A lo largo del delta del río Mississippi, en los períodos previos a la Guerra de Secesión, los esclavos forzados a trabajar en las plantaciones de algodón que abundaban en el sur de los Estados Unidos crearon, sin saberlo, la música popular norteamericana. Primero a través de los gritos de campo o hollers, vinculados a las canciones de trabajo, y su posterior transformación en el blues, el R&B, el soul, el funk, el hip-hop y el Rock and Roll, la cultura estadounidense, como la conocemos hoy, está en deuda con aquellos pueblos provenientes de África. Sin embargo, la esclavitud no es únicamente un problema del pasado.
La industria textil ha sido históricamente el campo de cultivo de prácticas inhumanas, con manifestaciones obscenas, como la tragedia del Rana Plaza, una fábrica textil en Bangladesh en la que fallecieron 1132 trabajadores, y otras más silenciosas, como el constante descubrimiento de talleres clandestinos en territorio Latinoamericano. Según el último índice de Esclavitud Global del 2018, las prendas provenientes de Argentina, Brasil, China, India, Malasia, Tailandia y Vietnam cuentan con un mayor riesgo de haber sido realizadas con trabajo forzado.
Oscura, intrincada e indefinida, la cadena productiva de la indumentaria difumina el rol de sus actores y se presta, en medio del caos, a favorecer situaciones de precariedad. Tal vez, en este instante, estemos usando ropa hecha con trabajo esclavo.
“No todos los que hacen ropa barata explotan gente, tal vez tienen menos margen, pero si comprás algo muy barato te debería hacer ruido. En Argentina creo que el 52% del precio de la prenda es impuesto y en el 48% restante están la tela, la ganancia, la confección, la etiqueta, el envío”, reflexiona Juan Sartor en diálogo exclusivo con Infobae.
Diseñador de Anunnaki, su propia marca de indumentaria, y organizador de Alma Trama, una cooperativa de talleres textiles en el Barrio Padre Mugica, para Juan el desarrollo de una industria más justa es una de sus prioridades. “Cuando era chico mi papá trabajaba en política y a mí me gustaba estar con la gente, conocer otras realidades”, recuerda. Y Sigue: “Me di cuenta de que, probablemente, en algún momento debo haber trabajado con un taller clandestino en los inicios de la marca”.
Las colecciones de Anunnaki tienen algo nostálgico, como la visión del mar en invierno o la dulzura de un amor de verano. Su paleta está inspirada en la costa austral de la natal Río Negro de su diseñador, con colores tierra, azules profundos y saturados y verdes contaminados por el gris. Esta gama, en conjunto con siluetas fluidas y faltas de estructura, parecieran sumergir a la marca en los sets de “Call Me By Your Name”, el drama del director italiano Luca Guadagnino sobre el romance de un joven y el asistente de su padre grabado en el norte de Italia, o “La Piscine”, el thriller francés de los ’60 que muestra a una joven Jane Birkin veraneando en la Côte d’Azur.
Una sensualidad reservada, un erotismo secreto e indefinido que no busca caer en la idea de una marca sin género. “A veces no todo tiene que tener una explicación, que cada uno haga y se ponga lo que quiera”, comenta Juan.
La búsqueda de la libertad, que surge de una filosofía de diseño desarticulada, gotea sobre todo el universo que rodea a Anunnaki. No se trata únicamente de una mirada estética, sino de una forma de ver la moda como una industria generadora de empleo, un fenómeno social y cultural, un medio de emancipación.
“Empecé con Alma Trama porque hace dos años di un workshop de emprendedurismo en el Barrio Padre Mugica junto con una amiga que trabaja en redes sociales y, pandemia en el medio, decidí concentrarme solo en lo textil”, explica. Hoy ya es una cooperativa que está naciendo, con alrededor de 12 emprendedores textiles y sus talleres, y unen a sus clientes para sumar fuerzas”, agrega el diseñador.
Antes de Alma Trama, con quienes realizó la última tirada de unos buzos en colaboración con el influencer Lizardo Ponce, trabajó también con Media Pila, una fundación orientada a la inclusión laboral de las mujeres en situación de vulnerabilidad, y con Hombres y Mujeres Libres, una cooperativa conformada por trabajadores que vivieron en contexto de encierro y por familiares que personas detenidas.
Su último lanzamiento, una nueva edición de las remeras básicas de Anunnaki, también fue confeccionado con Alma Trama, “con el objetivo de darle algo de trabajo a cada uno de los talleres, entre la confección, el logo que está bordado y la etiqueta que está sublimada, todos tienen algo para hacer”, comenta Juan. “Yo quiero plantar un semilla para ponerle fin a la esclavitud textil, [la moda] es una industria que maneja millones de dólares, tratemos de hacerla funcionar bien”, finaliza.
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