Tener una mascota fue históricamente usual en la Argentina: el 80 por ciento de su población tiene o tuvo algún perro, gato, canario o hámster. Con el tiempo, la costumbre de adquirir animales más extraños se fue expandiendo.
Cada año se venden en nuestro país miles de animales exóticos o silvestres. Internet está lleno de sitios que los ofrecen y que hasta dan instrucciones sobre su cuidado. Obviamente, sus vendedores deben ocultar que la comercialización de muchos de ellos está prohibida a raíz del peligro de extinción que amenaza a su especie.
El snobismo o la ignorancia nos han hecho olvidar cosas fundamentales ¿Es lo mismo criar un perro salchicha que una boa? ¿Es lo mismo mantener un gato siamés que un guacamayo?
¿Se justifica que una persona cace y venda animales ilegalmente, sólo para que nosotros podamos tener uno en el living?
Para frenar este oprobio han tenido que crearse normas e instituciones que estén a la altura. Varias fiscalías u organismos estatales intentan dar pelea a esta afrenta y, por suerte, también surgieron organismos no gubernamentales que trabajan intensamente en la lucha contra este flagelo.
Por el Centro de Reproducción y Rehabilitación de Especies de Temaikén ya pasaron más de 10 mil especies, víctimas del “mascotismo”
A pocos kilómetros de Buenos Aires se erige el Centro de Reproducción y Rehabilitación de Especies Temaikén, un predio que cuenta con ambientes y herramientas especialmente preparados para ayudar en esta ardua tarea. Aquí se realizan estudios sanitarios, nutricionales y etológicos sobre animales rescatados. Estas criaturas permanecen en aislamiento con el objeto de recibir buenas condiciones sanitarias, obtener alimento por sus propios medios y poder preservar las conductas necesarias que le permitan sobrevivir en la vida silvestre, en caso de que sean liberados.
Gustavo Gachen, curador general de la Fundación Temaikén cuenta que este espacio de 18 hectáreas ya recibió más de 10 mil animales provenientes del tráfico ilegal. "Aquí rescatamos y rehabilitamos ejemplares heridos por actividad humana o fenómenos naturales y la idea es liberarlos en su hábitat natural o, si no es posible, integrarlos en algún plan de conservación", señala.
El equipo está integrado por un grupo de apasionados profesionales que deja todo para salvar animales y devolverlos a su hábitat natural.
Alicia de la Colina, investigadora de la institución, alerta sobre la situación particular que vive hoy el cardenal amarillo. "Es una de las especies que está en peligro crítico de extinción y es una de las más comercializadas por su belleza y su canto", observa. Esta científica apela a la conciencia de aquellos que tienen uno en su casa: "Es necesario que se comuniquen con nosotros y nos lo traigan para poder rehabilitarlos y reintroducirlos en su hábitat. Sólo así podremos salvarlos de su inminente extinción", remarca.
La conciencia de los hombres podría lograr que los recursos invertidos en esta tarea se puedan desembolsar en cualquier otra actividad. Pero la moda y el nuevo e insensato "mascotismo" pone en peligro la vida y la preservación de muchas especies.
A algunos animales se les llama "exóticos" y con esa nominación pareciera que la conciencia del que lo compra y del que lo vende queda tranquila. Pero lo más correcto es llamarlos silvestres, es decir, seres vivos que nunca debieron haber abandonado su hábitat natural.
Porque aunque la iguana que tenemos en el sofá haya nacido en cautiverio, no está preparada para vivir fuera de la naturaleza. Ningún mapache imaginó jamás, ni en la peor de sus pesadillas, que terminaría nadando en una pileta. Cada vez más monos, iguanas y hurones viven encerrados por la irresponsabilidad e inconciencia de sus dueños.
Cada vez más monos, iguanas y hurones viven encerrados por la irresponsabilidad e inconciencia de sus dueños.
El tráfico de especies, uno de los negocios ilícitos más rentables en el mundo, incluye tanto ejemplares vivos como partes del animal tal es el caso de cuernos, colmillos o piel. Por lo tanto, los traficantes acopian, trasladan y venden seres vivos o muertos. Las cifras son alarmantes: nueve de cada diez animales capturados para venta ilegal mueren antes de ser comercializados. Se trata de una estructura delictiva compleja, con enormes ramificaciones.
Por suerte existe gente como la que integra el Centro de Reproducción y Rehabilitación de Especies Temaikén. Este lugar único en la región no se encuentra abierto al público, ya que para garantizar la liberación de los animales deben tener el menor contacto posible con los humanos. Pero en De Corazón creíamos que su trabajo responsable y solidario debía ser conocido por todos.
*Por Guillermo Andino y Carolina Prat