Bailar es una de las actividades más viejas de la historia de la humanidad. Desde la época del hombre primitivo las pinturas rupestres han simbolizado personas danzando en las cuevas. Bien lo dice Jorge Drexler en una canción: “Hacíamos música mucho antes de descubrir la agricultura”, y desde siempre la música y el baile han ido de la mano.
Pero el año pasado cayó una pandemia, y una actividad que desde siempre fue social se transformó en algo peligroso. Se impusieron normas de distanciamiento entre las personas y se cerraron bares, discotecas, clubes de baile y cualquier otro sitio donde antes nos reuníamos a bailar, a sentir la cercanía de nuestro cuerpo con cuerpos ajenos.
Tras un breve momento de esperanza, en donde la reapertura nos encontró brevemente, el 2021 comienza con la amenaza de un rebrote, y peor aún, una nueva cepa más contagiosa de COVID-19. Las cuarentenas estrictas, los cierres de locales de diversión y el distanciamiento se siguen imponiendo como las medidas para combatirla.
Pero en este panorama de encierro el baile se ha vuelto a erigir como una herramienta para combatir la pandemia, por lo menos a la ansiedad, depresión y demás problemas de salud mental con los que ha venido acompañada. También para hacer mella al sedentarismo que la virtualidad ha exacerbado, si antes estábamos viviendo en un mundo cada vez más sedentario, con el trabajo en casa esos niveles se han desbordado.
Por eso este nuevo año no caen nada mal los propósitos de hacer más ejercicio, comer mejor, y en general ser más activos. En este panorama por qué no volcarnos al baile como una forma de mejorar nuestra salud mental y física, e incluso nuestro estado de ánimo para enfrentar el encierro de una mejor manera.
Y es que bailar da felicidad, así lo demostró un reciente estudio conducido por la Universidad de Hertfordshire en Inglaterra y dirigido por el l psicólogo de danza Dr. Peter Lovatt.
Lovatt encontró evidencia de que al bailar liberamos una mayor cantidad de endorfinas que al hacer cualquier otro tipo de ejercicio, y gracias a esto, conectamos mejor con los centros emocionales del cerebro.
“Para muchas personas, bailar provoca una liberación emocional; a menudo es una felicidad sin complicaciones, mientras que para algunas puede hacerlas llorar. Es catártico, dejar ir las emociones reprimidas”, dijo para un artículo publicado en The Telegraph.
El baile también mejora la conciencia espacial, ayuda a aumentar la frecuencia cardíaca y provoca una liberación de endorfinas que hacen que se sienta bien en el torrente sanguíneo. Además, disminuye los niveles de cortisol en el cuerpo, una hormona que produce estrés.
Bailar como terapia
Si nos ponemos técnicos, al bailar se estimulan las zonas cerebrales relacionadas con la proipiocepción, que son las encargadas de reconocer las nociones de nuestro propio cuerpo; las zonas corticales, relacionadas con la planificación y ejecución de los movimientos. El sistema límbico, que coordina las respuestas emocionales, y la ya mencionada producción de endorfinas.
“Todo esto favorece la conciencia corporal, la creatividad, la memoria, además los sentidos sensoriales se activan para recibir toda la información que viene del medio e integrarlas con nuestras respuestas musculares para realizar los movimientos”, dice Eva María Méndez, máster en psicología clínica.
Para la doctora Méndez, que también es artista y ha estudiado ballet, terapia del arte y acrobacia aérea, en medio de esta pandemia bailar puede ser “una herramienta muy útil y al alcance de cualquier persona” para combatir la ansiedad, el miedo y la incertidumbre, los cuales destaca como principales motivos de consulta entre sus pacientes durante el pasado año, en su mayoría adolescentes y adultos jóvenes.
“Un motivo de consulta recurrente es la ansiedad asociada a la incertidumbre de no saber qué va a pasar, algo que impacta los proyectos de vida de las personas, genera sensación de vacío y frustración, porque sienten que su vida se ha detenido”, dice la psicóloga.
Esto se suma la tristeza por la pérdida de algún familiar a causa del COVID-19, o el miedo por el riesgo de que esto le pueda ocurrir a alguien cercano o a ellos mismos.
“También está la angustia por la pérdida o posible pérdida de sus relaciones de apoyo (como la pareja o las amistades) y las dificultades familiares asociadas a los golpes económicos que ha dejado la pandemia”, agrega.
Méndez dice que en este panorama los beneficios del baile también pueden depender de la edad de quien lo practique. En los niños, por ejemplo, la danza no solo mejora la condición física, sino la coordinación, elasticidad, fuerza y el sentido musical. En los adolescentes y adultos jóvenes, permite conectar con uno mismo y mejorar el control emocional, canalizando las emociones como la ira, rabia o angustia, con un lenguaje diferente al verbal. Y en los adultos mayores, bailar termina siendo uno de los remedios más poderosos contra el envejecimiento físico y mental.
“La danza, sea de manera recreacional o profesional, tiene muchísimos beneficios en la salud mental, física y emocional de las personas. Hay que recordar que cuerpo y mente son una unidad, funcionan de manera integrada”, resalta.
