En el mundo del emprendimiento femenino, las mujeres enfrentan barreras estructurales que limitan su crecimiento económico. A pesar de liderar negocios que sostienen a sus familias y comunidades, encuentran desafíos significativos para acceder a recursos clave como el financiamiento y la formalización de sus proyectos. Para muchas, emprender es más que una vía hacia la independencia económica; es una lucha constante contra un sistema que históricamente subestimó sus capacidades.
Además, el acceso al crédito aún es uno de los mayores obstáculos, con una burocracia excesiva, tasas de interés elevadas y falta de apoyo institucional que perpetúan la exclusión financiera de quienes más lo necesitan. En América Latina, estas dificultades adquieren mayor complejidad para las mujeres afrodescendientes.
El estudio de CAF (ex Corporación Andina de Fomento, actual Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe), el Instituto Feira Preta y Plano CDE, al que tuvo acceso Infobae y fue presentado este viernes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP16, que se realiza hasta el 1 de noviembre en la ciudad de Cali, con representantes de más de 175 países, revela que las afroemprendedoras lideran el 80% de los emprendimientos afro en la región. Con la participación de cerca de tres mil afroemprendedoras, el trabajo aborda la identidad, autoestima, acceso al crédito, gestión empresarial y los efectos de la racialidad en el crecimiento de estos emprendimientos.
Sus negocios, según el informe, generan en su mayoría ingresos por debajo de un salario mínimo, mientras que el acceso al crédito formal continúa siendo un reto, agravado por el racismo estructural. Sin embargo, estas mujeres no ven sus negocios solo como una herramienta económica, sino como un acto de resistencia y empoderamiento, transformando el espacio empresarial en un lugar de cambio social.
Las afroemprendedoras en América Latina: una lucha doble
El liderazgo de las afroemprendedoras en América Latina no solo es numéricamente significativo, sino que refleja una fuerza que trasciende las barreras económicas y sociales impuestas por la discriminación de género y racial. Con una presencia que alcanza casi el 80% en la región, las mujeres negras enfrentan grandes dificultades para hacer que sus negocios prosperen. Este panorama es aún más crítico si se considera que en el 59% de los casos, estos emprendimientos constituyen la principal o única fuente de ingresos para el hogar, lo que convierte a estas mujeres en el sostén económico de sus familias.
Es por eso que estas mujeres se encuentran en una encrucijada donde la responsabilidad financiera y el desarrollo empresarial se entrelazan con las exigencias de su rol de jefas de hogar. Esta situación las obliga a gestionar sus negocios en condiciones de precariedad, con recursos limitados y acceso restringido al crédito formal. Las barreras financieras son múltiples: desde la falta de capital inicial hasta la burocracia excesiva y los costos elevados de los préstamos, a lo que se suma la discriminación racial en las instituciones financieras.
En ese sentido, el estudio revela que las solicitudes de crédito de las afroemprendedoras son rechazadas con mayor frecuencia que las de otros grupos. En Brasil, por ejemplo, el 44% de ellas que solicitan crédito ven sus peticiones denegadas, lo que las empuja a recurrir a fuentes informales de financiamiento como préstamos de familiares o microcréditos, perpetuando un ciclo de exclusión financiera.
A pesar de estos desafíos, el afroemprendimiento femenino no se limita a la supervivencia económica. Para muchas, emprender significa algo más profundo, ya que sus negocios no solo buscan generar ingresos, sino que se convierten en plataformas para visibilizar la identidad afrodescendiente, desafiar los estereotipos que históricamente las han invisibilizado y crear espacios de empoderamiento para sus comunidades. Asimismo, el estudio de CAF, Feira Preta y Plano CDE resalta la importancia de abordar las barreras específicas que enfrentan.
En palabras de Adriana Barbosa, directora ejecutiva de Feira Preta, “todo lo que se proponga a partir de estos datos debe tener una fuerte intencionalidad de género, reconociendo el papel crucial que juegan las mujeres en este sector y las barreras adicionales que enfrentan por su género y su raza”. Es por eso que destaca que su inclusión financiera requiere un enfoque integral que no solo contemple las necesidades económicas, sino que también aborde las desigualdades estructurales.
