HAIFA (Enviado especial).– Hablar de Israel hoy es hablar de innovación, startups y emprendedurismo. Una joven nación de 70 años que antes era conocida por sus kibutz y desde hace un par de décadas lo es por ser el nuevo Silicon Valley de Medio Oriente, con cientos de empresas de primer nivel tecnológico instaladas en sus tres principales ciudades: Tel Aviv, Jerusalén y Haifa.
Y si hablamos de innovación, debemos mencionarla dentro de un abanico de sectores: militar (avances en óptica, robótica, balística, aeronáutica, ingeniería de materiales y electrónica), agricultura (campos de riego, genética vegetal, fertilización, riego por goteo, piscicultura), o medicina (biomédica, medicamentos, genética y reproducción), sólo por mencionar algunas.
El resultado es que hoy el 40 por ciento de lo que exporta el país tiene una alta dosis de tecnología de punta. Y el crecimiento es tan grande, que en los próximos años se espera generar al menos unos 200.000 empleos, en un país de 9 millones de habitantes.
¿Dónde nace el espíritu innovador?
"Todas las innovaciones que Israel desarrolla son consecuencias de la necesidad y las situaciones difíciles que atraviesa el país. No tenemos recursos naturales, oro, plata, carbón o cemento. Ni siquiera tenemos agua. La única forma de subsistir es con innovación. Y la eduación es la parte clave de la innovación", aseguró a Infobae el argentino Gustavo Gustavo Mesch, rector de la Universidad de Haifa.
En Israel el servicio militar es obligatorio. Pero además de aprender a empuñar un arma o acatar la disciplina del ejército, los jóvenes (hombres desde los 18 a los 21 años y mujeres desde los 18 a los 20 años), tienen la oportunidad de estudiar y meterse de lleno en la más alta tecnología disponible de su campo de estudio o trabajo, para luego, al finalizar el servicio, salir con un conocimiento único y potenciado por la red de camaradería que forjó en esos 2 o 3 años en una unidad.
"Al salir del ejército ya tienen una mentalidad empresarial, no de empleados", afirmó a Infobae Ran Natanzon, director de Innovación y Marca País del Ministerio de Asuntos Exteriores.
"El Ejército les enseña a trabajar en equipo, con valores similares de emprendedurismo. Los que se gradúan están listos para ir a cualquiera de las grandes empresas, que se los disputan", precisó Natanzon.
Y agregó: "El paso por la armada les brinda a los jóvenes una serie de ventajas competitivas muy difíciles de conseguir por fuera del mismo. Además de forjar una gran e imprescindible red de contactos, las empresas valoran la necesidad de tomar decisiones que pueden arriesgar hasta la propia vida, cosa que los hace más propensos a cuestionar a las autoridades, una cualidad que consideran indispensable en una empresa de éxito".
Así, Israel congrega una oportunidad única para ser innovador: gente joven preparada para trabajar en equipo, bien educada y creativa, incubadoras que funcionan, universidades que investigan con grandes pergaminos y premios Nobel detrás, y finalmente un Estado que apoya e inversionistas que apoyan y arriesgan capital. Este es el motivo de que hoy Israel se haya convertido en la Start-Up Nation del mundo.
Para potenciar este espíritu innovador, existen en el país unas 60 incubadoras que ayudan a los jóvenes a dar los primeros pasos en pos del crecimiento de una idea para convertirse, tal vez, en la gallina de los huevos de oro.
Estas empresas incubadoras de proyectos brindan hasta dos años de soporte, con un tercero opcional. Proveen instalaciones, contactos, asesoría, marketing, capacitación para crear capacidades gerenciales y "padrinos" a las ideas de negocio.
También el Estado se involucra en este proceso innovador. A través de diferentes figuras puede llegar a invertir hasta un 20 por ciento del capital semilla y se hace socio de los jóvenes empresarios.
Después de estar incubadas por un tiempo, algunas logran convertirse en pequeñas empresas viables y atractivas. El siguiente paso es acercarse a una aceleradora de empresas que buscará convertirlas en firmas que valgan millones.
