De acuerdo con el último informe de la Unesco, Israel y Corea del Sur son los dos países que más invierten en Investigación y Desarrollo (I+D) en función de su PBI. El índice en ambos casos es de 4,3%. El tercer puesto es para Japón (3,4%), seguido por Finlandia (3,2%) y Austria (3,1%).
El PBI (Producto Bruto Interno) abarca el valor total de la producción de un país y de ahí que se tome como variable para analizar la inversión en I + D, para contemplar la proporción de la riqueza que cada nación decide destinar a este segmento.
En este ranking, América Latina figura entre las regiones donde menos fondos se destinan a este sector. Brasil invierte un 1,2% de su PIB; seguido por Argentina, con 0,6%; luego México, con 0,5% y Chile, con 0,4%.
Tal como se ve en el gráfico, la Argentina tiene un nivel de inversión inferior al de Brasil y similar al de naciones africanas como Gabón y Senegal
Si, por otra parte, se compara la inversión por habitante, entonces se recurre al índice PPP (paridad del poder adquisitivo, por sus siglas en inglés), que compara el poder de compra de distintas monedas teniendo en cuenta los diferentes niveles de precios que hay entre los diferentes países.
"Los países más desarrollados invierten por encima de los 1.000 PPP/cápita en I+D. Argentina en este momento invierte alrededor de 100 PPP/cápita. En términos de inversión real en I+D, la brecha entre los países rezagados y los desarrollados es aún mayor que en términos de porcentaje de PBI", destaca Fernando Stefani, vicedirector del Centro de Investigaciones en Bionanociencias del Conicet, en un documento donde analiza la inversión en investigación.
La conclusión es que, teniendo en cuenta el porcentaje del PBI, Argentina invierte entre 5 y 7 veces menos que los países más desarrollados. Y si se considera el valor absoluto, el país destina entre 10 y 14 veces menos fondos a este sector que las naciones más destacadas. "El nivel actual de inversión en I+D de Argentina es del 0,6% del PBI. En valor absoluto esto significa cerca de 3.300 millones de dólares por año", se subraya en el informe.
"La innovación es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por eso es esencial el seguimiento de la inversión en Investigación y Desarrollo en conocimiento, tecnología y pensamiento, que impulsa la innovación en los países", dijo Silvia Montoya, directora del Instituto de Estadística de la UNESCO, al presentar este informe.
Teniendo esto en cuenta, varias regiones estipularon como misión ir incrementando paulatinamente el porcentaje de PBI destinado a I+D. En el caso de los países miembro de la Unión Europea el objetivo es alcanzar el 3% para 2020.
Argentina, tal como se vio, está lejos de llegar a esa meta y esta inversión deficiente en el área se ve reflejada en otros aspectos. Según el Índice Mundial de Innovación 2017 -desarrollado por la Universidad Cornell, la escuela de negocios Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI)- el país figura en el puesto 76 de los 127 analizados. Está justo por debajo de Irán y arriba de Omán.
La situación es bastante deficiente en toda América Latina. El país de la región que mejor se ubica es Chile, que ocupa el lugar 46, seguido de seguido de Costa Rica (53) y México (58).
En este ranking los dos primeros puestos están ocupados por Suiza y Suecia que le dedican un 3% de su PBI a la investigación y desarrollo. Estados Unidos, Corea del Sur, Japón e Israel también figuran destacados entre los primeros 20 lugares.
Inversión estatal y del sector privado
La inversión estatal en investigación y desarrollo en Argentina es baja hace tiempo. La tasa promedio de incremento de la inversión en relación al PBI ha sido de 0,01 entre 1996 y 2014; en tanto que en Corea fue de 0,11 y en Israel, de 0,09 y en China, de 0,08.
"En los gobiernos anteriores se hizo una revitalización importante del sistema de investigación argentino que estaba al borde de la muerte. Se aumentó la planta de científicos, se mejoraron los presupuestos y la infraestructura, pero eso no es suficiente para producir una incidencia en el PBI. Se generó una masa crítica de investigadores pero no se la llegó a poner al servicio del país y eso se refleja en que las actividades económicas de la Argentina no han cambiado", explica Stefani en diálogo con Infobae.
