Bandas de primera línea que prometían música y diversión, el mar turquesa del Caribe, hoteles cinco estrellas, comida gourmet preparada por los mejores chefs, fiestas en yates con modelos reconocidas del Jet-Set: en definitiva, la oportunidad de codearse lo comunidad más trendy del momento.
Todo eso fue prometido por los organizadores del Fyre Festival, un evento musical que iba a celebrarse por dos semanas en una isla privada de Bahamas y que pretendía competir con el de Coachella, California, en los Estados Unidos.
Influencers como Bella Hadid, Emily Ratajkowsi y Kendall Jenner lo habían promocionado en sus redes sociales, posando en traje de baño. Las entradas se agotaron en diciembre, cuando fue anunciado, y los asistentes pagaron por ellas entre 1.000 y 12.000 dólares para mezclarse con el lujo y la ostentación. Otros llegaron a desembolsar hasta 50.000 dólares por paquetes con todo incluido.
Pero todo fue una ilusión que no duró más de 24 horas, ya que el promocionado festival se canceló el mismo día de su inauguración por las escandalosas fallas de organización y las promesas incumplidas.
Problemas de organización
El festival arrancaba el último fin de semana de abril. Pero el jueves por la noche previo las redes sociales ya empezaron a llenarse con mensajes e imágenes que dejaban ver claramente que aquel paraíso prometido en realidad era una pesadilla.
El cayo Fyre, la isla privada en la que iba a tener lugar el evento, resultó ser un lote de tierra sin construir situado junto al resort de lujo de la cadena Sandals. El empresario Billy McFarland y el rapero Ja Rule, los organizadores del evento, en declaraciones a Billboard, se han hecho responsables de lo ocurrido en la isla Great Exuma y han prometido pases VIP gratuitos para el Fyre Festival de 2018 a todos los asistentes de esta primera edición fallida.
El alojamiento con aire acondicionado lo formaban en realidad unas tiendas de campaña y la comida de lujo se limitó a unos sándwiches de queso acompañados de lechuga y una rodaja de tomate. Así lo reportaron con fotos decenas de usuarios de las redes y asistentes al festival.
En lugar de consagrarse como un nuevo festival para "los niños ricos de Instagram" y otras redes sociales, resultó un fraude. En realidad se trataba de un campamento precario, con tiendas de emergencia, baños químicos, casi sin luz, mala comida, sin música y cientos de personas que intentaban volver sin éxito a sus hogares ante tamaña frustración. Hasta el gobierno de Bahamas tuvo que salir a pedir perdón y socorrer a los damnificados.
La música prometida de Major Lazer, Disclosure o la banda Blink-182, brillaron por su ausencia. Blink-182, la banda más esperada, anunció la suspensión el recital así: "No estamos seguro de que podamos contar con lo que necesitamos para dar la calidad de los shows que solemos darle a nuestros fans".
William Finley, de Carolina del Norte, compró un ticket de 2700 dólares que le permitía comida, barra libre y cabañas para pasar la noche. "Son básicamente carpas para zonas de desastre con un colchón adentro. No son incómodas, están tan mal hechas que se podrían volar con un poquito de viento o lluvia", criticó.
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