¿Qué tienen en común Blancanieves y las fake news? ¿No te pasa que todo lo que crees te parece correcto, pero lo que dicen los demás no? Bueno, no sos vos. Se llama sesgo de confirmación. Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
El sesgo de confirmación (o confirmation bias) es, básicamente, nuestra tendencia a sobreestimar todas aquellas piezas de información que ratifican lo que ya creíamos y subestimar todo aquello que lo desafía. Y subrayo la palabra desafía porque ni siquiera se trata de que lo contradiga abiertamente, sino de que lo ponga en duda. Eso solo, ya nos hace temblar toda la estantería y tener, en ese momento, una pequeña crisis.
Un ejemplo: todas las noches tomamos una copa de vino porque sentimos que nos hace dormir mejor. Entonces, toda información que ratifique que tomar una copa de vino es una buena decisión, como porque ayuda a la digestión o reduce el colesterol, la voy a dar por cierta. Pero si aparece otra fuente que nos dice que no es tan así o que puede tener un impacto negativo en nuestro sistema nervioso, la voy a descartar.
El sesgo de confirmación se activa en una discusión con otra persona o con amigos, al hablar de qué banda o cantante es mejor; pero también se activa cuando estamos solos y procesamos cierta información nosotros mismos. Es un sesgo conservador que evita cualquier cosa que desafíe nuestras creencias. Las cámaras de eco, los fanatismos políticos o religiosos son ejemplos de cómo funciona este sesgo: se acepta todo aquello que ratifica lo que creemos.
Esto no significa que sea imposible cambiar de opinión. No es totalmente imposible, pero tenemos que saber que hay muchos mecanismos internos en nuestra cabeza que lo dificultan. ¿Por qué? Porque el sesgo de confirmación funciona como una especie de orejeras que descartan cualquier información que desafía lo que pensamos. Básicamente, no nos deja ni siquiera verla. Funciona como el espejito mágico de la bruja en Blancanieves.
¿Qué significa? Que además de subestimar lo que contradice nuestras creencias, tenemos una tendencia a cargar con rasgos positivos todo lo que las refuerza. Por ejemplo, ¿Lionel Messi es el mejor jugador de fútbol del mundo? Sí, estamos todos de acuerdo. Pero si, además, lo vemos jugando con sus hijos, decimos que no solo es el mejor jugador, sino también un gran papá. Estas dos cosas se potencian mutuamente.
Esto funciona para casi cualquier información que recibimos, incluida la información falsa. Por eso es importante entender qué pasa con este sesgo y las llamadas fake news. Por ejemplo, si un día me levanto y veo una noticia que dice que la Tierra es plana, no la voy a creer porque estudié geografía en la escuela y sé que es redonda. Lo voy a descartar.
Ahora, si me llega una noticia durante el día que dice que la gente está sacando los dólares del banco por temor a un corralito en un país donde las corridas bancarias son una amenaza recurrente y con un corralito en su historia reciente -aunque sé que no hay elementos para que esto suceda- no importa, la voy a mirar. Por nuestra historia, por lo que viví, a mi edad y como parte de este país, nos suena todo el tiempo que eso puede llegar a ser probable en algún momento. Entonces, lo tengo que chequear.
¿Por qué pasa esto? Porque para funcionar en nuestro día a día, necesitamos una base sólida de creencias, algo que nos permita que nuestro sistema operativo se ponga en marcha. Yo no me puedo levantar a la mañana y chequear si la Tierra es plana, si el café hace bien o mal, si Messi es buen padre. Hay verdades que tengo que tomar porque estas creencias nos permiten funcionar.
Entonces, por un lado, las necesitamos para funcionar en el día a día. Pero, por otro lado, a nadie le gusta que le digan que está equivocado. Aceptar una información que contradice lo que creemos puede llegar a hacernos sentir poco inteligentes, y eso es un tema. Definitivamente, es una sensación que no es muy fácil de afrontar.
Además, estas creencias nos dan una sensación tranquilizadora, nos hacen sentir seguros de dónde estamos parados, de cómo nos movemos en sociedad. Nos permite, de alguna manera, poder decodificar lo que nos rodea de una forma muy simple.
Y por último, lo que hace que este sesgo sea más o menos fuerte son nuestras experiencias, nuestra historia, los rasgos de nuestra personalidad, aquellas cosas que nos marcaron a lo largo de nuestra vida, que de alguna manera nos hacen más proclives (o menos) a permitirnos ser curiosos e investigar lo que nos rodea.
Este sesgo es el que se propusieron estudiar, en 1979, Charles G. Lord, Lee Ross y Mark Lepper, en la Universidad de Stanford. Lo que hicieron fue convocar a 48 estudiantes universitarios que tenían opiniones a favor y en contra de la pena de muerte. Ellos querían ver cómo funcionaba el sesgo de confirmación y lo que hicieron fue darle dos piezas de información a cada grupo: esos dos artículos eran completamente falsos y tenían argumentos muy sólidos para decir que estaba a favor una pieza y en contra la otra, de vuelta, completamente falsos.
Estas dos piezas, si bien eran falsas, eran muy claras en el punto de argumentación. Una estaba repleta de datos y estadísticas diciendo por qué la pena de muerte era algo eficiente para el sistema judicial de Estados Unidos. La otra decía por qué, justamente, por el sistema judicial y la manera en que funcionaba la administración, no era conveniente que haya pena de muerte. De nuevo, ambas falsas, pero muy contundentes en su argumentación. Cuando terminó el experimento, los profesores les preguntaron a los participantes cuáles de las dos piezas creían que habían sido más persuasivas.
¿Qué respondieron? Los estudiantes que estaban a favor de la pena de muerte respondieron que el artículo que argumentaba a favor era mucho más contundente, mientras que aquellos que estaban en contra de la pena de muerte dijeron que el artículo que era mucho más fuerte era el que daba las razones por las cuales la pena de muerte no era eficiente.
Este experimento fue crucial para entender el sesgo de confirmación y cómo interactúa con la polarización al momento que se dan los debates. Lo más impactante fue que los estudiantes no solo tenían un sesgo de confirmación, sino que reafirmaban e intensificaban estas creencias luego del experimento, tomando esta información completamente falsa.
Para que esto no te pase a vos, te dejo, como siempre, tres tips:
- Aceptá que no te las sabés todas, que hay mucha información que es compleja de procesar y que incluso muchos de los problemas o cosas que queremos resolver requieren en profundidad nuestro involucramiento.
- Salí de la zona de confort, buscá información distinta y evidencia para cada una de las preguntas que te querés hacer. Muchas veces repetimos cosas porque las vemos en un titular de un diario o en un tuit. Es importante hacer doble clic.
- Es clave que hagamos preguntas de manera neutra. Por ejemplo, cuando googleamos o estamos en ChatGPT, la manera en que formulamos nuestra pregunta hace toda la diferencia en el tipo de respuesta que encontramos.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.