Es indudable que el vestuario es un aspecto muy importante para la construcción de la atmósfera de una serie. Las formas, los colores, las imágenes pueden decir y trasmitir mucho de las personalidades de los personajes. Tal es su influencia en los televidentes que, en ocasiones, se traslada más allá de la pantalla chica y marca el camino en el mundo de la moda. Y como en su momento lo hizo la exitosa Mad Men, la que hoy ocupa ese lugar es Velvet, una superproducción española que es furor en el país ibérico.
Velvet relata una clásica historia de amor prohibido que transcurre en la España franquista, durante el año 1958. La narración transita en medio de finas telas y vestidos de alta costura que evocan una vida de ensueño. Zapatos, bolsos, guantes, sujetadores y fajas entre otros suplementos aportan un estilo vintage que se impone para reflejar el glamour de la clase alta que domina en la trama. El armario hace que los espectadores se sumerjan con el tono y la línea temporal de la novela.
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Bajo el incentivo de la estilista Helena Sanchís, la ficción se luce con looks muy logrados -especialmente los femeninos-, todos basados en diseños retro, que trasladan al espectador a los fines de la década del 50, época en la que transcurre el romance entre Ana y Alberto, los protagonistas centrales caracterizados por los actores Paula Echeverría y Miguel Ángel Silvestre. El vestuario incluye prendas originales de la época, más otras especialmente confeccionadas para la ocasión. El despliegue fue tal que las actrices tuvieron que aleccionarse en las costumbres y, por ejemplo, practicar la manera de tomar bolsos o quitarse los guantes.
El personaje de Ana, dada su condición humilde, frecuenta un vestuario discreto y sencillo. En general usa una bata blanca de modista que alterna con vestidos lisos de corte lady. También luce jerseys y blusas con pequeños estampados combinadas con faldas con vuelo. Contrario es el caso de Cristina (Manuela Velasco), quien con un estilo que marca una evidente riqueza, se destaca con vestidos cuidados, con tejidos lujosos, siempre combinados con sombreros, guantes y joyas opulentas. Por su parte, entre los hombres no hay mayores diferencias: suelen vestir de traje, con corbatas y chalecos siempre presentes.
Las "Galerías Velvet" funcionan como epicentro en la trama. Este complejo se sitúa como un referente de la alta costura para aquellos tiempos. Entre sus paredes se pueden encontrar los trajes más elegantes, sofisticados y caros. El set de rodaje que se montó para el programa es una recreación de galerías antiguas en la Gran Vía de Madrid.
El lado fashionista le brindó al programa una buena recepción y una mayor repercusión. Un impacto similar había provocado la estadounidense Mad Men, cuya parte de su encanto y popularidad nació por la ambientación cuidada al detalle, comenzando por la vestimenta. Los refinados modelos de vestuario exhibidos se convirtieron en la base en la que muchos diseñadores se inspiraron para sus nuevas colecciones.
Los trajes de Don Draper o Roger Sterling representaron sinónimos de clase y suntuosidad, al igual que los vestidos de Joan Holloway o Betty Draper, cuyos diseños de trabajo eran ajustados a sus curvas, llenos de color, y que, además, diferenciaban el poder adquisitivo. Cada integrante del reparto reflejaba a la perfección el estatus social y la personalidad de cada protagonista. La belleza de las prendas fue reconocida por el público y el estilo resurgió adaptándose a la actualidad y funcionando como tendencia para las nuevas creaciones.
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Ayer, por Telefé, se estrenó la primera temporada de esta serie. En su tierra originaria obtuvo tal repercusión, que ya se está filmando la cuarta, sindicada como la última. El argumento se centra en la vida de Alberto, el hijo rebelde del dueño de las Galerías Velvet –don Rafael Márquez (Tito Valverde)-, que vuelve al país tras vivir un tiempo en el exterior para hacerse cargo del negocio, ya que está destinado a heredarlo. Allí conoce y se enamora de Ana, una humilde costurera que trabaja en el local desde niña. Ambos están dispuestos a romper con las normas de la época y vivir su amor prohibido más allá de los que piensen los demás y de los que traten de impedirlo.
Con espectadores cada vez más exigentes, a las productoras ya no les basta con invertir una considerable cantidad de dinero y acumular un reparto plagado de figuras. La puesta en escena es un aspecto muy valorado y en ese sentido Velvet sobresale por su propia exigencia estética, apoyada en un vestuario de primera línea.