La culpa es un sentimiento, una experiencia que usted, yo y todos hemos sentido. ¿Cuándo se siente culpa? Cuando uno rompe algo, cuando uno daña algo, cuando uno pasa un límite que parecía estar acordado socialmente o con el otro.
Se manifiesta cuando una persona percibe que ha infringido una norma social o culturalmente establecida Cuando uno rompe un jarrón y el otro dice “¿Uy, qué pasó?”
Entonces, uno siente culpa, en definitiva, cuando hicimos algo que sabemos que socialmente está mal considerado, eso es culpa.
Sin embargo, hay que saber distinguir la culpa de la vergüenza. A veces estos sentimientos pueden confundirse. Mientras que la culpa surge del reconocimiento de haber causado un daño, la vergüenza está relacionada con no haber cumplido con las expectativas propias o ajenas.
La vergüenza aparece cuando uno hace mal algo, que nos pone en exposición desde lo personal. Eso es vergüenza. Culpa es el daño o trastorno que uno le ocasiona a una tercera persona o a un grupo de pares. Dos variables.
Es importante destacar que sentir culpa es una emoción, es un sentimiento normal y adaptativo que tenemos todos los seres humanos. Sentir culpa representa una señal interna en nuestra conciencia que nos indica que hemos causado un daño o que hemos hecho algo mal.
La sensación de displacer asociada a la culpa se percibe cuando uno entiende que ha pasado una barrera o roto un límite social preestablecido, establecido culturalmente a través de la educación.
En este sentido, la culpa tiene mucho que ver con el displacer, con el sufrimiento y con el estrés. Se trata de una reacción emocional más elaborada y más evolucionada que otras emociones básicas como el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el asco y la sorpresa.
La culpa, junto con otros sentimientos como el amor, el odio, la vergüenza, la fe, el orgullo y la esperanza, constituye una vivencia humana más compleja y reflexiva.
Por eso, algunas personas sienten mucha culpa con facilidad, lo que comúnmente se llama ser “culpógeno”. Sin embargo, esta actitud no es buena, porque en el fondo conduce a la inacción y puede generar un sufrimiento innecesario.
Si una persona siente culpa por todo, todo el tiempo, se convierte en alguien culpógeno, y ese sentimiento le va a hacer mal. Es importante analizar si la culpa que sentimos es justificada o no.
En el otro extremo, está la anormalidad de no sentir culpa nunca. La ausencia total de culpa puede ser problemática y está asociada a trastornos como el de personalidad psicopática, donde los individuos son incapaces de reconocer el daño que causan. Este perfil es propio de las personas manipuladoras y dañinas que no sienten remordimiento alguno por sus acciones.
Entonces, ¿por qué existe la culpa? Porque nos invita a reparar el daño que hicimos. Sentir culpa en su justa medida tiene una finalidad constructiva: nos impulsa a corregir nuestros errores y mejorar nuestros vínculos personales.
Cuando uno reconoce su culpa y hace un esfuerzo por reparar el daño, no solo se siente mejor consigo mismo, sino que también gana el respeto y la confianza de los demás.
Es en estos actos de reparación donde la culpa cumple su rol más noble y útil. Va a salir más grande que antes y las personas van a confiar más en uno porque ha sabido reconstruir aquello que dañó.
Por ello, es vital aprender a manejar la culpa de manera adecuada, usando este sentimiento como una herramienta para el crecimiento personal y la mejora de nuestras relaciones interpersonales.
* El doctor Daniel López Rosetti es médico (MN 62540) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Presidente de la Sección de Estrés de la World Federation for Mental Health (WFMH). Y es autor de libros como: “Emoción y sentimientos” (Ed. Planeta, 2017), “Equilibrio. Cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos. Manual del usuario.” (Ed. Planeta, 2019), entre otros.