Shenzhen, China (enviada especial). "La vida es eficiencia y el tiempo es dinero". El mantra de esta ciudad aparece en enormes caracteres chinos en una de sus tantas zonas verdes. No es letra muerta. La energía de estas palabras se ve, se vive y se siente en las calles, en las oficinas, y en el pensamiento de los ciudadanos de Shenzhen.
La mayoría viene de otras regiones, llamados por las oportunidades de trabajo y el sueño de "hacerse la América" en esta parte del mundo, calurosa y húmeda, donde los carteles de led iluminan más que el sol.
El promedio de edad de los trabajadores es de 25 años; la competencia es feroz y el trabajo, infinito.
Durante 1200 años, Shenzhen había permanecido inmutable. Siempre fue un pueblo de pescadores de casas humildes, botes malolientes y bicicletas desvencijadas. Pero el destino – y su cercanía a Hong Kong – tenían preparados otros planes para Shenzhen: el de convertirse en uno de los polos tecnológicos más importantes del mundo – el "Silicon Valley chino", como lo llaman – y el tercer puerto más activo del planeta.
¿La clave? El experimento de transformarse en una de las cuatro zonas económicas especiales, lo que le permitió atraer capital y desarrollar la nueva riqueza de las naciones: el conocimientos y la innovación tecnológica.
Porque en Shenzhen, además de empresas de tecnología de punta, también hay excelentes universidades y centros de investigación, un imán para la ambición y el talento.
Juliana Montani, una politóloga argentina que lleva 4 años viviendo entre Shenzhen y Hong Kong, le contó a Infobae que a través de la actividad fronteriza se puede ver cómo el desarrollo se refleja en los flujos de personas y mercadería. "Antes había límites que aislaban el experimento económico de Shenzhen del resto de China, incluso marcadas con alambre de púas. A medida que el proyecto se fue desarrollando, se incorporaron nuevas regiones colindantes a la Zona Económica Especial (SEZ) y se abolió la necesidad de contar con un permiso especial para el ingreso", explicó.
En esta nueva metrópolis – que pasó de 30 mil habitantes a 12 millones, donde se levanta un edificio por día – la tecnología hace realidad los sueños de riqueza de quienes son capaces de transformar una buena idea en la solución real que implementen empresas, gobiernos o millares de personas.
Hoy, Shenzhen está en el top 10 de las ciudades que concentran más millonarios en el mundo: 50.400 en total, de los cuales 39 son mega multimillonarios, según el reporte Censo de Billonarios 2018 que realiza Wealth–X
Esto la convierte en el segundo centro urbano chino de super fortunas, después de Hong Kong, la ciudad que le disputa a Nueva York el primer puesto en el ranking mundial de residencia magnates con más de mil millones de dólares.
El mismo censo, publicado el año pasado (correspondiente a 2016), la ubicaba en el puesto número 7 – con 46 "billonarios" – mientras Pekin aparecía en primer lugar (100 personas con más de mil millones de dólares), superando a Nueva York (95).
El crecimiento de millonarios en Hong Kong – con un impacto directo en la economía de Shenzhen, que está a solo 17 km – estuvo impulsado por la solidez económica interna, el repunte de los mercados financieros mundiales y los vínculos comerciales y de inversión con China continental.
Historias de vida
Las historias de personas "de a pie" convertidas en millonarios en poco tiempo inspiran la ambición de muchos de sus compatriotas chinos. Destacamos tres:
Ma Huateng (46), fundador de Tencent Inc es un "millonario de alto impacto" y la cuarta fortuna de China. El creador de WeChat – una suerte de WhatsApp chino, pero con muchas más funciones – tiene a sus pies una comunidad de 800 millones de usuarios que se comunican, pagan todas sus compras, reservan y hasta hacen citas, con este servicio.
Bill Liu (35) es un millonario "de barrio"; un ejemplo de cómo cualquier chico – que haya ido a la universidad, claro – puede convertir su idea en montañas de dinero. El fundador de Royole Corp., unicornio con sede en Shenzhen, ideó pantallas flexibles para smartphones que son más delgadas del mundo. Su caso se hizo conocido en el mundo cuando Bloomberg tituló "Ingeniero chino se hace multimillonario al cumplir un sueño" en la que daba conocer su historia que es, en realidad, una de muchas.
Ren Zhengfei (72). Más que en Steve Jobs, los jóvenes chinos ven en él el modelo de emprendedor en el que desean convertirse. Es el "millonario aspiracional". El presidente de Huawei Technologies fundó la compañía en 1987 a sus 41 años, con un capital de 6.000 dólares. Tres décadas después, la empresa se erige como la más grande del mundo en telecomunicaciones y la segunda fabricante de teléfonos celulares – con desarrollo, producción y ventas de equipamiento, gestión de infraestructuras, fabricación y venta de smartphones y otros dispositivos electrónicos -.
Ren posee el 1% del consorcio, ya que Huawei es una suerte de gran cooperativa en la que los 180 mil empleados – de todo el mundo – son los dueños del 99% restante. Sin embargo, y a pesar de ser uno de los empresarios más enigmáticos del mundo, se sabe que es aún el "líder espiritual" de la compañía y que gusta de definir a sus empleados como a "una hambrienta manada de lobos capaz de derrotar a leones".
El Ying y el Yang
Mientras tanto, la desigualdad sigue siendo un problema grave en China y parte de los contrastes que chocan a los visitantes, incluso a quienes venimos de Latinoamérica. Tampoco es éste el tema favorito del gobierno, y se mezquinan las cifras oficiales. Pero se sabe que la desigualdad entre ricos y pobres en China experimentó una reducción desde su pico de 2008, cuando alcanzó 0.491 puntos en el coeficiente Gini, – en una escala del 0 al 1-.
Pero, así es China. Aquí, además de smog, también se respira en el aire la tensión entre dos fuerzas opuestas y complementarias. La convivencia de los contrastes. El Ying y el Yang; "un país, dos sistemas"; comunismo y capitalismo salvaje; riqueza descomunal con miseria extrema; innovación y tradición, naturaleza exuberante y contaminación negligente; apertura comercial con falta de libertad individual; salarios bajos con record de patentes; el consumismo desbocado con la política del hijo único.
Sí, así es China; el país del que uno se va con más preguntas que respuestas. Y Shenzhen, la ciudad de los 50.000 millonarios, no escapa a esta regla.
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