¿Qué se necesita, entonces, para cambiar el paradigma? "Para impulsar la economía en base a ciencia y tecnología hay que hacer una inversión de mayor magnitud, sostenida en el tiempo, y más ligada a la producción. En el país hay condiciones y recursos. En litio, por ejemplo, la inversión es insignificante. Tenemos la ley Promar para explorar y explotar el Mar Argentino pero tampoco se pone en funcionamiento de manera adecuada. Se requieren inversiones de mayor magnitud por parte del estado y sostenidas en el tiempo, que indiquen que ése es el camino", destaca el investigador.
Actualmente, la función "ciencia y técnica" del presupuesto nacional para 2018 equivale a un 0,4% del PBI, lo cual presupone una reducción nominal del 0,1% y, si se tiene en cuenta la meta de inflación del Gobierno, implica una caída real del 15,8% respecto del año anterior, según se detalla en el informe de Stefani.
Existen diferentes iniciativas en el Congreso para lograr un incremento paulatino de la inversión. Tal es el caso del proyecto de ley presentado por el Senador Omar Perotti, que ya tiene media sanción del Senado y que plantea un aumento gradual para llegar a la meta del 3% del PBI para el 2030.
La inversión estatal es un primer punto, pero éste no es el único factor a tener en cuenta. En las principales economías mundiales el sector privado juega un rol vital en la financiación de la investigación y desarrollo. El punto es cómo lograr captar estos fondos.
"Las inversiones privadas ocurren cuando las condiciones de retorno están garantizadas o los riesgos se minimizan. Las actividades productivas con alto contenido tecnológico requieren de inversiones importantes, sostenidas durante períodos de tiempo relativamente largos", destaca Stefani.
En los países más desarrollados se priorizó durante años la inversión estatal en investigación y desarrollo que luego derivó en el incremento de fondos de origen privado.
Corea del Sur es un buen ejemplo de esto. En esta nación, la inversión a mediados de los 60 era principalmente de origen estatal y con el paso de los años fue cobrando mayor protagonismo la inversión privada.
"En el Estado de San Pablo (Brasil), se dedica desde 1989 un 1% de la recaudación total del estado a la investigación. En la actualidad, después casi tres décadas de esta política, San Pablo cuenta con cientos de empresas de base tecnológica y ahora la inversión total la hacen, en un 60%, los privados", analiza Stefani.
En la Argentina, por el momento, aumentaron las promesas de inversión pero aún no hay números reales que constaten que esos montos vayan a derivarse, al menos en el corto plazo, en investigación y desarrollo. Tal como destacan economistas e investigadores, es necesario que exista un proyecto a largo plazo, que incluya inversión estatal así como la implementación de herramientas para favorecer la participación de privados.
"Ahora la situación podría mejorar porque Argentina pasa a tener la presidencia del grupo de los 20 y eso puede atraer mayor inversión, pero las condiciones macroeconómicas no están dadas aún: el tipo de cambio y los impuestos son altos, o sea que la Argentina está en una situación difícil para lograr mover la aguja. Se habla de inversiones pero en términos reales no son tan distintas a la situación que teníamos", destaca el economista Orlando Ferreres, en diálogo con Infobae.
"Hay que ir a un modelo económico que fomente la actividad productiva y no especulativa, hay que darle a las empresas exenciones impositivas y medidas para fomentar, de manera explícita, la investigación y desarrollo. Para que una compañía encare I+D, debe estar favorecida en su esquema impositivo y necesita de un un sistema de ciencia y técnica público, en funcionamiento, para apoyarse durante el proceso.", concluye Stefani.
LEA MÁS:
El camino hacia el desarrollo científico y tecnológico
Corea del Sur invierte más en ciencia que toda América Latina y el Caribe