El enojo es una sensación que varía en intensidad. Puede ser momentáneo, ligado a una situación puntual, o convertirse en un estado constante. Cuando se presenta de forma persistente suele tener causas más profundas.
Los expertos consultados por Infobae desentrañaron qué hay detrás de estos casos.
El doctor Ricardo Rubinstein, médico psicoanalista y miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explicó que el enojo es una emoción común que surge en situaciones de frustración, ataque o amenaza, ya sea física, directa o verbal. Según él, además del componente emocional, la reacción del enojo está acompañada por intensas sensaciones corporales, como la alteración debido a la descarga de adrenalina, el aumento de la presión arterial y la tensión muscular, que preparan al cuerpo para un posible ataque.
El especialista detalló en diálogo con Infobae que las causas del enojo pueden ser internas o externas. “Las causas internas están relacionadas con la disposición de la persona para tolerar situaciones de frustración o expectativas no cumplidas, así como con la sensación de celos, desplazamiento o maltrato, cuando no se alcanza un objetivo o cuando la persona se siente tratada por debajo de lo que considera merecer”, describió.
Y amplió: “Las causas externas son aquellas situaciones del entorno que generan frustración, como el menosprecio o maltrato por parte de otras personas, o circunstancias imprevistas, como un embotellamiento de tránsito o cualquier otro evento no anticipado que la persona debe enfrentar sin estar preparada para ello”.
Rubinstein postuló que algunas personas tienen mayor predisposición al enojo, debido a una menor tolerancia a la frustración y una constante preocupación por su autoestima y valía personal. Estas personas suelen sentirse constantemente amenazadas, lo que desencadena estados de tensión e irritabilidad. “Estas personas suelen manifestar una conducta más paranoide, mostrando una mayor susceptibilidad, ya que tienen menos tolerancia a lo que perciben como amenazas a su valor o dignidad”, afirmó Rubinstein. Esto puede llevarlas a sentirse valoradas, relegadas o humilladas en diversas situaciones.
El abordaje del enojo, según Rubinstein, no tiene una solución única. “El enfoque se basa en trabajar con los ‘resortes internos’ que permiten no sentirse permanentemente amenazado o en ‘jaque’”, señaló. Aunque algunas situaciones justifican una reacción emocional, el objetivo es aprender a posponer una respuesta inmediata y canalizar el enojo de manera adecuada, para enfrentar directamente aquello que lo ha provocado.
Por su parte, el doctor Jorge Schvartzman, médico psicoanalista y psiquiatra, miembro de APA, conversó con Infobae y señaló que el enojo constante es un sentimiento complejo que puede tener diversas causas y efectos: “Es una emoción intensa y persistente que siempre tiene un correlato orgánico y compromete la salud física. Muchas enfermedades se desencadenan después de años de sufrir un enojo constante”.
Entre las razones más comunes del enojo constante, Schvartzman mencionó el resentimiento, que surge de la percepción de no haber sido bien tratado o reconocido, especialmente en la infancia. “Es un sentimiento que invade toda una vida y no desaparece nunca”, subrayó. Además, el experto identificó otras causas, como la imposibilidad de tramitar un duelo, donde el enojo reemplaza la tristeza y el dolor por una pérdida, la frustración por expectativas no cumplidas, el estrés crónico, la convivencia con un dolor constante y un estado depresivo importante.
Schvartzman también destacó que el enojo constante es un sentimiento poco estudiado que dificulta disfrutar de la vida y complica las relaciones personales. En muchos casos, especialmente en personas con personalidades narcisistas, el enojo está relacionado con una herida en el amor propio que impide aceptar la situación y nunca cicatriza, según el especialistas: “Es una herida siempre abierta que nunca cicatriza”.
El abordaje del enojo constante, según Schvartzman, comienza con el reconocimiento del sentimiento y su impacto en la calidad de vida. “Lo primero es percibir ese sentimiento, reconocer cómo le dificulta la calidad de vida, algo nada fácil porque siempre es más fácil encontrar culpables en su historia o en su entorno”, explicó. A partir de ahí, es necesario recurrir a un profesional que ayude a darle sentido al padecimiento y transformar ese odio en una tristeza de aceptación.
El doctor Schvartzman ilustró su explicación con el caso clínico de una mujer adulta que fue abandonada tras una intensa relación amorosa. “Vive enojada permanentemente, algo que está presente en todas sus actividades”, relató el especialista. Para esta mujer, el abandono representa una herida incapaz de tramitar, y su amor propio no le permite aceptar la pérdida, de acuerdo con lo que dijo el experto: “Su amor propio no lo tolera. Históricamente, en todas sus relaciones amorosas ella abandonaba frente al fantasma de ser dejada”, explicó Schvartzman. Esta mujer, con un abandono precoz en su infancia nunca elaborado, se encuentra atrapada en una situación sin salida, lo que le resulta imposible encarar una nueva relación amorosa, contó el psiquiatra.
