¿Cuántas veces estás dispuesto a defender tu opinión, tu idea o tu gusto, aunque nadie más te banque? Sé que me vas a decir que sí, que muchísimas, pero en realidad, si lo piensas bien, no son tantas. Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
El efecto de arrastre o bandwagon bias (o bandwagon effect) es nuestra tendencia a seguir los gustos o las opiniones de la mayoría que nos rodea. ¿Por qué? Es para pertenecer.
Es como cuando vas a la heladería y vas solo, pedís menta granizada o sambayón porque te encantan, pero cuando vas con tus amigos pedís chocolate amargo y banana split. El tema no es que pidas menta granizada, que es el mejor gusto de todos, sino que cuando vas con tus amigos, básicamente, para pertenecer al grupo, decidís pedir otra cosa.
La adolescencia es el momento donde más claro sucede. Todos tuvimos ese amigo que se hizo los claritos, se hizo un tatuaje, se puso un arito o lo que sea, porque el resto también lo estaba haciendo. Cuando una idea, una creencia o un gusto es aceptada por la mayoría, tendemos a seguirlo y a pensar que eso es lo correcto de hacer.
El pensamiento de grupo es otra manifestación de esto. En general, esto no es tanto un problema, pero las consecuencias pueden ser muy serias cuando ese “seguir a la mayoría” se termina convirtiendo en un movimiento político, religioso o social. Básicamente, terminamos siguiendo a personas que se convierten en líderes mesiánicos, cuya opinión es la única que importa, y aquellas voces minoritarias no son escuchadas. Ni hablar de las redes sociales, cuán funcionales son a todo esto. Es como echarle kerosén a este sesgo que tenemos.
Pero, ¿por qué nos pasa esto? Una de las razones es nuestra necesidad más básica de pertenecer.
Somos seres sociales y queremos pertenecer a nuestro grupo de referencia, en el cual sentimos que realmente tenemos algo para aportar o queremos ser considerados. Imaginá que todos tus amigos empiezan a practicar un nuevo deporte o se descargan una aplicación de redes sociales. Vos quizás en ese momento no te sentís atraído por eso, o no es lo que naturalmente harías, pero hay algo mucho más importante que eso, que es estar en contacto con tus amigos, compartir ese momento, esa conversación y sentirte parte de lo que está pasando.
Por sobre todo, lo que no querés es sentirte excluido de ese tema. Entonces, justamente por esa necesidad de pertenencia, para no sentirnos excluidos, para ser parte, terminás adoptando comportamientos, creencias o ideas que no son las que naturalmente tendrías. Además, como hablamos muchas veces en este podcast, nuestro cerebro todo el tiempo busca atajos.
Este efecto ‘bandwagon’ lo que hace justamente es ayudar a nuestro cerebro a tomar decisiones viendo qué es lo que está haciendo la mayoría y básicamente seguirlos. Imaginá que estás paseando y ves dos restaurantes, uno al lado del otro. Uno está repleto de gente y hay cola esperando para ingresar, y el otro está casi vacío. Bueno, lo racional sería ir al que está vacío. Sin embargo, empezás a pensar: “Che, pero, ¿por qué está vacío? Quizás la comida no está tan buena, la atención no es buena”. Empezás a dudar un montón con respecto a lo que está pasando y es probable que termines en el restaurante que está lleno.
Te decís a vos mismo: “Bueno, por algo está lleno de gente”. Esto sucede porque las personas estamos mirando al resto para obtener señales de cuáles son las normas comunes en ese grupo, cómo se comporta el resto. Cuando vemos que muchas personas se están comportando de una manera, eso nos da lo que se conoce como validación social. Nos hace sentir que esa es la decisión correcta, que es lo que hace la mayoría.
El problema es que muchas veces lo que prefiere o hace la mayoría, no es lo que nos conviene a nosotros. Entonces, en búsqueda de esa validación, terminamos tomando decisiones que no son las que más nos convienen ni siquiera son las correctas. Y además, esto no aplica únicamente en temas que son inofensivos como una moda, una canción o un restaurante. Esto se aplica en temas más serios, por ejemplo, nuestra salud o la política.
Muchas veces seguimos una dieta o un régimen alimentario porque lo vemos en las redes o porque vemos que mucha gente lo está haciendo y no sabemos realmente cuáles son las consecuencias que esta dieta o régimen tiene para nuestro cuerpo.
Para que este efecto no te arrastre, te dejo tres tips:
- Desconfía de las soluciones mágicas: duda de las tendencias y sé muy consciente de que los problemas complejos llevan tiempo para poder ser resueltos.
- Buscá evidencia. Cuando te quieren vender algo como la solución a todos tus problemas o es lo que la mayoría está haciendo, que eso no sea suficiente. Fíjate qué datos hay, quiénes son las fuentes.
- Aprendé a decir que no. Está perfecto que no te subas a todo lo que te ofrecen y nadie se va a enojar por eso.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.