Hace tiempo que el plástico goza de mala prensa. Esto no le ha impedido, sin embargo, sostenerse firme en el podio de los materiales que gobiernan el mundo y la vida de cada uno de los que viven en él.
Se ha escrito mucho sobre lo peligroso que es para el medio ambiente y también sobre la necesidad de disminuir su producción y consumo. Pero al parecer, no se trata de una tarea sencilla: la economía mundial inventa, reinventa y genera constantemente productos que en un 80 por ciento contienen algún tipo de polietileno, polipropileno, poliestireno, PVC, PET o poliuretano.
A pesar de todo, algunos países han tomado acciones fuertes respecto de este tema. En algunos ya se han prohibido el uso de bolsas plásticas. En otros -como por ejemplo Francia- se avanzó en la prohibición de platos, vasos y hasta cubiertos de plástico.
A los que aún se preguntan por qué hay que disminuir su uso habrá que decirles, como Sabina, que "sobran los motivos".
Uno de ellos es el excesivo tiempo que tardan en degradarse. Cualquier plástico que hayamos visto o usado nosotros o incluso nuestros bisabuelos, todavía existe en algún lugar del planeta. Un cubierto de este material, por ejemplo, tarda 400 años en degradarse. Lo mismo pasa con las botellas, los globos y las bolsas. Es alarmante: usamos un producto unos minutos y luego lo dejamos siglos contaminando a la madre Tierra.
Otro de los motivos es que más de 100 mil animales mueren cada año por comer o quedar enredados en objetos de plástico. Más de 8 millones de toneladas de basura llegan a los océanos anualmente y el 70 por ciento de ella está conformada por este material. Los animales marinos quedan atrapados en esos residuos y hasta incluso llegan a confundirla con comida y mueren por la ingesta. Se calcula que 50% de las tortugas marinas y el 90% de las aves han consumido plástico alguna vez.
Este material está presente en muchos más productos de los que imaginamos: fuera de las tradicionales botellas y bolsitas, muchos de los artículos de cuidado personal, como la pasta dental o las cremas corporales, contienen lo que se llaman "microplásticos", unas pequeñísimas partículas que atraviesan todo tipo de filtros y terminan contaminando mares, lagos y ríos.
Las botellas, los cubiertos y las bolsas de plástico se usan por minutos pero tardan 400 años en degradarse
Consecuencia de este fenómeno ya se han formado en nuestros océanos, ayudadas por las corrientes marítimas, cinco "islas" de microplásticos, es decir superficies inmensas flotando bajo la apariencia de algo así como una "sopa" gigante. Dos están en el Pacífico, dos en el Atlántico y una en el Índico.
Para iniciar medidas rotundas y determinantes que supongan una disminución real en el uso de plásticos es necesario comenzar a cambiar nuestros hábitos de consumo (ver video).
Pero mucho más urgente e importante es que los Estados de todo el mundo asuman la intransferible responsabilidad de orientar y controlar a una industria desbocada y codiciosa que no ha dudado en poner la vida misma del planeta al servicio de su renta y su crecimiento patrimonial.