El mono Carayá es el primate más grande del continente americano. Suelen ser muy queridos por los niños que los escuchan aullar en las copas de los árboles de algunos zoológicos. Su cuerpo está recubierto de un pelaje largo y áspero. Sus ojos son grandes y cuando camina, al igual que el ser humano, se apoya sobre la palma de los pies.
Originalmente se distribuían por Paraguay, sur de Brasil, norte y este de Bolivia. En Argentina los podemos encontrar en las riberas e islas de las provincias de Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones y Santa Fe. Es una especie arborícola, habitan las copas de los árboles de selvas, bosques y sabanas chaqueñas húmedas.
Es poco probable que se los encuentre solos ya que son animales gregarios que se mueven en grupos de entre cinco y 20 individuos. Son sedentarios y delimitan su territorio a través de sus fuertes aullidos. Seleccionan los árboles con mayor copa para dormir protegidos de sus predadores.
El mono Carayá es el primate más grande del continente americano. Tiene pelaje negro, largo y áspero. Camina como el humano, apoyado sobre la palma de los pies
Según la última clasificación de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) las poblaciones de monos Carayá han sido clasificadas en la categoría Vulnerable (VU). Las amenazas que están afectando a esta especie son varias:
· La destrucción y fragmentación del hábitat.
· Es uno de los mamíferos silvestres más comercializado como mascotas.
· Epidemia de fiebre amarilla en Misiones, transmitida por mosquitos.
· La caza indiscriminada.
La importancia de conservar a estos monos radica en su participación en la regeneración de la selva. Este mono aullador, de acuerdo a sus hábitos alimentarios y del uso del espacio, es un eficiente dispersor de las semillas de las plantas de las cuales se alimenta las cuales elimina a través de su materia fecal.
El Carayá termina finalmente por ser otro animal cuya mayor culpa es vivir en los bosques y ser muy simpático. La destrucción de la selva para dar lugar a la producción maderera o agropecuaria lo ha dejado sin hábitat. Y la estupidez criminal del mascotismo hizo el resto.
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