Afroemprendedoras: educación y formalización
El perfil de las afroemprendedoras en América Latina cuenta con una formación educativa que varía según el país. En Brasil y Argentina, muchas tienen educación secundaria, mientras que en Colombia, Perú y Panamá, más del 40% ha alcanzado estudios superiores. Sin embargo, esta formación no siempre se traduce en un reconocimiento pleno, esta percepción, sumada a las barreras burocráticas, impide que muchas de estas mujeres formalicen sus negocios, lo que limita su acceso a crédito y mercados más amplios.
El acceso al financiamiento es uno de los principales retos. La falta de formalización y los costos asociados con este proceso dificultan la profesionalización de sus negocios. En Perú, por caso, el 66% de las emprendedoras han logrado formalizar sus negocios, pero en otros países, muchas siguen operando de manera informal desde sus hogares. Esta precariedad las deja fuera del radar de las instituciones financieras. A pesar de estos desafíos, las afroemprendedoras han encontrado en sus negocios una forma de reivindicar su identidad y visibilizar su cultura.
Las afroemprendedoras no solo enfrentan desafíos financieros y estructurales, sino que también se enfrentan a las desigualdades raciales que afectan su desarrollo empresarial. Según el estudio, el 89% de las afroemprendedoras considera que las empresas deberían involucrarse en cuestiones raciales y perciben sus propios negocios como emprendimientos antirracistas. Este enfoque no solo tiene un valor simbólico, sino que refuerza el compromiso de las emprendedoras con la lucha contra la exclusión estructural que históricamente ha afectado a las comunidades afrodescendientes.
La idea de que sus negocios son antirracistas surge de la conexión que tienen con sus clientes y su comunidad, ya que muchos de estos están dirigidos a un público mayoritariamente no blanco. Este lazo les permite, incluso, enfocar sus productos y servicios en las necesidades de sus comunidades, desafiando las barreras de la discriminación racial y creando redes económicas que refuerzan su identidad afrodescendiente. Además de alinear sus valores con una agenda social más amplia.
En cuanto a la autoestima e identidad racial, el estudio destaca que las afroemprendedoras tienen una alta confianza en la calidad de sus productos y servicios. En países como Brasil, un 76% de las encuestadas confía en su capacidad para ofrecer productos de calidad, una confianza que disminuye cuando se trata de la comercialización y expansión de sus negocios. Solo el 44% de las emprendedoras brasileñas confía plenamente en su habilidad para vender sus productos o servicios, una cifra que varía entre el 53% y el 66% en los otros países encuestados.
Crédito: un reto persistente
El acceso al crédito es otro reto crítico para las afroemprendedoras, con serias implicaciones para el desarrollo de sus negocios. Aunque la mayoría de las emprendedoras están bancarizadas, un 64% utiliza la misma cuenta para sus finanzas personales y empresariales. Además, las dificultades para obtener crédito formal se deben a factores como la burocracia excesiva, el alto costo de los préstamos y la discriminación racial. Es por ello que el estudio subraya la necesidad urgente de implementar políticas públicas que faciliten estas herramientas.
Incluso, el entorno bancario en el que operan las afroemprendedoras está marcado por una combinación de desigualdades raciales y económicas. Aunque muchas han logrado abrir cuentas bancarias en los últimos cinco años, utilizar las mismas cuentas para sus finanzas personales y empresariales refleja la precariedad en la que operan. En Argentina y Brasil, la opción de recurrir a agentes no bancarios es común entre las afroemprendedoras, mientras que en Colombia, Perú y Panamá, las dependen más de préstamos familiares o microcréditos, lo que refleja una exclusión sistemática del acceso a recursos financieros formales.
Eddy Bermúdez, Coordinador de Diversidad de CAF - Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, señaló a Infobae que “entre 2022 y 2023, el Banco de Desarrollo para América Latina y el Caribe, CAF, publicó su reporte sobre economía y desarrollo (RED) cuyo título fue ‘Desigualdades Heredadas’. Una de sus varias conclusiones, o mejor dicho la primera y más relevante, fue que las poblaciones étnicas (afros e indígenas) son las de menor movilidad social y económica de la región. Ese fue el punto de partida para que desde CAF, a través de su gerencia de género, inclusión y diversidad, impulsáramos alianzas para poder desarrollar iniciativas que nos ayuden a transformar esta realidad. Este primer estudio inédito en la región es parte de esa respuesta”.