La envidia es uno de los sentimientos más antipáticos y negados de todas las emociones que habitualmente sienten los seres humanos, quizás porque se trata de un sentimiento que puede ser mezquino. Son muchas las emociones negativas, pero sin duda esta es una de las que más avergüenzan. ¿Será porque, como dice Napoleón, “la envidia es una declaración de inferioridad”?
La palabra proviene del latín invidia, que entre los romanos también designaba sentimientos tales como ‘antipatía’, ‘odio’, ‘mala voluntad’, ‘impopularidad’, ‘celos’ y ‘rivalidad’. Desde ese origen hasta hoy, estos conceptos designan a esa emoción que genera culpa y representa un obstáculo importante para lograr la felicidad.
Pero, ¿qué es la envidia? En una nota reciente a Infobae, la doctora en Psicología Gladis Mabel Tripcevich Piovano, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, explicó que es “un sentimiento de pesar por un bien ajeno, pero también es un deseo de emulación y un deseo honesto”.
¿Por qué sentimos envidia?
La envidia, si bien es un sentimiento que “carcome” por dentro, es difícil de ocultar. Según Khalil Gibrán, poeta y filósofo libanés, “el silencio del envidioso está lleno de ruidos”. Dicho de otro modo, este es el único sentimiento que permite visualizar lo que no se tiene, lo que falta, y, por lo tanto, provoca malestar.
Hay dos tipos de envidia: constructiva y destructiva. “De cómo se procese ese malestar, tendremos un sentimiento que apunta a concretar un deseo —hasta ese momento no del todo consciente, tal vez— e ir por él (envidia constructiva). Si no logra procesarse adecuadamente y partimos de la imposibilidad de concretarlo, estamos en presencia de la envidia destructiva, que es letal, pues apuntará a destruir el bien ajeno y/o a su poseedor de diversas maneras: ignorándolo, destruyéndolo (‘si yo no puedo tenerlo, vos tampoco’), negando su valor, transformándolo en malo, por citar algunos ejemplos”, señaló Tripcevich Piovano.
En tanto, de acuerdo a Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “siempre que generamos envidia es porque algo nos molesta y nos duele. Es una comparación de nosotros mismos con otra persona; nos enseña lo vulnerables que somos y, al mismo tiempo, nos hace ver lo que admiramos de alguien más y no tenemos esa capacidad. Por tanto, nos hace sentir menos preparados”, explicó.
“En el cerebro, la envidia activa redes neuronales que procesan atención, memoria y dolor”, añadió el también jefe del Departamento de Neurobiología de la Dirección de Investigaciones de Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente.
Se trata de un proceso neuronal aprendido desde las primeras etapas de la vida, y regularmente se siente con los hermanos. “Esto se da porque el cerebro no está capacitado para sentirse devaluado o no querido”, afirmó Calixto González. Así, “todos nacemos y queremos sentir que nos ponen atención y nos quieren, porque nuestro cerebro festeja al generar reforzamientos positivos”, añadió el profesor.
Cómo afecta la envidia a mujeres y hombres
En el caso de las mujeres, dicen los expertos, debido a una presión sociocultural, la envidia se canaliza hacia la valoración de aspectos interpersonales y de imagen personal, buscando alcanzar una apariencia física específica, el éxito social o una relación afectiva ideal. Por otro lado, en los hombres, la atención se centra en la consecución de resultados profesionales, como ascensos, la adquisición de bienes materiales y la obtención de un determinado estatus económico a cierta edad.
Sin embargo, Tripcevich Piovano advirtió: “Es común en las mujeres tengan ese tipo de envidia en tanto mandato social vendido como la felicidad femenina. Pero la envidia no tiene sexo, la experimentan varones y mujeres”.
Consejos para superar la envidia y evitar el malestar
En primer lugar, los especialistas dicen que hay que reconocer la envidia y aceptarla como señal de un deseo insatisfecho. Esto es darle una funcionalidad positiva. La siguiente instancia será reflexionar sobre la razón por la cual no se ha alcanzado ese deseo en particular y por último identificar los recursos que se necesitan para hacerlo.
La doctora Tripcevich Piovano instó a superar la envidia a través de la esperanza: “Es un malestar inicial, pues nos muestra la falta, eso de lo que carecemos y dependerá de nosotros conseguirlo. Lo que sucede es que experimentar envidia nos produce sentimientos de culpa, nos sentimos ‘malos’ pues está condenada por la tradición religiosa, como antes sucedía con la sexualidad. No debemos olvidar que figura como un pecado capital y, por lo tanto, obtura, dificulta y condena el ambicionar. Todo esto es elaborable”.
Para trabajar positivamente la envidia
- Usar la envidia como motivación. “Puede parecer que hay poco valor en sentirse envidioso, pero puede ser una fuerza poderosa para el cambio. Cuando estamos en sintonía y dispuestos a aceptar la incomodidad que trae, la envidia nos puede apuntar hacia nuestros valores y objetivos y motivarnos a tomar medidas”, dijo Miriam Kirmayer, psicóloga clínica, en Psychology Today.
- Interrumpir la envidia con gratitud. “La gratitud no se trata de ignorar lo que deseamos, sino de elegir enfocarnos en las cosas que tenemos, que nos brindan valor o alegría”, expresó Kirmayer.
- Favorecer la confianza en uno mismo. Interpretar el progreso personal mediante la comparación con las propias competencias y habilidades, no con las de los demás.
- Valorar correctamente la propia capacidad, sin infravalorarse ni sobrevalorarse.
- Centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos. Para Kirmayer, es importante aceptar que “la envidia es un marcador del deseo, consciente o inconsciente, pero que muestra a quien la padece que desea algo que puede lograr, admitiendo que la persona envidiada está mostrando que eso deseado es posible. Y que no hay nada malo en desear, ambicionar algo”. Y construir la esperanza de concretarlo.