Para potenciar estas empresas, algunas aceleradoras les entregan 20.000 dólares a los jóvenes que además de querer hacer crecer su negocio buscan asesorías clave, contactos, mentores, y capacitación mediante charlas o diálogos con otros emprendedores. Cada semana viajan en grupo a buscar potenciales inversionistas en Nueva York, Europa y Asia.
Entre los países miembros de la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), Israel es el que tiene la inversión más grande en I+D (investigación más desarrollo) como porcentaje de su PIB: 5 por ciento.
Pero no solamente por el lado del gobierno o del sector privado se puede obtener el vital apoyo empresarial. En Haifa, el ámbito académico es muy importante y está considerado una llave maestra que puede ayudar a potenciar ideas revolucionarias. La Universidad de Haifa y el Instituto Technion son claros ejemplos de este avance innovador.
Así, el Technion –universidad pública de investigación en Haifa fundada en 1912– ofrece títulos en ciencias e ingeniería, y campos relacionados como arquitectura, medicina, administración industrial y educación. Y creó un centro de innovación en alianza con la Universidad de Cornell, en EEUU; hizo una alianza con Microsoft para desarrollar opciones de comercio electrónico (e-commerce); vendió a Cisco Systems una compañía creada en sus aulas, etc.
Si bien los porcentajes varían de acuerdo a cada institución académica, una parte del dinero obtenido mediante ventas, servicios y patentes que se gane va dirigido al científico líder y a su grupo de investigadores. Esto logra un beneficio mutuo y genera un círculo virtuoso, ya que los recursos fluyen para otros proyectos. El Technion ha incubado 24 startups y hoy obtiene casi 100 patentes al año.
Los graduados de Technion representan el 70 por ciento de la fuerza de trabajo de alta tecnología y establecieron la infraestructura industrial de Israel, reforzaron sus capacidades de defensa tecnológica y fueron pioneras en sus empresas basadas en tecnología.
Una visión de Estado innovador
Israel se centró primero en el desarrollo de universidades y centros nacionales de investigación, hasta colocarse a la cabeza en liderazgo científico mundial. Luego, el Gobierno pasó a crear una industria fuerte e innovadora, para que el conocimiento generado pudiera revertir en beneficio económico, y posicionar al país como líder en innovación y tecnología.
Con esta finalidad, en 1969 se estableció, dentro del Ministerio de Industria y Comercio (ahora de Economía, Industria y Competitividad), la Oficina del Jefe Científico (OCS por sus siglas en inglés). La OCS asumió la misión de establecer y gestionar una política transversal de apoyo a la Innovación y Desarrollo (I+D) industrial y a la creación de empresas tecnológicas.
Entre los principales logros de la OCS está la aprobación, en 1984, de la Ley de Incentivo a la I+D Industrial, a través de la cual se establecieron una gran variedad de programas de apoyo a la transferencia tecnológica, la I+D y la cooperación. Así, se consolidó como el principal canal de financiación pública para el desarrollo de la alta tecnología, si bien es cierto que su papel principal es el de la definición de la política de I+D.
En el año 1991 el Gobierno israelí estableció el Programa de Incubadoras Tecnológicas Públicas (PTIP por sus siglas en inglés), acorde con su estrategia de desarrollar un tejido empresarial amplio e innovador.
Su creación responde a la necesidad del momento de integrar en el mercado laboral a inmigrantes de la antigua Unión Soviética, en su mayoría científicos, ingenieros y físicos altamente cualificados. De ahí que en los inicios fuera obligatorio que, para que una incubadora formara parte del PTIP, al menos el 50% de la plantilla fuera de origen ruso. El PTIP establecía que cada proyecto que entrara en las incubadoras recibiría financiación pública, en forma de préstamo, de hasta el 85% del presupuesto aprobado.
Recientemente, a comienzos del año 2016, Israel creó la Autoridad Nacional de Innovación que asumió la función de la OCS. Como consecuencia, desde 2016, la gestión del Programa y del resto de herramientas gubernamentales de apoyo a la I+D industrial recae sobre la nueva autoridad gubernamental.
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