Felipe tiene sólo 11 años, pero ante la pregunta de qué quiere hacer cuando crezca tiene una respuesta clara: "Cuando sea grande voy a tener un taller mecánico y Nala me va llevar". Nala es su nueva perra, una labrador retriever de dos años de edad entrenada para servir como perro lazarillo de Felipe, que nació con ceguera y fue diagnosticado a los seis años con Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) de tipo social y comunicacional.
"Yo voy a poner un taller mecánico: me voy a levantar a la madrugada, cuando todos duermen, y le voy a decir a Nala que vayamos a trabajar", planea Felipe Angiono, que en el día de hoy, luego de la cuarta entrega oficial de Perros Guía, se convertirá en el primer niño en tener un lazarillo en América latina.
Nala, su nueva compañera de vida, fue preparada exhaustivamente por la Escuela de Perros Guía Argentinos (EPGA), una iniciativa del Club de Leones de La Colonia Quilmes Oeste y está lista para acompañar a Felipe y ser su apoyo.
Felipe es inquieto, le encanta la tecnología y es muy curioso, por lo que diariamente reparte sus actividades entre la escuela especial con estimulación, la escuela especial para ciegos y sus prácticas de natación en el Club Argentino de Castelar, en Morón, donde también planea empezar a jugar al tenis. "Siempre estoy buscando actividades para crear grupos de pertenencia", contó su mamá María Laura Michelena.
"Encontré un video de Carlos Botindari, Presidente de la Escuela de Perros Guía Argentinos (EPGA), y decidí contactarme, más que nada pensando en el futuro de mi hijo", recordó. Fue así que a principios de 2015 después de enviar un mail contando el caso de Felipe, María Laura recibió una respuesta que la llenó de alegría: justo en ese momento, y por primera vez, la Federación Internacional de Perros Guía había lanzado un programa para menores de edad. El momento ideal para que Felipe recibiera la aprobación de la escuela argentina para que preparasen un perro para él.
De esta manera Nala irrumpió en sus vidas en noviembre de 2015 generando una revolución familiar: todos tuvieron que leer el instructivo que la escuela entrega a todos los usuarios de perros guía para informarse sobre el trato que debían darle a la perra en cada entrenamiento y aprender a compartir tiempo con un perro lazarillo. Más allá de que ya habían tenido un perro en casa, Nala es algo especial. "Tenemos que hacer un esfuerzo por no entorpecer el trabajo que ya está hecho sobre ella", explicó María Laura.
Pero Felipe la recibió con los brazos abiertos. "La conexión fue hermosa desde el primer momento. Al principio Felipe no entendía cómo Nala podía ayudarlo, pero cuando empezó a ver qué podía hacer con ella se empezó a enganchar" dijo la madre. Esta amistad entre Felipe y Nala, sin embargo, debió superar algunos pequeños y grandes desafíos. Ni bien conoció a su perra, por ejemplo, Felipe no sabía cómo darle órdenes y para los perros guía, el tono de voz de su dueño es clave. El de Felipe todavía era plano y monótono, por eso Nala no entendía qué se esperaba de ella. Con mucho trabajo se logró que Felipe impostase su voz para comunicarse.
La EPGA, donde Felipe entrena con Nala, fue desde sus inicios apoyado por la empresa Royal Canin que les da el soporte para afrontar gastos de infraestructura, comida y capacitación de los entrenadores. A medida que avanzaron los entrenamientos Felipe aprendió casi de memoria el instructivo que le dieron. "No me tengo que enojar con la perra, pero a veces hay que actuar como enojado. Cuando yo le digo mal; actúo que estoy enojado. Tampoco hay que castigarla, ni por tiempos cortos ni largos", explicó. Y añadió: "Cuando alguien la quiere tocar yo les digo que no, porque es mi guía".
La adaptación de los niños a los perros guía es más lenta que la de los adultos. Por eso, cada 15 días Felipe va la escuela de Perros Guía para hacer prácticas con Nala y se lleva tarea para el hogar.
Él es el encargado de todo lo que tiene que ver con el cuidado de Nala y es el único que puede darle indicaciones. "A las 7 de la mañana, lo primero que hago es darle comida y sacarla al patio". Y también practica con Nala casi todos los días: "Hacemos ejercicios como ponerle la capa, llamarla y que ella venga, le doy órdenes como down, sit y juntos y cuando termina la práctica le digo libre".
El vínculo que se generó entre ellos es tan fuerte que aún cuando está libre para jugar, la perra se queda con Felipe. "Cuando yo le digo libre, ella puede hacer lo que quiere, pero me sigue a todos lados", asegura. Cuando Felipe está en su habitación con la computadora, Nala se acuesta a sus pies y, cuando se baña, lo espera a la salida del baño. Felipe y Nala son como sol y sombra y se acompañan constantemente.
La llegada de Nala tuvo un impacto muy positivo en la responsabilidad que asumió Felipe de dedicarse plenamente al cuidado de la perra. Ahora, Michelena espera que su presencia logre más independencia en Felipe. "Como mamá, me da mucha tranquilidad que él se sienta acompañado. Es chico y no va a salir solo, pero si cuando va al club y tiene que entrar al vestuario está con Nala, a mi me deja tranquila", dijo la mamá.
En lo emocional, Nala también fue muy beneficiosa para Felipe. "Lo calma. Cuando él la acaricia se relaja y notamos muchos cambios positivos en su actitud", resaltó Michelena. En su escuela aseguran que desde que Nala llegó a su vida, Felipe ganó tal confianza que se nota hasta en su postura cuando usa el bastón. Una nueva historia que confirma que los perros tienen mucho potencial y amor para dar cuando el amor es retriubído y que pueden efectivamente ser el mejor amigo del hombre.
LEA MÁS:
Hoshi, el perro ciego que tiene su propio lazarillo
Cómo trabaja la institución que le devuelve dignidad a los ciegos