"Nada es comparable al sencillo placer de dar un paseo en bicicleta, decía John F. Kennedy; mientras que para el escritor Christopher Morley "la bicicleta será siempre el vehículo de los novelistas y los poetas". Es que subirse a "la bici" tiene ese sabor a libertad que suelta los pensamientos y permite la ensoñación. Un déjà vu de sensaciones de la infancia, con piscas de adrenalina.
Por eso la bici enamora a quien vuelve a animarse a subirse a ella. A pedal, la ciudad cobra otra dimensión: tomamos conciencia de las distancias, advertimos los desniveles del terreno y sentimos la temperatura, los olores, el viento, el sol.
El origen del "día mundial de la bicicleta" es muy curioso. Remite al 19 de abril de 1943, fecha en que Albert Hoffman, padre del LSD (ácido lisérgico), hizo su mítico viaje en bicicleta tras haber quedado expuesto a la sustancia de forma accidental. Allí fue que experimentó en carne propia los efectos de su invento, los cambios en la percepción que relata en sus escritos.
La celebración tomó distintos tonos hasta que derivó en esta conmoración: la de fomentar el uso de este medio de transporte de 200 años de antigüedad que beneficia tanto a las personas que lo usan, como a quienes las rodean, y al medioambiente, claro.
Saludable, sostenible, económica, ecológica y práctica; parte de las múltiples cualidades de "la bici" que hacen que hoy esté más de moda que nunca.
La bici en la ciudad
El cambio climático, el exceso de vehículos motorizados y los centros urbanos, cada más grandes y más abarrotados de personas, lleva a que las ciudades de todo el mundo estén buscando distintos métodos para que las personas dejen sus vehículos y, por qué no, tomen sus bicicletas.
"Utilizar la bicicleta en la ciudad es algo lógico. Invertir en infraestructura para bicicletas es una medida moderna e inteligente", sostienen desde Copenhagenize Design Co, una consultora que ayuda a las ciudades a crear infraestructura y cultura de ciclismo. Sus datos – que calculan el tiempo de viaje, el riesgo de sufrir un accidente y los beneficios para la salud – demuestran que cada kilómetro recorrido en bicicleta produce una rentabilidad social de USD 0,24, mientras que el automóvil genera una pérdida social de USD 0,84 por kilómetro.
Pero la convivencia entre medios de transporte lentos e impulsados por seres humanos versus los objetos metálicos pesados a alta velocidad, no es pacífica ni igualitaria. Por eso, las ciudades del mundo buscan formas para abordar el peligro que representa el tránsito motorizado para los ciclistas.
Las mejoras en infraestructura incluyen la construcción de ciclovías y rutas ecológicas, la instalación de barreras físicas entre las bicicletas y los automóviles, el lanzamiento de programas de bicicletas compartidas y campañas educativas creadas para recordarle a los motoristas que deben compartir el camino.
Como advierte Filip Watteeuw, uno de los profesionales de Copenhagenize Design Co, una política pro bicicleta debe ir de la mano con una anti-automóviles: "No puedes convertirte en una ciudad ciclista si no dices algo sobre los autos. Para aumentar el número de ciclistas y desarrollar una cultura de la bicicleta, es necesario tomar algunas medidas anti-coches. Si nos deshacemos del tráfico total, obtenemos menos automóviles, más espacio para peatones y ciclistas, y la infraestructura adquiere un valor adicional".
Algo para no subestimar si, a los beneficios que todos conocemos, sumamos que el ciclismo también tiene un impacto positivo en las economías locales. Matt Benjamin, líder de la práctica de planificación activa del transporte en Fehr & Peers, destaca un estudio realizado en Nueva York. "Measuring the Street" (Medición de la calle) demostró que, al asignar a los ciclistas ciertas rutas de los automovilistas, aumentaron las ventas de los negocios locales y se redujeron los índices de desempleo en las calles aledañas.
Públicas y compartidas
Una de las formas que encontraron los municipios para fomentar su uso han sido los sistemas de bicicletas públicas. Un modelo que gana terreno desde Argentina a Canadá y desde Dinamarca hasta China.
Las bicicletas compartidas tienen una alta demanda no solo por parte de los residentes sino que también resultan una excelente opción para turistas.
Hoy, es frecuente ver "rutas turísticas en bici", pensadas para conocer las ciudades echando mano a este medio que resulta más rápido que ir a pie, cómodo, divertido, visual y super económico.
En Montpellier, sur de Francia, visitamos "Smoove", una empresa dedicada a proveer sistemas de bicicletas compartidas a las ciudades. La compañía ofrece sus servicios en 24 municipios de Francia, Canadá, Finlandia, Inglaterra, Rusia y Marruecos.
Su modelo es el siguiente: ellos se ocupan del software, el diseño y la comercialización. Pero no tienen fábricas (casi todas las bicicletas de hoy se compran en China), ni operan el sistema (ya que sostienen que a eso debe hacerlo un especialista en transporte público).
Algunas ciudades optan por un sistema gratuito, otras pago. Pero aún en los casos en que se tarifa, la misma cubre solo entre un 20% y un 30% de los costos de mantenimiento. Por lo tanto, la rentabilidad debe provenir de subsidios, publicidad y/o sponsor.
