En la navidad del 2012, asustado por la pirotecnia y cobijado por los 50 grados de sensación térmica, moría el oso polar Winner en el Zoo de Buenos Aires. En Mendoza, se llegó incluso a un escándalo político de proporciones cuando comenzaron a morirse casi todos sus animales. En Florencio Varela, un oso hormiguero mató a una cuidadora. En Colón, provincia de Buenos Aires, el parque tuvo que cerrar porque algunos animales comenzaron a comerse entre ellos.
A esto se suma la actividad ilícita que se lleva a cabo en el Zoo de Luján, situado a 5o kilómetros de Buenos Aires, que que permite el contacto directo entre los animales y público. Eso, que está absolutamente fuera de la ley , hace que su actividad se distintiva.. y sobre todo rentable.
La pregunta es inevitable: ¿cuál es el sentido de un zoológico en el siglo XXI?
Parece raro que sigamos discutiendo sobre las bondades o los objetivos de estas instituciones 50 años después del estreno de El planeta de los simios, aquel film memorable en el que un grupo de monos con mucho poder encerraba y esclavizaba humanos.
Por eso fue bien recibido, el año pasado, el anuncio de que el zoo porteño se transformaría en un "ecoparque". La información vertida auguraba una reconversión total del predio y el fin del cautiverio animal. Pero nada es tan fácil cuando hay vidas de por medio. Poner candado a las puertas de un recinto puede resultar una tarea sencilla. Dejar de exhibir animales al público también. Pero liberar o trasladar a un animal que ha vivido confinado toda su vida o gran parte de ella, se vuelve una tarea por demás compleja que el ciudadano común no conoce. La muerte de una jirafa y de un rinoceronte no hizo otra cosa que poner al desnudo esa complejidad.
Numerosos especialistas vienen planteando que la idea de encerrar animales para entretener personas debe eliminarse
Hace décadas numerosos especialistas vienen planteando que la idea de encerrar animales para entretener personas debe eliminarse. Muchos de ellos proponen que esos lugares se reconviertan en espacios de educación ambiental, de recuperación de especies decomisadas del comercio ilegal y de conservación y reproducción de fauna autóctona.
En Argentina los zoológicos atrasan medio siglo, como mínimo. Nacieron bajo el precepto victoriano de facilitar el acceso a cualquier persona al conocimiento y la observación de una criatura exótica. Demás está decir que la tecnología, ya desde el siglo pasado, volvió caduca esa concepción.
"La idea de encerrar animales silvestres y que vivan en cautiverio con fines de exhibición es un paradigma que se está abandonando en todo el mundo" nos plantea el subsecretario de Gestión Ambiental de la municipalidad de La Plata, Germán Larran (ver video).
El convencimiento de que los zoológicos son obsoletos ha calado tan fuerte en la sociedad que ya no solo las organizaciones ad hoc, sino el ciudadano común se preguntan cómo puede ser que en la era de Internet y el full HD se siga esclavizando animales para que un niño pueda conocer un mono marimonda. Tal es así que los recientes cierres de zoológicos en Buenos Aires y La Plata aportan un poco de cordura y misericordia en todo este asunto.
Son cada vez más las personas que piden la eliminación de estas cárceles de animales. Crece y es imparable en el mundo la demanda social acerca de que no haya más criaturas encerradas para que un humano se entretenga.
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