"Tiene el carácter de su madre y ya sabemos que lo que se hereda no se roba"; "es extrovertido, igualito a su abuelo"; "es de buen corazón, tiene a quien salir". ¿Cuántas veces hemos escuchado afirmaciones cómo estas?
Pero lo cierto es que no tenemos del todo claro cuánto de nuestro sistema de valores y de nuestras características psicológicas como la inteligencia, la personalidad y el comportamiento viene determinado por nuestra herencia genética y cuánto en realidad responde a la cultura, a lo aprendido, al contexto social y temporal que nos envuelve y modela.
Si hubiésemos crecido en otro país, en el seno de otra familia, ¿cuán distintos seríamos? ¿Qué parte de lo que hacemos y somos viene impreso a fuego en los genes, como el color de piel o la altura? Y lo más inquietante: ¿Podríamos usar ingeniería genética para reescribir lo ya escrito y cambiar comportamientos complejos no deseados, de acuerdo a nuestro libre albedrío?
Estas y otras tantas preguntas que indagan sobre la profundidad de la naturaleza humana son el área de interés de la genética conductual.
Pero los estudios realizados en este campo fueron muy criticados porque podían propiciar (y de hecho lo hicieron) inferencias racistas tales como que un determinado grupo humano -con ciertas características físicas- sería proclive a comportamientos socialmente mal vistos; o que tal raza tendría cualidades superiores a otra.
Uno de los grandes referentes de esta línea fue un británico – primo de Charles Darwin– llamado Francis Galton quien, a mediados del siglo XIX, fundó lo que dio en llamar la "Eugenesia", una filosofía social que estudia la herencia genética para mejorar la raza humana y que defiende el uso de diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos con el fin de mejorar los rasgos hereditarios.
Su prolífera obra (escribió más de 300 estudios y libros) fue aprovechada para justificar los abusos del imperialismo y las políticas racistas y clasistas de la época victoriana. Con el correr de los años, también fueron abono fértil para la teoría de la supremacía de la raza aria del nazismo y llegó a tiempos contemporáneos en Perú cuando, durante el gobierno de Alberto Fujimori, sirvió para justificar la implementación de esterilizaciones forzosas.
Del otro lado de la vereda – y levantando el dedo contra los científicos – estuvieron siempre los filósofos, también muy motivados por estas grandes preguntas, pero atónitos por las consecuencias éticas de ciertas afirmaciones científicas.
La tradición filosófica sobre esta temática se remonta a los siglos XVII y XVIII. Los filósofos ilustrados, como John Locke y David Hume, van contra la teoría de las ideas innatas de Descartes y defienden la noción de que todos los seres humanos llegan a este mundo como una página en blanco, para ser luego moldeados por la educación y el entorno. En la misma línea, Jean-Jacques Rousseau en "De la Educación" afirma que "el hombre es bueno por naturaleza" y que "nace libre". (El contrato social).
En la brecha, la consecuencia final era que cada uno se perdía del aporte del otro. Pero con el correr del tiempo estas distancias se fueron diluyendo y hoy, desde el Departamento de Psicología de la Universidad de Virginia (EEUU), decidieron crear una fundación que apoya proyectos de investigación que contemplan ambas miradas y que usan lo mejor de cada prisma para bucear en la complejidad de lo humano.
El resultado es la Agencia de Genética Humana o GHA (por sus siglas en inglés). La misma cuenta con el apoyo de la Fundación John Templeton. Su director Eric Turkheimer, habló con Infobae acerca de esta temática.
—¿Cuánto hay de hereditario en nuestro comportamiento?
—Al igual que todos los demás animales, los seres humanos heredan el ADN de sus padres, y esa herencia genética influye en todo lo que nos rodea, incluidos nuestro comportamiento, carácter y valores. Sin embargo, a diferencia de otros animales, los humanos establecen metas y aspiraciones, y se esfuerzan por inculcar un comportamiento virtuoso en sus hijos.
Otra gran diferencia con el resto de los animales es que los humanos son conscientes de su herencia genética y pueden mejorarla a través del ejercicio de su libre albedrío. La ciencia definida por esta paradoja se llama genética conductual y abarca algunas de las Grandes Preguntas sobre la naturaleza humana.
—¿Por qué consideran que es importante incluir la visión de la filosofía?
—El genoma humano ha sido secuenciado y el conocimiento de la genética a nivel biológico está avanzando a una velocidad vertiginosa, pero la tecnología genómica ha superado nuestra capacidad de darle sentido, aquí es donde entra la filosofía.
Si las diferencias en la capacidad cognitiva están relacionadas con los genes, ¿no sirve de nada los esfuerzos para mejorar el funcionamiento humano o para suavizar las desigualdades en las oportunidades? Si las diferencias en la capacidad de desarrollarse como personas están relacionadas con la genética, ¿no "tenemos opción" sobre nuestra capacidad para la virtud o la felicidad personal?
—¿Qué temas apoyan desde la Agencia? ¿Cuál es el objetivo?
—Buscamos respuestas a la gran pregunta de cómo interactúan la genética, el entorno familiar y la autodeterminación humana en la génesis del comportamiento relacionado con el florecimiento y la virtud. Por eso es que contamos con una red de equipos de investigación que incluye científicos y filósofos empíricos que se enfocan en grandes cuestiones relacionadas con las implicancias de la genómica para la autodeterminación y el desarrollo personal.
—¿Qué hacen con los resultados que encuentran sobre un tema tan relevante para las personas, pero muy sensible a la vez?
—Nosotros facilitamos la comunicación de los hallazgos para que sirvan como herramientas (laicas) para entender los alcances de la genética del comportamiento en los asuntos más importantes en la vida como son el autoconocimiento, los esfuerzos por mejorarse a sí mismo, las relaciones personales y la crianza de los hijos.
