decirle que era importante se fue, o se murió, o ya no podemos contactarlo. Ok. Ahora podés. Y tal vez pienses que se te va a pasar o que si lo decís alguien se va a ofender o lastimar, pero así sólo lo seguirás cargando vos. Decí lo que tengas para decir.
4- Perdonate y perdoná ya mismo a todo el mundo. ¿Te estafaron? ¿Te mintieron? ¿Te maltrataron? Perdonalos a todos. Ya está. No significa que tengas que quererlos y abrazarlos, tampoco dejar pasar todo, pero es mejor soltar. De lo contrario, es como ir en un tren cargando una mochila llena de ladrillos. Guardar rencor enferma, hace daño. Por eso dejarlo ir, por uno, no por ellos. Apoyemos la mochila en el piso y miremos por la ventana, porque el tren sigue viaje.
5- Decí gracias. Cada día. Todos los días. Sí, los 365. De lo más común que se escucha al final de la vida es: "recibí miles de cosas de mis viejos y nunca les dije realmente gracias", "mi mujer/mi marido/mi hermana me acompañó en miles de cosas y creo que nunca se lo agradecí como se lo merecía". En resumen, tenés salud, decí gracias; tenés familia, un techo, agua potable, trabajo, comida, piernas que te llevan donde querés ir, decí gracias. ¿Abriste los ojos a la mañana? Decí gracias.
6- Intentá tener una conexión con lo trascendente. "No puedo aconsejarles que recen ni que tengan fe, menos que crean en algo. Nadie puede hacer eso por consejo. Yo solo puedo decirles que, en mi experiencia de acompañar en el final, algo que concibamos como más importante y más grande y amplio que todos nosotros y todo el universo, hace la diferencia", explica la psicóloga.
Esa conexión con el "todo" puede tener muchos modos de expresarse. Puede que sea por medio de la religión, la práctica de la meditación, el respeto profundo de la naturaleza o el silencio, todos caminos diferentes, pero igualmente válidos. Es solo cuestión de encontrar cuál es el propio, y seguirlo.
7- Y, por último: medí tu vida en amor. Asegurate de dar y recibir todo el amor que puedas. Amar, perdonar, agradecer, ser uno mismo, poner el foco en lo importante. Escucharse a uno mismo. Hay una canción que propone: "Measure in Love" (medir en amor). ¿Medir qué? La vida. En todas las formas que puedas, en el rol que tengas, como madre, padre, hija, tía, sobrina, abuela, amiga. Cuidá con amor a alguien, y a algo, un cactus, a tu perro, o a la naturaleza en general. Dar y recibir.
Dale play ¡y viví!
Vivir mejor no depende del tiempo que nos toque estar en este mundo, podemos tener un paso efímero por él y sin embargo haber aprovechado cada oportunidad de nuestra existencia entendiendo nuestra finitud para sacarle el jugo a la vida y no estar quejándonos porque las cosas no son como esperamos.
Ada tiene 80 años y cada semana religiosamente se junta a cenar con sus amigas. Es un ritual que nunca abandona como pasar tiempo con su nieto, quien la lleva a catar cerveza artesanal por los bares.
"Tengo dolores, me caí y me operaron del brazo, pero me aburro si estoy en mi casa sola todo el día. Prefiero tomar algo para el dolor y vivir. Siempre me cargan que soy la primera en bailar en una fiesta o que agarro el micrófono si hay karaoke pero así vivo, siempre tratando de hacer cosas que me hagan bien aunque tenga problemas o me duela algo", cuenta.
"Si podemos tomar conciencia de que la vida es como una película que no se puede detener ni rebobinar, entonces aprovecharemos cada instante como único e irrepetible porque cada momento que pasa ya es parte del pasado y nos va llevando inevitablemente a darnos cuenta que el tiempo transcurre, si vivimos siendo conscientes de esta finitud podemos ser protagonistas de nuestras vidas, dejando de poner afuera la responsabilidad y eligiendo con todas las consecuencias que eso implique; por supuesto que habrá momentos difíciles y situaciones dolorosas, pero con esta conciencia quizás dejemos de enojarnos con la vida y hagamos lo que tengamos que hacer con cada experiencia", aconseja el licenciado Mauricio Strugo, psicólogo y psicoterapeuta gestáltico.
Para Strugo, estamos muy acostumbrados a basarnos en el tiempo cronológico: los días, los años y así perdemos conciencia de los tiempos personales, lógicos y adecuados para cada uno. La mejor manera de vivir es agradeciendo la vida, siendo respetuosos con nuestro cuerpo y sus mensajes y aprovechando cada día como único: para ello, con levantar un poco la cabeza podremos sorprendernos de cuánto tiene la vida para enamorarnos y celebrarla mientras nos toque estar en este plano.
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