Las luces de la ciudad apenas empezaban a encenderse cuando Buenos Aires se convirtió en un hervidero de emociones. Domingo 25 de agosto. La avenida Figueroa Alcorta, que suele ser testigo de la vorágine del tránsito cotidiano, mutó en una marea de corredores listos para desafiar el frío invernal y la oscuridad de la madrugada. Desde el cruce con Dorrego, el espectáculo comenzó a formarse con los primeros atletas que, enfundados en colores vibrantes, se reunieron para participar en la Media Maratón 21K de Buenos Aires.
Vinieron desde todos los rincones del mundo. Más de 25.000 almas con un objetivo común: llegar a la meta. Sin embargo, cada corredor cargaba su historia, su motivo especial. Algunos se propusieron superar sus propios límites; otros buscaron la gloria en ser los primeros. Y luego estaban aquellos que simplemente quisieron ser parte de algo más grande, algo que trascendiera sus propias vidas.
La anticipación impregnó el ambiente. Se percibía en el aire, se respiraba en cada rincón de Palermo. Los espectadores se agruparon en las aceras, en los parques, en cada espacio disponible, al menos desde Libertador hasta Dorrego. Con sus bebidas calientes en mano, compartieron el mismo entusiasmo que corría por las venas de los atletas. Ellos también formaron parte del espectáculo.
Los minutos previos al inicio se sintieron como una eternidad. Los corredores se agolparon cerca de la línea de partida luego de entrar en calor. “Se siente el frío, pero enseguida te olvidás”, dijo uno de los atletas, con su voz teñida de determinación. Sus palabras resonaron entre los demás como un mantra colectivo: el clima no iba a ser un obstáculo.
La Banda del Regimiento de Patricios tocó el Himno Nacional. Aquella melodía elevó el evento a un nivel casi épico. Los acordes finales se fundieron con los gritos de ánimo de la multitud, poco antes de que se diera la señal de partida. El rugido de los corredores llenó la mañana, el primer estallido de energía en una jornada que prometía emociones sin fin.
Los atletas se preparaban, cada uno con su ritual propio, y el aire fresco apenas daba pistas del recorrido que los esperaba. A un minuto de la largada, sonaron los Rolling Stones, y el pulso de la ciudad pareció sincronizarse con el de los competidores. El Obelisco, la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, el Teatro Colón y la Floralis Genérica eran las joyas del trayecto, con corredores no solo de Buenos Aires, sino también de provincias como Santa Fe, Córdoba, Salta y Chubut, y representantes de países vecinos como Uruguay, Brasil y Chile, entre otros.
Una de las novedades en esa edición del 21k de Buenos Aires fue la “largada por olas”. Es decir, los 25.000 participantes fueron largando en distintos tiempos, de acuerdo al nivel de cada uno. A las 7.30, y poco después de la partida de los atletas con discapacidad, largó la franja de Élite y, a partir de allí, hizo lo propio cada una de las “olas”.
Los atletas de élite tomaron la delantera y marcaron un ritmo vertiginoso desde el comienzo. Detrás de ellos, la marea de corredores se lanzó a conquistar las calles de la ciudad, cada uno a su propio ritmo, pero todos compartieron el mismo objetivo: cruzar la línea de meta.
La Media Maratón de Buenos Aires 2024 reunió a algunos de los mejores atletas del mundo, especialmente de Kenia y Etiopía, dos de las potencias indiscutidas en el atletismo de fondo. En total, 19 corredores de estos países se inscribieron, entre ellos cinco hombres con antecedentes por debajo de una hora en el medio maratón. En la categoría femenina, la atención se centró, entre otras, en la keniata Ruth Chepngetich, una de las corredoras más destacadas del circuito, campeona mundial en 2019 en maratón.
Entre las mujeres, nueve de las inscritas ostentaban tiempos que quedaron para el recuerdo. Además de Chepngetich, destacaron la etíope Nigsti Haftu Tesfay, quien anteriormente registró una hora, seis minutos y 17 segundos (1h 6m 17s, tal como se abrevia en la competencia) en Valencia 2021, y las keniatas Joyce Chepkemoi Tele, con una hora, seis minutos y 19 segundos en Lisboa 2021, y Dorcas Jepchirchir Tuitoek, ganadora del medio maratón de Roma 2023 con una hora, seis minutos y 21 segundos.
Los mejores latinoamericanos también volvieron a competir bajo la idea de superar sus marcas personales. El argentino Ignacio Erario, quien anteriormente registró 1h01m58s y fue el segundo mejor de la historia a nivel nacional; y el peruano René Champi, quien ostentaba el récord de su país con 1h02m16s, figuraron entre los favoritos. Otros destacados fueron el chileno Matías Silva, el mexicano Juan Pacheco, el uruguayo Martín Esteban Cuesta y el colombiano Iván Darío González, entre otros.
