Tres años después de su inauguración, el extenso campus de la Fondazione Prada culmina al fin sus obras con la apertura de Torre, la última pieza de este gran rompecabezas de arquitectura, del estudio OMA del holandés Rem Koolhaas, en la ciudad de Milán, Italia. La obra, visitada por la diseñadora de interiores Gabi López, combina siete edificios preexistentes con tres nuevos (Podium, Cinema y Torre) y es el resultado de la transformación de una antigua destilería de gin en un centro para las artes de la empresaria de la moda Miuccia Prada, que se transformó en uno de los espacios culturales más punteros de la ciudad.
Las condiciones bajo las que trabajó el estudio de arquitectura fueron la preservación y la creación, en una interacción permanente entre la nueva y vieja arquitectura.
"Trabajamos codo a codo con Miuccia Prada y su marido al punto de transformarnos en un equipo donde ya no sabíamos quién era el arquitecto y quién el cliente. Fue algo bastante inusual para nosotros. Ellos muchas veces proponían ideas y conceptos que enriquecían el proyecto", explicó el arquitecto responsable de la Fondazione, Federico Pompignoli del estudio OMA.
La excentricidad de la obra incluyó que cada piso fuera apenas más alto que el anterior (el primer piso mide 2,70 metros de alto, mientras que el último 8,00 impresionantes metros) y la orientación de las plantas se alterna entre vistas panorámicas de la ciudad hacia el norte y vistas más cerradas hacia el este y el oeste.
Con 60 metros de alto, la torre esbelta de hormigón blanco, cristal y hierro preside imperiosa el complejo. A lo largo de sus nueve plantas, la estructura interna de Torre está llena de sorpresas, o como expone el propio Koolhaas de "una diversidad radical dentro de un solo volumen".
De sus nueve pisos, seis son espacios de exhibición y completan una superficie total de dos mil metros cuadrados. La exposición que se inauguró junto con Torre, la llamada Atlas, surge del diálogo entre Miuccia Prada y el historiador italiano Germano Celant y alberga obras de la colección Prada que incluye a artistas como Jeff Koons, Damien Hirst, John Baldessari, entre otros. Su nombre alude a un planisferio que se despliega poniendo distintas obras artísticas en diálogo, una curaduría que buscó confrontar distintas voces y mensajes de una serie de obras de entre 1960 y 2016.
Damien Hirst es probablemente el artista más provocador además del más rico vivo en la actualidad. Tan criticado como odiado, sus obras producen un efecto de shock en el espectador poniéndolo frente al debate existencial de la vida y la muerte. En el octavo piso de Torre, sus obras se encuentran en diálogo con las pinturas del artista William N. Copley.
Para recorrer los seis pisos que albergan a las exhibiciones de arte, el edificio de Torre posee un ascensor con vistas panorámicas a la ciudad de Milán, pero lo más interesante es su diseño: una "caja" rosa que parece sacada del mundo de "Penélope Glamour", con detalles en dorado y un muro completamente vidriado, que transporta a las visitas de una exposición a otra.
Una vez fuera de ese mundo rosa y dorado, que es el ascensor de Torre, la luz inunda el piso 8, a través de grandes ventanas de piso a techo. Allí lo primero que puede observarse son tres tanques de vidrio minimalistas con marcos estructurales que dejan ver lo que contienen. Estos "tanques" de estética inmaculada albergan composiciones que primero atraen al espectador a acercarse para luego dejarlos en shock.
En el primer tanque que se encuentra frente al ascensor, la obra "Tears for everybody looking at you" muestra una lluvia, en representación de las lágrimas, y en el centro suspendido sobre un pato que flota muerto en la superficie, un paraguas negro.
Siguiendo el recorrido de la sala, el segundo tanque porta la obra "Waiting for inspiration" que encierra a cientos de moscas que vuelan y se alimentan de un bowl de azúcar para luego morir al chocar con una lámpara de tubo blanca suspendida en el centro. El ciclo de la vida y la muerte plantedo permanentemente, es representado como pequeños puntos negros insignificantes condenados a morir.
En uno de los extremos de la sala, el tercero y último tanque marca la obra "A way of seeing", en español "Una forma de mirar", un científico robot que parece humano y mira por un telescopio la búsqueda de la ciencia de la salvación que no llega.
En el otro extremo de la sala "Black sun", un cuadro de grandes dimensiones, que ocupa casi por completo la pared de la sala, es la obra que atrapa casi instantáneamente. "Desde lejos, una obra majestuosa me sedujo a acercarme para descubrir de cerca la realidad, miles de moscas muertas pegadas con resina sobre un lienzo. Otra vez la muerte y la atracción que ejerce sobre nosotros", aseguró López.
En diálogo con las obras de Hirst, se encuentran las obras del artista William N. Copley, un conjunto de pinturas muy coloridas que representan distintas escenas sexuales. Se podría decir que hablan del momento éxtasis de la vida en contraposición con la muerte.
Desplegados en los demás pisos de Torre se destacan las instalaciones "Synchro System" del artista belga Carsten Höller, diseñadas especialmente para la Fondazione. Consiste en una 'aldea de posibilidades' compuesta por estímulos psicofísicos y herramientas interactivas. "Tras pasar por un laberinto totalmente a oscuras -continuó la especialista- descubrimos la instalación de setas gigantes. A través de un recorrido sinuoso y circular, laberíntico quizás, nos enfrentamos a estímulos que provocan efectos alucinógenos".
En el último piso, donde se encuentra el restaurante de Torre, también hay varias obras de arte creadas especialmente para la fundación por reconocidas figuras de la industria como Thomas Demand, Nathalie Djuberg & Hans Berg, Elmgreen & Dragset, Joep Van Lieshout, Tobias Rehberger Y John Wesley, así como un mobiliario original de Philip Johnson recuperado del icónico restaurante Four Seasons de Nueva York.
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