En Smoove advierten dos tendencias. Por un lado, la creciente incorporación de nuevas tecnologías – en lo que hace al auge de las bicicletas eléctricas, gadgets para ciclistas y dispositivos de seguridad –. Por otro, la llamativa complejidad y diversidad de operar estos sistemas en distintas partes del mundo. "Cada ciudad reacciona de manera muy diferentes a las bicicletas. Ninguna es igual a otra, cada caso requiere estrategias especiales".
Reforzando esta idea de la complejidad y de los desafíos, en el Instituto de Estudios Políticos de París, -Science Po -, nos explicaron que existe preocupación en los municipios europeos por el "boom" de la bici pública. Para Antoine Courmont, investigador a cargo de Ciudades Digitales: "Lo que primero parecía una solución, ahora se está volviendo un problema. Ciudades como París y Rennes suelen estar ´regadas´ con bicicletas públicas que quedan tiradas en las veredas y plazas, muchas de ellas vandalizadas. Incorporar las bicicletas al sistema de transporte de una ciudad es muchísimo más complejo de lo que parecía en un principio."
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En Buenos Aires, la empresa de tecnología IBM, utilizó la tecnología de Watson Analytics para entender cómo se comportan los usuarios de las Ecobici y conocer sus hábitos en la ciudad.
Esta solución de análisis de datos avanzada, permitió entender a simple vista qué pasa con el sistema implementado en la ciudad de Buenos Aires, reconocer tendencias, predecir relaciones y visualizar cantidades masivas de datos.
El estudio logró derribar una serie de mitos – surgidos de la intuición y el prejuicio – para permitirnos comprender mejor el funcionamiento del sistema y comportamiento de los usuarios, en base a datos ciertos. Los resultados pueden visualizarse en https://data.buenosaires.gob.ar
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Recopilar datos sobre las ubicaciones de las bicicletas es un punto clave en cualquier ciudad que tenga la intención ser más amable con los ciclistas. "Algunas más grandes recopilan enormes cantidades de datos para identificar los problemas de seguridad a fin de saber exactamente dónde deben dirigir los recursos", declaró Ken McLeod, administrador de la política local y estatal de la agrupación "League of American Bicyclists". Y son esos datos los que ayudan a impulsar aún más las inversiones que se deben realizar para mejorar la infraestructura para las bicicletas.
Pero muchos de los desafíos que desalientan el uso de la bicicleta pueden resolverse con buenas ideas, leyes apropiadas y la adopción de ciertas herramientas que brinda la tecnología.
Ciudades como Portland, son hoy un ejemplo de cordialidad hacia los ciclistas. Se enorgullecen de tener miles de unidades en sus programas de bicicletas compartidas, un índice de viajes de más del 7% y una ley que obliga a los proyectos de nuevas calles a incluir ciclovías protegidas.
Incluso localidades que no son conocidas por su estilo de vida ciclista, buscan realizar avances en este sentido. Por ejemplo, Chicago, el próximo año ofrecerá la primera red de ciclovías completamente protegidas; y San Francisco aumentará su programa de bicicletas compartidas en la ciudad y en la Región de la Bahía.
En Detroit – la ciudad de los grandes automóviles por excelencia – los ciclistas están comenzando a utilizar las calles y rutas. Para protegerlos, el gobierno instaló un sistema cableado con cámaras digitales y cabinas telefónicas en River Walk. A futuro, también se actualizará un sistema que proporcionará conexión Wi-Fi en todos los caminos y un sistema inalámbrico de seguridad en los 42 km de la ruta ecológica, que incluye Dequindre Cut (un programa rail to rail) y diversos vecindarios y calles de la ciudad.
Otras ideas, como Green Wave de Chicago, permiten que los ciclistas se encuentren solo con luces en verde en cada cruce y contadores automáticos para rastrear los datos de los ciclistas y peatones.
En Chattanooga, los policías que circulan en bicicleta utilizan un dispositivo de ultrasonido para medir la distancia a la que los pasan los motoristas. Cuando los conductores no respeten los 91 centímetros de separación que exige la ley, los multan.
Y si de nuevas tecnologías y uso de datos se trata, el MIT desarrolló MindRider , un casco que rastrea los niveles de interacción y estrés de un ciclista durante un viaje. Recopilar esa información de los usuario proporciona un panorama de la experiencia de circular en bicicleta por la ciudad. El nivel de estrés que se registra en las rutas, en ocasiones, indica congestión en la ciudad. Así, los ciclistas pueden consultar este panorama y elegir su mejor ruta.
En Londres, el laboratorio de diseño Future Cities Catapult – mediante un proyecto de investigación Connected Streets – examina las tecnologías conectadas podrían cumplir en los paisajes urbanos del futuro. Los descubrimientos de un experimento impulsaron el desarrollo de varios prototipos que podrían ayudar a reducir los obstáculos que enfrentan los ciclistas.
Otros prototipos, como el de Sensing Cities, ayuda a los ciclistas a alejarse de las zonas más contaminadas, a advertir a los ciclistas de los puntos ciegos de los vehículos, o a crear una ruta de navegación con las estaciones de bicicletas compartidas.
Si bien las nueva tecnología deben ir de la mano de mejoras en la infraestructura, cuando ambas se combinan pueden crear ciudades más seguras y hospitalarias para quienes circulan en ellas, con cualquier medio de transporte.
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