¿La soledad puede desatar el enojo en algunas personas?
La doctora en psicología del desarrollo de la Universidad de California, Santa Cruz, y docente adjunta en el Middlebury College, Virginia Thomas, planteó en un artículo académico en Psychology Today una reflexión sobre las consecuencias de la falta de tiempo a solas en la vida de las personas. En su escrito, expresó: “¿Sientes enojo constante? Tal vez sea momento de dedicarte tiempo a ti.”
Según la experta, la privación de tiempo a solas, especialmente cuando más se necesita, puede llevar a síntomas depresivos y a una disminución en el bienestar. Investigaciones previas que ella consignó apuntan que no satisfacer esta necesidad puede desencadenar un aumento en la ira y la agresión. “Tomar tiempo de soledad beneficia nuestra propia salud mental, así como la salud de nuestras relaciones. Para algunas personas, la soledad no es un lujo, sino una necesidad para una vida feliz y equilibrada”, dijo.
En este contexto, de acuerdo a Thomas, se acuñó recientemente el término aloneliness para describir la sensación de querer pasar más tiempo a solas y la frustración que surge cuando esta necesidad no puede satisfacerse. La doctora explica que si esta sensación te resulta familiar, entonces probablemente la soledad se perciba menos como una elección y más como una necesidad. “Pasar tiempo a solas significa tiempo para pensar, ordenar emociones, centrarte después de un día estresante o hacer lo que quieres sin interrupciones”, planteó.
A lo largo de su artículo, la doctora también destacó un estudio reciente que reveló que los efectos negativos de la falta de tiempo personal van más allá de las consecuencias individuales. Según las investigadoras Julie Swets y Cathy Cox, la ira y la agresión podrían ser resultados lógicos cuando no se satisfacen otras necesidades psicológicas esenciales, como sentirse respetado o aceptado. De hecho, los resultados del estudio mostraron que los niveles de ira y agresión eran significativamente más altos entre las personas que necesitaban aloneliness. Sin embargo, un hallazgo particular sorprendió a los investigadores: estos sentimientos de irritabilidad solo se presentaron en aquellos que estaban en una relación romántica, no en los participantes solteros.
La explicación, según Swets y Cox, podría estar relacionada con la capacidad de las personas solteras para gestionar su alonliness al disponer de más tiempo para estar solas. Por el contrario, quienes estaban en pareja se veían obligados en algunos casos a compartir su tiempo con su pareja, lo que dejaba menos espacio para la soledad, siempre de acuerdo al plenteo de las especialistas.
“La agresión, por supuesto, no es la respuesta, pero tampoco lo es sacrificar el tiempo de calidad a solas que es tan crucial para nuestro bienestar emocional”, señaló Thomas como reflexión.
Los efectos del enojo en el cerebro
En diálogo con Infobae, el neurólogo Santiago Tizio, jefe del área de Neurología del Hospital Español de La Plata, explicó que las personas que están enojadas “de forma permanente y crónica presentan una actividad amplificada en estructuras cerebrales relacionadas con estos comportamientos, como la amígdala y la ínsula, que se encuentran hiperactivas”.
Este fenómeno está asociado a una disminución de la actividad en la corteza prefrontal, una zona del cerebro clave para el control emocional, de acuerdo al especialista. Además, la conectividad entre la corteza prefrontal y la amígdala, que regula las emociones, se ve alterada en quienes tienen lo que Tizio llamó enojo crónico.
El neurólogo detalló que estas alteraciones cerebrales tienen consecuencias físicas y psicológicas. “El aumento de las hormonas de estrés activa el eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal, lo que lleva a un incremento en la secreción de cortisol”, aseveró. Este proceso, explicó, puede generar un deterioro del hipocampo, una zona crucial para la memoria, lo que afecta tanto la capacidad de recordar como la de aprender. Además, las hormonas de estrés interfieren con la neurogénesis, es decir, el desarrollo de nuevas neuronas en el hipocampo, lo que limita aún más las funciones cognitivas.
El impacto del enojo crónico también se refleja en cambios estructurales del cerebro. De acuerdo aTizio, “se observa un aumento del tamaño de la ínsula, lo que amplifica los comportamientos relacionados con el enojo”. También se detecta una atrofia del hipocampo, ocasionada por el efecto de las hormonas de estrés sobre esta área, y un adelgazamiento de la corteza prefrontal, lo que dificulta aún más el control emocional y la gestión de situaciones conflictivas. Estas alteraciones estructurales no solo afectan la conducta, sino también la cognición.
El especialista advirtió que quienes tienen una personalidad propensa al enojo o viven en un estado constante de ira son más vulnerables a desarrollar patologías neuropsiquiátricas, como ansiedad y depresión, así como enfermedades cardiovasculares. Además, por los efectos negativos en el hipocampo, estos individuos son más propensos a sufrir trastornos cognitivos, deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas que impactan en la memoria.