La importancia de moverse
“Poder movernos es salud”, así lo resume la psicoanalista y máster en Danza Movimiento Terapia (DMT) de la Universidad Nacional de Artes de Buenos Aires, Sandra Milena Vélez Giraldo.
No le falta razón, recientes estudios científicos conducidos en la Universidad de Sidney en Australia han demostrado que tan solo 30 minutos de ejercicio al día de intensidad moderada a vigorosa pueden contrarrestar hasta 10 horas de permanecer sentado.
Otros estudios encontraron que hacer “ráfagas de ejercicio intenso” por periodos tan cortos como 20 segundos o incluso 4 segundos durante varios momentos del día pueden producir beneficios concretos al estado físico de las personas.
“La danza tiene un carácter simbólico que le otorga el movimiento”, dice Vélez Giraldo.
Ella practica DMT una modalidad psicoterapéutica enmarcada dentro de las psicoterapias creativas, junto a la musicoterapia, el arte terapia, el psicodrama. Esta modalidad utiliza en su proceso psicoterapéutico el movimiento para propender por la integración cuerpo y mente.
Defiende que aunque bailar como ejercicio es importante y provechoso, hacerlo como terapia ayuda a traer algo del mundo simbólico del sujeto a la vida práctica.
“EL DMT tiene más que ver con un asunto de exploración y descubrimiento propio porque te das cuenta de tus patrones de movimiento, que son como nuestras huellas dactilares”, agrega.
Para ella el aislamiento propio de la pandemia no impide poder entrar en contacto con nuestra mente y cuerpo a través del baile y que algo tan simple como hacernos consientes de nuestra respiración y el movimiento que ella produce puede servir para mejorar nuestro ánimo y la forma de relacionarnos con nuestro entorno.
“Para Freud una persona sana es alguien capaz de amar y trabajar, y trabajar implica movimiento, y el movimiento es una danza en sí. Eso no se refiere a una técnica específica de danza sino al movimiento que lo necesitamos para todo”, resalta Vélez Giraldo.
Una visión similar tiene la profesora de yoga y arte terapeuta Flor Martínez, quien dirige desde Barranquilla (Colombia) un taller llamado “Reconexión en Movimiento” en el cual combina el yoga, la danza y los sonidos afro caribes y del mundo para brindar una experiencia que pretende reconocer el cuerpo propio como “un canal que nos permite actuar ante la vida y no solamente como un objeto”.
Para ella “la danza es una alternativa de vida, una determinación terapéutica”, algo que asegura es “vital en medio de la pandemia”.
“Cuando hacemos ejercicio o cualquier actividad física segregamos serotonina, cuando danzamos el cuerpo se conecta en un solo son, en ese momento se liberan una gran cantidad de tensiones a nivel articular y muscular”, afirma.
Pero a diferencia de Vélez Giraldo, Martínez, conocida también como Magic Flow Yoga, dice que adaptarse a la virtualidad no fue nada fácil y que ella misma tuvo que luchar con barreras mentales autoimpuestas que por un tiempo le impidieron seguir con sus talleres.
“En mis talleres se creaban redes de mujeres que se apoyaban mutuamente en sus proyectos y emprendimientos, yo creí que eso no podría pasar en la virtualidad pero después de superar esas barreras mentales encuentro que la gente se conecta de la misma forma y con las mismas ganas, de sudarse todos esos problemas con los cuales nos ha llenado esta situación de miedo”, dice la arte terapeuta.
Para ella esto ha traído nuevas oportunidades y es que personas por fuera de Colombia puedan conectarse a sus talleres estén encontrando en el baile una forma de conocer más de sus cuerpos, de sus mentes y de sí mismos.
“La vida misma es la danza, estamos en constante movimiento y en el momento que nos quedamos estáticos permitimos que nuestra mente se estanque en algo negativo”, dice Flor.
Ella aconseja a quienes quieren empezar a bailar como forma de afrontar la ansiedad y el miedo en la pandemia que pueden comenzar por comprender que la danza no se trata de solo pasos o coreografías, y que solo observar la naturaleza ayuda a empezar a estar en contacto con el movimiento, pues “nuestra naturaleza real constituye movimiento”,
“Bailar en el espejo o en el baño es un buen ejercicio para realizar en casa, eso ayuda a reconocer nuestra imagen y hacernos consientes de nuestro cuerpo”, dice.
Concluye que el baile es “una catarsis total”, porque le pone otro ritmo a la mente, que siempre está pensando, siempre en movimiento, pero al bailar conectados con quienes somos en esencia derribamos esquemas corporales y mentales “nos entregamos a ser unos con el movimiento y solamente quedamos nosotros como observadores de nuestro propio cuerpo pero una observación libre de juicios”.
En fin, ya sea por salud física o mental, bailar y sobre todo, movernos, debe estar entre la lista de prioridades de este 2021, tal vez al son de una buena melodía podremos salir más rápido de la pesadilla que ha sido esta pandemia.
Como dice Jorge Drexler: “Estamos vivos porque estamos en movimiento” y “si quieres que algo se muera, déjalo quieto”.
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