—¿Cómo definiría a esta agencia de genética humana que Ud. dirige?
—Pues diría que somos una universidad multidisciplinaria, un centro de investigación multiacadémico que funciona gracias al aporte de la Fundación John Templeton. Apoyamos proyectos de investigación en los en que haya interacción entre la ciencia genética vinculada al comportamiento y la filosofía de la ciencia. El objetivo es tratar de comprender la influencia de la genética en los comportamientos humanos complejos.
—¿En qué estamos determinados por nuestra genética?
—Quedan aún grandes misterios en la genética contemporánea. Desde antes del descubrimiento del ADN ya sabíamos que los genes tienen un rol muy importante en cómo somos y en cómo nos comportamos los humanos. Eso fue gracias a los estudios que se realizaron en gemelos y familias.
—¿Ejemplos?
—Por ejemplo en algunas enfermedades que impactan en la conducta, como la esquizofrenia. Pero también en diferencias personales como la inteligencia, la personalidad, y aspectos por el estilo.
—¿Cuánto los ayudó en estas investigaciones la mejor compresión del ADN?
—Fue algo que siempre se supo que se iba a conocer mejor. Incluso antes de que el proyecto del genoma humano fuera completado, los científicos sabíamos que íbamos a poder contar con un mapa de lo que somos. Pero en algo nos equivocábamos con nuestras expectativas: creíamos que íbamos a poder encontrar un gen de la esquizofrenia, un gen de la inteligencia humana, un gen de la personalidad; pero no fue así.
Para sorpresa de todos, todo terminó siendo mucho más difícil de lo que creíamos. En muchos sentidos, no existe un gen de la esquizofrenia o un gen de la inteligencia, sino que la influencia genética sobre esos aspectos está diseminada en cientos o en miles de genes. Cada gen tiene un impacto minúsculo sobre esos aspectos, así que sería casi imposible caracterizarlo biológicamente.
Ese descubrimiento llevó a que muchas investigaciones empíricas se pregunten ¿Qué hacemos ? ¿Cómo lo analizamos ahora? Y, por otro lado, a que muchos trabajos filosóficos busquen comprender qué significa sostener que los genes tienen influencia sobre aspectos como la inteligencia humana -aunque no pudieron identificar a ningún gen responsable de hacer que alguien sea inteligente o no-.
La genética conductual terminó siendo mucho más compleja e inasible de lo que pensábamos. En el mismo sentido, los filósofos de la ciencia han tenido que repensar sus nociones. Creo que ese es el aspecto más trascendente en el que se está trabajando ahora.
—¿Qué pata es más importante: la de los científicos empíricos o la de los filósofos de la ciencia?
—Diría que 50 y 50. Ambos tienen que trabajar juntos en estos asuntos. Creo que lo más interesante de esta instancia es haber conseguido eso. Porque no nos olvidemos que se trata de personas que, tradicionalmente, nunca han trabajado juntas. Los científicos empíricos siempre han estado en el laboratorio, haciendo el trabajo; y nunca vieron como parte del mismo la necesidad de entender, en un plano más holístico, las implicancias y significado de eso que estaban haciendo.
Del otro lado, los filósofos (no siempre, pero generalmente) aparecían allí, en su torre de marfil, pensando grandes teorías sobre el significado de la ciencia pero sin tener la oportunidad de trabajar codo a codo con los científicos.
Algo interesante de la historia es que -especialmente en la genética conductual- la ciencia y la filosofía mantenían una relación adversa.
Pero hoy en día, eso ha cambiado mucho.
—¿Por qué?
—En principio porque hoy la genética conductual se ha consolidado como una parte de las ciencias de la conducta que contribuye positivamente a las ciencias sociales y que ha logrado superar viejas preocupaciones sobre su uso para justificar el racismo y cosas por el estilo. De igual modo, los filósofos de la ciencia han comenzado a relacionarse más positivamente con la genética conductual.
—El experto en innovación Alec Ross sostiene que si bien "la última industria de más de 3 mil millones de dólares fue hecha sobre un código de 1s y 0s, la próxima será aquella edificada sobre nuestro propio código genético". ¿Está de acuerdo con esto?
-Yo soy escéptico sobre este aspecto y tiene que ver con esto que te mencioné anteriormente respecto a que los aportes de la genética sobre aspectos complejos de las personas –como su inteligencia o cuán extrovertido es alguien– al final resultaron ser muy complicados. Entonces las aplicaciones prácticas de estos datos son muy limitadas.
Si vas a 23andme y te hacés el test sobre tu genética, hay algunas cosas que el estudio te va a poder decir. Pero otras son inferencias débiles que sacan de las preguntas que te hacen contestar previamente (son muy buenos para eso). Si tenés un riesgo genético muy claro ahí lo pueden ver. Pero en términos de tu tendencia a ser extrovertido, por ejemplo, las conclusiones son muy débiles.
Hoy hay mucha controversia con esto entre quienes estamos en el campo. Yo soy de los que sostienen que es probable que nunca podamos tener un test y estudios que accedan a identificar y predecir estos aspectos; pero tengo colegas que están en desacuerdo conmigo.
Lo cierto es que estamos en un lugar muy interesante en este momento porque sencillamente no sabemos qué es lo que va a pasar. Hoy, todo el mundo está mirando los datos que ya están sobre la mesa y nos preguntamos si algún día podremos sacar de ellos información como cuán inteligentes van a ser nuestros hijos o cómo va a ser su personalidad y, sobre todo, si vamos a querer hacer algo al respecto.
Es fascinante. Pero si algún día llegamos a poder hacerlo, yo no creo que esté vivo para verlo. Esto va a llevar mucho tiempo.
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