En la competencia femenina latinoamericana, las argentinas Antonella Guerrero y la olímpica Marcela Gómez se enfrentaron a rivales de alto nivel como la peruana Saida Meneses, la chilena María José Calfilaf y la brasileña María Lucineide da Silva Moreira. La participación de los Running Teams también fue significativa, con 180 equipos inscriptos que agruparon a 6.500 corredores.
Así las cosas, Ruth Chepngetich se llevó la victoria en la categoría femenina con un tiempo de una hora, seis minutos y un segundo. Alemaddis Eyayu Sisay, de Etiopía, se ubicó en el segundo lugar con una hora, siete minutos y siete segundos, mientras que el tercer puesto fue para Joyce Chepkemoi Tele, también de Kenia, con un tiempo de una hora, siete minutos y 38 segundos.
En la categoría masculina, el triunfo fue para Gerba Beyata Dibaba, de Etiopía, con un registro de una hora y 26 segundos. Los corredores keniatas Cosmas Mwangi Boi y Richard Yator Kimunyan completaron el podio con tiempos de una hora y 28 segundos y una hora y 47 segundos, respectivamente.
En la categoría femenina de Argentina, Micaela Levaggi lideró con un tiempo de una hora, trece minutos y 40 segundos, seguida por Marcela Cristina Gómez, quien completó el recorrido en una hora, catorce minutos y 40 segundos. El tercer lugar fue para Antonella Janet Guerrero, con una hora, catorce minutos y 50 segundos.
En el casillero masculino de Argentina, Ignacio Erario fue el más rápido en la competencia: completó el recorrido en una hora, un minuto y 14 segundos. Después llegó Eulalio Muñoz, con un tiempo de una hora, tres minutos y 54 segundos, seguido por Miguel Héctor Maza, quien cruzó la meta en una hora, cuatro minutos y 44 segundos.
Un circuito con las mejores postales de Buenos Aires
El recorrido llevó a los participantes por algunos de los lugares más emblemáticos de Buenos Aires. Desde Figueroa Alcorta hasta la avenida Corrientes, pasando por Leandro N. Alem y Rivadavia, la ciudad desplegó su arquitectura y su historia frente a ellos. Las calles, aunque desiertas en un principio, pronto fueron ocupadas por una multitud de espectadores que transformó la mañana en una fiesta.
El público no se limitó a observar. Alentó con fervor, ofreció palabras de apoyo y compartió momentos con los corredores. Los aplausos crearon una sinfonía de camaradería. La espera se llenó de risas, charlas y café de especialidad que distintos stands ofrecieron en la zona de la largada, que en rigor, también era la de llegada.
La llegada a la meta se convirtió en una celebración de emociones. Los primeros corredores fueron recibidos con una ovación ensordecedora. No se trató solo de ganar; fue una jornada de superación personal, de esfuerzo compartido. La “medalla finisher”, entregada a cada corredor que logra alcanzar la meta, simbolizó más que un logro deportivo; representó el espíritu de la maratón.
Los corredores que cruzaron la línea de meta se reunieron en pequeños grupos. Las anécdotas del recorrido comenzaron a circular, acompañadas de risas y alguna que otra lágrima de alegría. Las zapatillas gastadas y las medallas relucientes fueron testigos silenciosos de las batallas libradas en esos 21 kilómetros.
La Media Maratón de Buenos Aires se convirtió en una fiesta del running, pero también en un encuentro de almas afines. Amigos, conocidos y competidores se unieron en la celebración de un esfuerzo común.
En los alrededores de la llegada, la conversación giró en torno a los logros individuales, a las dificultades del recorrido, al clima que, si bien fue inclemente, no logró mermar la determinación de los participantes. El cansancio se dibujó en sus rostros, pero también una sonrisa de satisfacción, de haber alcanzado algo que para muchos representó más que un simple deporte.
Las calles de Buenos Aires volvieron a la normalidad lentamente. Los corredores regresaron a sus rutinas, pero algo en ellos se quedó en ese recorrido, en esas horas compartidas. Se notó en la manera en que caminaban, en la forma en que intercambiaban miradas con otros que corrieron a su lado. Era como si la ciudad misma hubiera absorbido un poco de ese espíritu de superación, de camaradería, y ahora lo irradiara en cada esquina.
El evento culminó con la ceremonia de premiación, donde los mejores corredores fueron aclamados por su rendimiento. Pero, más allá de los ganadores, cada uno de los participantes se llevó una victoria personal. No por nada, la media maratón se viene consolidando como una de las carreras más importantes del calendario internacional, no solo por su nivel técnico, sino por la atmósfera única que se crea año tras año.
Finalmente, mientras la ciudad volvió a su ritmo cotidiano, los corredores se llevaron consigo el recuerdo de una jornada que marcó la historia del running en Buenos Aires. El 21K fue más que una carrera; fue una celebración de la resistencia humana, de la capacidad de superar límites y de compartir, por un día, el mismo camino.
* Fotos: Jaime Olivos