Dolores Trull no imaginó que su vida estaría ligada a la moda hasta que la descubrió su vecina Tini de Bucourt, una de las mannequins más importante de la historia de la moda argentina. Tenía entonces 18 años, estudiaba diseño gráfico y proyectaba un desarrollo en el mundo de la creatividad. Sin embargo, las vueltas de la vida la subieron a las pasarelas del país y el mundo, pero cuando decidió bajarse de manera definitiva regresó a su primer gran amor: el diseño, aunque se inclinó por la inventiva en el universo de la joyería.
Nueva York, Milán, París y Berlín fueron algunas de las pasarelas más importante que apreciaron su elegancia, la elasticidad de sus piernas, su mirada profunda. Grandes marcas como Chanel, Fendi, Versace, Gianfranco Ferré, Ana Molinari y J. L. Scherrer, entre otros casas y diseñadores reconocidos, la buscaban para sus desfiles y ella siempre deslumbró.
En Argentina su carrera también fue descollante. Las tapas de las mejores revistas de moda, las pasarelas más exclusivas y campañas junto a reconocidos fotógrafos. Su porte, esa mirada que parecía derretir a la lente la convirtieron en la favorita, durante años, de los más importantes diseñadores.
-En la actualidad, las modelos comienzan su carrera a en la adolescencia, pero no fue tu caso.
– Sí, yo arranque de grande (18 años), porque ahora comienzan a los 14 ó 15 años
-¿Cómo eran las exigencias con el peso en ese momento?
-Yo era flaquita, flaca y alta, era lo que siempre pedían. Después se distorsiono un poco todo, había varios trabajos; para desfiles, flaca alta; para comercial tenias que ser carilinda. Yo no era comercial claramente, había distintos rubros pero sí, te exigían ser flaca. Entonces había un talle, un talle modelo, los diseñadores hacían ese talle y no lo ajustaban eso a las modelos. Te tenía que quedar. Más o menos éramos todas muy parecidas de cuerpo, la espalda, la cintura.
-¿Conociste a alguien que haya atravesado un mal momento debido a su peso?
-De mi grupo, (Lorena) Ceriscioli, (Andrea) Bursten, (Solange) Cubillo y (Dolores) Barreiro éramos todas muy flacas y parecidas, con ellas no me pasó. Por ahí te ibas afuera y te pedían que seas un poquito más flaca. Son momentos, en general siempre les gustan flacas. Después pasa eso en el mundo de la moda, de ampliar el concepto de belleza, un poco más amplia, que aceptan a las más pulposas y las gorditas. En general, siempre es el mismo estereotipo de cuerpo, al final siempre eligen a las mismas, por más polémica que haya. De estos 20 años, siempre se hace polémica sobre el tema, un mes, dos meses de revuelo, pero siempre terminan eligiendo a las mismas. ¡Ahora yo soy de las más bajas! Mido 1,77 metro y ahora la media es de 1,80 y flacas.
-¿Qué le podés decir a las madres que están preocupadas por la carrera de modelos?
-Hay que estar encima, hay que preocuparse, las chicas son muy chicas. A los 19 años el cuerpo responde fácil a todo, a comer poco, al entrenamiento y ahí se marean un poco y tenés que ser lo más sana posible. Las madres tienen que estar encima, tienen que ser sanas físicamente. Es muy inseguro el trabajo, todo el tema del físico, la alimentación, el ego y lo emocional, en general no son chicas que la tienen atada, son divinas y son las más inseguras de todas porque es un trabajo que te tira abajo. Siempre hay alguien mejor, y una se compara…y sos chica, sos muy chica.
-¿Te gustaría que tu hija sea modelo?
-No sé. No, por ahí si hace algún trabajo, se lo toma de manera divertida. Si se va afuera es un trabajo trabajo, una labor y es todo el día. Acá podés hacerlo y estudiar porque no hay tanto mercado.
-¿Extrañás tu profesión?
-¡Nada! Lo único que extraño es el cafecito con las chicas, el pre, el back, estar horas charlando. Éramos todas muy amigas, era lo más divertido del mundo, los viajes, es como muy de amistad.
Yo la verdad es que dejé de trabajar y nunca más miré una revista. Nunca me divirtió mucho esa parte, me pareció muy limitado, al principio me gustaba, era fácil, era divertido, ¡es el trabajo más divertido del mundo! Viajás, todo es fácil, después cuando empecé a ser un poco más consciente de todo eso como que me aburrí. Me parece limitado, me da fiaca todo. En un momento quería hacer ropa y me pareció eso, limitado, los talles, los colores, la temporada, todo igual, ¡odio! Me aburro mal. Con el tema de la joyería encontré un lugar donde no hay temporada, la mina viene con una mano grande y yo le hago el anillo a medida, me encanta la mujer grande, la chica, me encanta la mujer…
Luego de bajarse de las pasarelas -a los 24 años-, la madre de Félix y Cala demostró que el lugar común que reza que las modelos no son inteligentes no es más que una falacia: estudió publicidad, incursionó en la producción, en la fotografía y expuso su obra en el MALBA. Tuvo un paso por la televisión, cuando condujo durante 3 años el ciclo FTVmag por la extinta señal Fashion TV, pero reencontró la pasión por el arte, por el diseño durante su primer embarazo, cuando comenzó un curso de bijouterie con Carla Bronzini y después estudió joyería en metales con María Medici. A partir de allí, comenzó una nueva carrera con su propia marca: Not – Ordinary Jewerly.
-¿Cómo surgió la idea del diseño de bisutería?
-Yo no uso nada, surgió de aburrida. Cuando terminé de trabajar me agarró como desesperación. Tuve varios hobbies, como la fotografía, hasta que caí en la joyería y me encantó. Nunca dije 'me voy a dedicar a esto', fue mucho más sencillo, esto me gusto. Arranqué con tres 3 anillos y hoy hago todo. Es una terapia para mi. Este local es mi espacio, la gente viene, se lo prueba, hago a medida, tengo mucha relación con las clientas.
– ¿Cuál es tu especialidad?
– Soy muy de los anillos, me cuesta hacer lo que no uso. Hago más anillos y brazaletes. Empecé poniendo en el local todo anillos, después sí, me fui haciendo de lo que le gustaba al otro y a mí. Siempre hago algo que me gusta a mí, no copio nada, no tengo idea lo que hay. Me divierte eso.