El orgulloso pecho del estadounidense se vuelve a inflar. El hecho que la primera potencia pueda volver al espacio sin depender de otros, especialmente de los rusos, es sinónimo de festejo y alegría.
Después del intento fallido en la semana, SpaceX lanzó su histórico primer vuelo espacial tripulado con dos astronautas de la NASA, Doug Hurley y Bob Behnken, a la Estación Espacial Internacional.
El lanzamiento del cohete Falcon 9 con la cápsula Crew Dragon de SpaceX ocurrió a las 16.22 hora argentina (19H22 GMT) desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida, con la del presidente Donald Trump y del vicepresidente Mike Pence. La plataforma de lanzamiento elegida fue la 39A, la misma en la que el hombre despegó hacia la Luna y donde el último transbordador espacial, Atlantis, dijo adiós en 2011.
“Este es un gran momento en el tiempo. Han pasado nueve años desde que tuvimos esta oportunidad”, exclamó emocionado el administrador de la NASA, Jim Bridenstine en la víspera del lanzamiento, que se lo puede calificar de histórico por múltiples aspectos. No solamente es el primero en llevar astronautas desde suelo estadounidense en los últimos 9 años sin depender de otros países, sino que también es el primero que se realiza en colaboración con una empresa privada, como lo es SpaceX, cuyo dueño es el excéntrico empresario Elon Musk.
“Es un hito interno para EEUU el poder volver al espacio por sus propios medios. No era algo agradable para ellos o que los hiciera sentir cómodos el depender de los rusos para acceder al espacio, aunque tengan acuerdos espaciales. Para la política estadounidense los vuelve a colocar en una situación de independencia”, explicó a Infobae el ingeniero Raúl Kulichevsky, Director Ejecutivo y Técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, más conocida como CONAE, que es la agencia del Gobierno responsable del Plan Nacional Espacial de Argentina.
Respecto, a la gran novedad que implica la inserción de una empresa privada como SpaceX que colabore para que esto pueda ser posible, Kulichevsky resaltó que “esto demuestra la cada vez más importante actividad del sector privado en el aspecto espacial; no tanto por el avance tecnológico, porque los lanzamientos con humanos ya tienen varios años, sino por el crecimiento que tiene cada día y los planes espaciales que se pueden ampliar. Esto no significa un reemplazo del sector estatal por el privado. SpaceX llegó a la madurez que hoy tiene gracias a la vasta experiencia de la NASA, que tuvo la visión estratégica de asignar una parte del desarrollo espacial a esta compañía privada, como también a Boeing, que está desarrollando su propia cápsula”.
“Hoy es un día muy espacial para Estados Unidos y toda la industria espacial privada, porque se abre un antes y después con el lanzamiento de un cohete de SpaceX con astronautas al espacio. Y para mí es muy emocionante, ya que trabajé 4 años en SpaceX para el desarrollo de parte de los trajes espaciales, particularmente los guantes”, explicó el ingeniero argentino Pablo de León desde Estados Unidos, especializado en la creación de trajes espaciales.
“Aunque debo admitir que después de varios años de trabajo con ellos, mi propuesta de trabajo no continuó, aunque sirvió para que ellos acumularan experiencia en el diseño y construcción de los trajes que hoy llevan los astronautas. SpaceX partió de cero. No tenía conocimiento de nada y fue acumulando una experiencia de trabajo que los hizo cada vez más fuertes. Eso es lo asombroso. Un hito enorme de la gestión privada que se materializa en este increíble lanzamiento”, se sinceró De León.
Este lanzamiento coloca a SpaceX, en la cúspide de convertirse en la primera compañía privada en poner astronautas en órbita, algo logrado solamente por 3 naciones anteriormente: Rusia, Estados Unidos y China.
Para ello, SpaceX debió luchar palmo a palmo con la otra empresa a quien la NASA entregó mucho dinero para viajar al espacio: el gigante aerocomercial Boeing. Y es que la NASA contrató a SpaceX y Boeing en 2014 para llevar astronautas a la estación espacial, después de que comenzaron a llevar cargas comerciales al espacio sin tripulación. Esa carga eran suministros de alimentos y víveres para los astronautas que viven actualmente en la Estación Espacial Internacional (ISS). La meta era que astronautas estadounidenses pudieran comenzar a viajar en 2017, pero el desarrollo de las cápsulas Dragon de SpaceX y Starliner de Boeing tomó más tiempo de lo esperado.
La Crew Dragon es una cápsula como la Apolo, pero del siglo XXI. Las pantallas táctiles han reemplazado los botones y los joysticks. El interior está dominado por el blanco con una iluminación más sutil, nada que ver con los enormes transbordadores que funcionaron entre 1981 y 2011.
“¡Seguro que todos los pilotos del mundo tendrán más confianza si les das un joystick que si les das un iPad!”, bromeó Thomas Pesquet, el astronauta francés que podría ser el primer europeo en viajar a bordo de la Dragon en 2021. La cápsula debe llegar a la estación espacial, situada a 400 kilómetros sobre la Tierra, donde probablemente permanecerá acoplada hasta agosto.
Si cumple su misión, los estadounidenses ya no dependerán de los rusos para llegar al espacio, como ha ocurrido desde 2011, pues las Soyuz rusas son los únicos vehículos espaciales que hacen este recorrido, despegando del cosmódromo de Baikonur en Kazajistán.
El último vuelo tripulado que Estados Unidos realizó desde su propio suelo, fue el 8 de julio de 2011con la misión STS-135 del transbordador espacial Atlantis de 13 días de duración, con una tripulación de 4 astronautas, en la cual transportó a la Estación Espacial Internacional (ISS) las reservas provisionales para un año. El transbordador aterrizó en Cabo Cañaveral el 21 de julio de 2011, terminando su servicio para ser retirado y puesto en exhibición en el Centro Espacial Kennedy, en Florida.
Con el último vuelo del Atlantis se cerró la era de los Transbordadores Espaciales después de 30 años de funcionamiento del programa, desde 1981 con el lanzamiento del desaparecido Columbia, lo que dejó a la NASA dependiente de las naves rusas Soyuz, para lanzamientos espaciales.
Pero esto no le saldría gratis o barato a la NASA. En 2006, Estados Unidos pagaba 21,3 millones de dólares a Rusia, que quedó con el monopolio de los vuelos espaciales tripulados, por cada asiento ocupado en el cohete ruso. Ya en 2018, el precio había subido a 82 millones de dólares, es decir, un incremento del 384%.
Desde 2006 hasta 2020 la NASA pagó más de 3500 millones de dólares para enviar a la Estación Espacial Internacional a sus astronautas, suma que representa aproximadamente el 3% del presupuesto anual de la agencia espacial norteamericana.
El sueño espacial americano vuelve con todo su esplendor, al igual que el momento histórico de las empresas privadas que comienzan a visualizar un futuro prometedor fuera de la Tierra.
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